Entre el dolor y la incertidumbre
En recuerdo de Berenith González
Berthier
Por JESÚS SOSA CASTRO
Escribo este texto
lleno de pesar. El 24 de enero, el presidente dio positivo de covid 19 y en ese
mismo tiempo, mis sentimientos han sido cimbrados por noticias que tienen que
ver con la muerte de algunos familiares y amigos entrañables. Los miles de
fallecidos en el país como resultado de la pandemia, me están produciendo
dolor, incertidumbre y una especie de escalofrío. Sé de donde vienen estos sentimientos
harto complejos, pero quiero explicármelos como un fenómeno social que está
estremeciendo la conciencia del mundo
José Saramago escribió un
libro que tituló “Las intermitencias de la muerte” De ese texto extraigo
algunas reflexiones que comparto con mis lectores con el ánimo de aminorar los
estremecimientos que se están apoderando de las fibras cardiacas de un mundo de
gente. Lo que encuentro en ese texto tiene que ver con lo que pasaría en el
orbe, si la soberbia de los seres humanos nos condujera a pensar en dejar de
morir, en vivir para siempre y derrotar a la muerte. En él se dice que este
tema no es una fuente de inspiración. Entiendo que lo que quiso decir este
escritor portugués es que morir, siempre será estremecedor, en tanto que la
desaparición física, no se lleva lo que en vida se libró. La muerte siempre
dejará un vacío que no es fácil llenarlo con nada. Ni siquiera con los polvos
de recuerdos que siguen siendo llevados y traídos por el tiempo
No menos profunda es la
pregunta que se hace este escritor: ¿Qué pasaría si la gente dejara de morir,
si pudiéramos vivir eternamente? Afirma que esto podría ser un auténtico
desastre. Asegura que el que se suicida no es necesariamente un cobarde, cree
que cuando su vida mental o cívica ha terminado ya no vive, entonces, se impone
la desesperación y termina con su vida. "Vivir eternamente en la tierra
sería un castigo al ser cada vez más viejos” Pero, entonces, ¿qué explicación
nos damos para hacer que la muerte física no nos duela tanto, deje de estrujar
nuestros corazones y de paso llene de dolor y de incertidumbre a los millones
de mujeres y hombres que estamos padeciendo esta enorme tragedia en la mayor
parte del mundo?
Cuando la muerte se
convierte en algo personal, cuando no mueres abrazado por tus seres queridos,
cuando el dolor no se puede compartir porque la misma muerte te margina para
evitar tu propia muerte, entonces los creyentes, los libres pensadores, nos
preguntamos con un dejo de amargura: ¿Quién o quiénes están decidiendo la vida
o la muerte de millones de personas que de pronto se nos van como fantasmas que
salen de tu corazón y se desprenden de tus brazos como nunca pensaste que
ocurriría? ¿En dónde quedan las peticiones a Dios o a la naturaleza si
finalmente llegó la hora y caminamos hacia la nada, cuando vemos que todo se
acaba y Dios no se cuestiona lo que ha pasado con su creación?
Todos los días tenemos
información de los miles de contagiados, de enfermos y fallecidos, No hay nadie
que esté exento de ser víctima de esta pandemia. Hoy se contagió el presidente.
Otros, los que no pudieron remontar la enfermedad, no tuvieron siquiera la
posibilidad de ser abrazados por sus familiares porque éstos estaban ante el
riesgo de ser las víctimas siguientes. Algunos asumieron que era una decisión
de su Dios. Aceptaron que nada de lo que hacemos o somos es para siempre, que
asumirlo como tal, es el principio de un entendimiento de lo que fuimos y de lo
que dejamos de ser. José Saramago dice que, tenemos que morir para seguir
viviendo, de lo contrario, la vida no se aguantaría. En toda esta compleja
situación una cosa es real. El mundo está siendo víctima de nuestras propias
acciones. Somos los creadores de esos hilos que nos conducen a la muerte. Los
que estamos acabando con la naturaleza, con el medio ambiente, con la vida
Reconocerlo no
significa dejar de lado el dolor que nos causa la ausencia física de nuestros
familiares y amigos. Sobre todo, lo que nos duele es la forma en que están
pasando las cosas. La impotencia de no contar aún con los suficientes insumos
biológicos para aminorar la proclividad a ser contagiados por el virus y al
final llegar a la muerte, es algo que nos estremece. Con el jefe del ejecutivo
federal miramos hacia los lados y nos convencemos de seguir construyendo una
nueva forma de vida. Nada que nos lleve a la desesperación y al miedo. ¡Somos
todo y somos nada! Espero que bajen los contagios, el número de fallecidos y
que AMLO cuanto antes siga estando físicamente al frente de la nación
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