miércoles, 19 de septiembre de 2018


Tlatelolco, dos de octubre (1)

Por JESÚS SOSA CASTRO

Eran las seis de la tarde del día dos de octubre de 1968 cuando subía el puente de Nonoalco para tomar el Ómnibus de México que me llevaría a la ciudad de Chihuahua capital. Con mis camaradas Antonio Becerra Gaytán y Jesús Orozco Mendoza, ambos dirigentes del Partido Comunista Mexicano, teníamos programadas varias actividades en la Tarahumara para organizar la resistencia de los indígenas en esa época ya víctimas de los caciques que se apropiaban de sus bosques. A la hora en que me dirigía a tomar el autobús, por la parte alta del puente, se percibía un ambiente lleno de tensión, de oscuros presagios en contra de los jóvenes que se estaban reuniendo en la Plaza de las Tres Culturas
Abordé el camión cerca de las 19 horas rumbo a Chihuahua. Después de viajar toda la noche, el transporte hizo una parada en Torreón, Coahuila, lo que me permitió bajar y comprar la prensa para enterarme del acto que se había programado para el 2 de octubre por el Consejo Nacional de Huelga. Los periódicos daban cuenta de la masacre ocurrida contra los jóvenes por parte del ejército mexicano. Se hablaba de decenas de muertos, de centenares de heridos y de un número indeterminado de estudiantes desaparecidos. De Momento pensé en regresar al DF. Me preocupaba la suerte de mis camaradas, de mis amigos y de mis familiares que, todos, estaban listos para estar presentes en esa concentración
No me regresé porque el boleto estaba pagado hasta la ciudad de Chihuahua y apenas llevaba dinero para pagar los gastos del camino. Un regreso desde Torreón significaba desembolsar un recurso que no poseía, era la época de andar a salto de mata y el trabajo de finanzas estaba dislocado. A mi llegada a Chihuahua mis camaradas ya disponían de información amplia de lo que había ocurrido en la capital del país. Nos reunimos para intercambiar opiniones sobre este hecho cuasi fascista del gobierno de Díaz Ordaz y acordamos hacer una declaración pública repudiando los acontecimientos. Ningún periódico dio cuenta de nuestra posición
Podría decir que el objetivo que perseguíamos en la Tarahumara fracasó. Al través del camarada Valentín Campa, miembro de la Comisión política del Comité Central del partido, fui requerido para regresar a la capital para participar en una reunión semi clandestina que ya se había convocado. Lo primero que acordamos fue llamar al pueblo a la unidad en contra de las políticas represivas del gobierno, participar en todas las acciones públicas que se convocaran por el Consejo Nacional de Huelga, exigir la liberación de todos los presos políticos, repudiar la participación del ejercito y de la brigada blanca, dar los nombres de quienes habían sido asesinados en la Plaza de las Tres Culturas y la desaparición del Artículo 145 Bis del Código Penal Federal sobre el delito de disolución social
De esos repudiables hechos han pasado cincuenta años. La estructura del poder que siempre ha servido a la clase dominante sigue intacta. Enrique Peña Nieto ha formado y fortalecido a un ejército clasista cuya cultura militar ha sido impuesta por las necesidades geopolíticas y expansionistas del Pentágono y del imperio que manda en buena parte del mundo. Se ha comprado equipo militar que no necesita el país por miles de millones de pesos. Se adquirieron helicópteros, aviones, tanques y misiles, como si estuviéramos preparándonos en contra de la intervención militar de una fuerza extranjera
Tenemos aprobada una Ley de Seguridad Interior que no es otra cosa que la espada de Damocles pendiendo de las cabezas de quienes luchan por la democracia y por acabar con el régimen que ha envilecido nuestra cultura, nuestras tradiciones y entregado nuestras riquezas naturales. Sin embargo, la confrontación política de los estudiantes del sesenta y ocho con el régimen priista, fue la semilla que en cincuenta años ha venido germinando en el pueblo para que aquella gesta gloriosa de los estudiantes y el pueblo sea otra vez la protagonista de una victoria merecida y la puntilla para infringirle al priismo la más aplastante derrota de la que México tenga memoria
Los jóvenes que lucharon y murieron por la libertad y la justicia el dos de octubre del sesenta y ocho, percibieron con anticipada sensibilidad que México estaba viviendo los prolegómenos de un fenómeno social en el que la suma del pluralismo político y la unidad de la mayoría de las resistencias populares, podría convertirse en el patrón de una fuerza que conduciría a los cambios que México estaba reclamando. El 1º de julio del 2018 es la concreción de estos anhelos juveniles 




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