Un
mensaje a los amargados, a los defraudadores y a los ineptos
Por
JESUS SOSA CASTRO
Debo decir que no soy un profesional en el arte de escribir. Más bien,
la manía de relatar lo que siento y lo que veo, me nació después de leer lo que
José María Pérez Gay dejara para siempre en su espléndido libro El imperio
perdido. “El valor de los hombres -señaló- se mide no sólo por sus capacidades
intelectuales sino también por la tolerancia de los errores ajenos” Y yo,
sabido de mis debilidades para escribir, sólo doy cuenta de algunos de los
decires que muchos amargados, defraudadores e ineptos, andan cacareando por
todas partes porque el seis de junio perdimos varias alcaldías en la ciudad de
México y algunas diputaciones federales porque los aspirantes resultaron unos
buenos para nada. Es verdad que cada quien le da un sentido determinado a su
pensamiento, pero en mi caso, afirmo que he hecho un esfuerzo importante para
llegar a conclusiones que explican la complejidad del proceso electoral que
acabamos de pasar
Siguiendo las líneas de José María, decidí salir del estercolero en que
varios políticos y teóricos balines han intentado ensuciar los resultados del
reciente proceso electoral hablando de que fue un reforzamiento del proyecto burgués
en el que el diablo anduvo buscando alianzas con el PRIAN para seguir engañando
a los más pobres. Me costó mucho trabajo entender lo que estos políticos de pacotilla
intentan convertir en verdad. El veneno
y la frustración de no representar nada ni a nadie se les desborda por todos
los poros. Su ceguera política y su dogmatismo ideológico no solo los han
marginado de las luchas que está librando la gente. Se han convertido en los
voceros de la derecha al comportarse como los intelectuales orgánicos vergonzantes
que suspiran por el pasado porque en esa cuna estaban sus intereses y sus posiciones
políticas. La palabra y las ideas las convirtieron en herramientas para decir sandeces
que no solo confunden a ciertos sectores de la sociedad, sino que, en la
práctica, contribuyen al mantenimiento de aquellos que vivían de la corrupción,
los moches y los privilegios
Preocupado por estos comentarios sin mayor sentido, me puse a buscar las
raíces que me llevaran hacia una explicación coherente con la realidad política
que estamos viviendo. La curiosidad, dicen, es la madre de todos los
despropósitos que circulan sin ningún control. Fue así que empecé a
introducirme en el pensamiento, en las ideas y en la personalidad de estos
teóricos del desastre y conserjes de la política. Lo hice, porque me picaba la
curiosidad de saber por qué la ironía, el despecho y la frustración de muchos
que, sin salir de sus zonas de confort, no fueron ni son capaces de asomarse,
siquiera, a los espacios donde millones de personas siguen pujando por cambiar
las antiguas prácticas políticas que vivíamos en el país
Le ganamos a Morena, la gente nos quiere, se desgañitaban Kenia López,
Marco Cortés y el siempre despreciable Chucho Zambrano. Seguimos siendo mayoría
en la Cámara de Diputados, nos quedamos con once de quince gubernaturas y
ganamos 19 congresos locales, festejaban los dirigentes y miembros de Morena.
Las partes hablaban para calmar a sus huestes sin la elemental autocrítica de
los errores y ausencias que estuvieron presentes en su trabajo. Sus estrategias
pueriles y sus “programas” no impactaron
seriamente en los electores. La derrota de los conservadores se la deben a la
falta de liderazgos y de propuestas y la izquierda agrupada en la Coalición
Juntos hacemos historia ganó lo que ganó gracias al trabajo del presidente. Porque
el partido y sus “líderes” simplemente no supieron estar a la altura de las
circunstancias
Ahora que el proceso electoral ha pasado, ¿cuáles
son las tareas que urge planear y aceitar las partes y herramientas del
partido? No podremos sacar adelante la consulta ciudadana de agosto próximo para enjuiciar y llevar a proceso a los ex
mandatarios, garantizar que el presidente López Obrador salga airoso de la
revocación del mandato en el 2022 y ganar rotundamente las elecciones del 2024
si no hacemos un trabajo de autocrítica, cambiamos los órganos de dirección que
funcionaron mal o no funcionaron durante el reciente proceso, si no organizamos
el trabajo y las bases del partido, sino no trabajamos bajo una dirección
política planificada, discutida y aprobada por la militancia, si no hacemos los
máximos esfuerzos por unificar al partido y sobre todo, si no atendemos de
inmediato las heridas que tanto lastimaron a nuestra organización
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