Los
dueños del olvido
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Las llamadas personas en situación de calle deambulan
persistentemente en todas partes del país. Para muchos, entre ellos yo,
recogemos de este fenómeno el dolor y la deshumanización que esto significa. El
hambre, la desintegración familiar, las drogas y la conducta de la sociedad no pueden
convertirse en una forma en la que el olvido y el desprecio, se conviertan en
un paradigma clasista con la que se regodean los que todo lo tienen mientras otros
seres humanos son víctimas del olvido de una sociedad que pierde paso a paso su
humanismo con respecto de los pobres y de los miserables que han sido echados a
las calles
En la alcaldía de Gustavo A Madero este fenómeno está alcanzando
niveles preocupantes. La falta de atención por parte de las autoridades ha
convertido esta realidad en una situación que lacera y dibuja el nivel que ha
alcanzado la deshumanización que vivimos respecto de estas personas.
En los alrededores y calles
adyacentes cercanas a las estaciones del metro, en espacios de la Av. Reforma,
Calzada de los Misterios, de Guadalupe y en el perímetro que rodea a la Basílica,
los desposeídos de todo, empiezan a ser vistos como un estorbo o como sujetos
que afean y generan suciedad en las calles y espacios donde camina y vive la
gente bonita, la perfumada, la que huele a limpio
Comisiones de vecinos de esta demarcación hemos acudido con
el alcalde Francisco Chíguil en busca de ayuda para estas personas. La
indolencia y la incapacidad de este funcionario y/o de sus representantes es
verdaderamente patética. ¡No resuelven nada, de nada! Sabemos que este no es un
problema local, es de todo el país y las causas son económicas, sociales,
educativas, familiares y culturales. Bien haría el gobierno federal y los gobiernos
locales en buscar la forma de atender este creciente problema que se vive en el
país. Por lo menos esto debería impulsarse por el alcalde
No podemos hacernos de la vista gorda o perseguir a estas
personas como si se tratara de objetos que estorban la felicidad y los derechos
humanos de la otra parte de la sociedad. No son los NADIES de los que habla en
el libro de los abrazos Eduardo Galeano. Tampoco podemos dejar de oír el grito
del niño que en un día de noche buena en un hospital, corría atrás del doctor que
se iba a celebrar la fiesta con su familia para pedirle casi llorando “decile a
alguien que yo estoy aquí” No podemos permitir tanto olvido y tal desapego a la
vida y al sufrimiento de esos seres humanos que han hecho de las calle su hogar
porque el resto de la gente y /o de su familia, simplemente se han olvidado de su
existencia. A ellos, mis humildes palabras de aliento y mis deseos de que algún
día podamos verlos en otra mejor situación
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