Fue muy
difícil llegar al zócalo
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Desde las 7.30 de la mañana dispuse mis pasos para llegar al
zócalo con la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. No iba a conocer resultados
de sus políticas públicas o de los problemas que enfrenta su gobierno con una
oposición violenta, rabiosa, rupestre y provocadora. No era esto lo que me interesaba.
Quería estar en un acto trascendente para el pueblo y para la nación. Eran otros
los sentimientos y las causas que me llevaron al lugar donde el pueblo
desbordaba contento y emoción. Quería oír los cantos y las expresiones de
respeto que la gente le tiene a su gobierno por sus obras y sus políticas públicas.
Quería ver la fuerza y la grandeza de un pueblo que ha roto paradigmas para
salir de la sumisión y el silencio que carcomían sus ansias de justicia y libertad
Al emprender camino rumbo al acto de masas, me pregunté ¿por
qué a mis años sigo persiguiendo la felicidad y la justicia en las calles y
plazas donde el pueblo se reúne para recuperar su dignidad y su historia? Y es
que cuando llegué a esta gran ciudad no estaba huyendo del campo, de mi origen,
de mi cultura y del respeto a mis padres campesinos. Venía en busca de algo
inasible, de eso que da sentido a la vida y fortalece los sentimientos, la
hermandad y el respeto por los demás. Quería sacar de mi alma lo que traía escondido
en las fibras de mi corazón, para explicarme las causas que envolvían las
bondades y la nobleza, de quienes fuimos paridos en las montañas, allá donde
dormían los dueños del tequio, la hermandad y la cultura de los pueblos
originarios
Toda esta suma de hechos y sentimientos me ponen al borde de algo
que no acabado de entender. Podría decir que después de mi fracaso de participar
en un acto de masas en mi pueblo y en mi infancia con la presencia del Gral.
Lázaro Cárdenas del Río, fue en esta ciudad donde fueron abriéndose paso mis
ideas en defensa de las luchas obreras, estudiantiles, magisteriales,
ferrocarrileras. Lo más humano que llegó a mis sentimientos y a mi formación en
épocas idas, fue haber ingresado al Partido Comunista Mexicano donde encontré a
hombres llenos de ideales, historia y dignidad. Juntos hicimos trabajo con el
pueblo y no pocos le dieron su trabajo, su vida y su libertad
Todos ellos, sembraron en mí la semilla de la lucha por las
causas justas. Cada uno se metió en mi corazón al grado de que en mi largo
batallar por la justicia y por mi gente, siguen siendo mis guías que impiden
que se apague el sublime y difícil encanto de seguir en las filas de la
izquierda revolucionaria. Por eso no me pierdo una concentración o una marcha porque
es en ellas donde se expresan los anhelos de mi gente. Hoy lo hice con mucho
esfuerzo. Dos km a la redonda el espacio fue cerrado al tránsito. Mis huesos protestaban
a medio camino, pero opté por formar parte de los arroyos de jóvenes, niños y
adultos que felices y cantando se dirigían al corazón de México donde nuestra presidenta
hablaría de la grandeza y la sabiduría de nuestro pueblo y de paso, mostraría
la pequeñez de quienes sin pena ni gloria se han convertido en los hijos
putativos del imperio