Lo difícil
que es entender a las izquierdas
Por
JESÚS SOSA CASTRO
Desde estudiante, mis primeros pasos en la vida
política siempre los di en las filas de la izquierda. Jamás nació en mi la
proclividad por militar en algún partido o grupo que no representara mis inquietudes
y mis ideales. En las filas que escogí, me arroparon hombres y mujeres que me
dieron la sabia necesaria para que mis pensamientos, no se manifestaran de
manera tan caótica. Mi expectativa era darle a mi vida un valor moral y espiritual,
más allá del orgullo de llevar en mi corazón el sentido de pertenencia que me
dieron las montañas donde nací. Lo que sí traigo adherido fuertemente en mi Ser
es la cultura, despojada de prejuicios, que me inculcaron mis padres campesinos
Sin saberlo a ciencia cierta, quería formar filas en
aquellos espacios que han ocupado mujeres y hombres luchadores, dignos y justos.
Esos que daban y dan todo, que traen sus alforjas repletas de buenos
sentimientos, de profundas convicciones y de importantes valores morales y
espirituales. Esas personas que buscaba, las encontré cuando era estudiante en la
ENM al protestar contra la violación del ejército a nuestro recinto, en el
Movimiento Revolucionario del Magisterio con Othón Salazar, en el Frente
Electoral del Pueblo con Ramón Danzós Palomino, en el Partido Comunista
Mexicano con Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo y Gerardo Unzueta
Lorenzana. También las encontré en el resto de los partidos de izquierda. En la
mayoría de ellos, existió un ejército de patriotas que ponían su trabajo y su
vida al servicio de la justicia, la libertad y la democracia
Yo traía en mis venas la esperanza de que mi orfandad
política que viví hasta los quince años, no se convirtiera en amargura y me
llevara a una rebeldía sin sentido. Que torciera el despertar de mi conciencia y
acabara con mi convicción de darle contenido a mi lucha por la justicia y la libertad.
Entendí que mi vida sólo tendría sentido si la ponía al servicio de una causa
en la que estuvieran contenidos los anhelos y las esperanzas libertarios de aquellos
que habían sido despojados de todo. Estas convicciones y principios me llevaron
a militar en todas las izquierdas habidas y por haber. No hubo alguna que no me
dejara en la piel una gran enseñanza. Sin embargo, el tiempo y las
circunstancias no nos permitieron cumplir con los sueños anhelados. A mis
compañeros y a mí nos faltaron pueblo, humildad, sabiduría. Nos creímos la
vanguardia revolucionaria. La que acabaría con las políticas que oprimían y
vejaban a la gente. No entendimos la importancia de ir a la conquista de las
libertades acompañados del pueblo, en unidad, sin sectarismos, siempre pensando
en él y no en las legítimas, pero difíciles demandas del pueblo
La firmeza para seguir adelante no fue suficiente para
hacer de la izquierda la fuerza transformadora en la que habíamos empeñado la
vida. Algunos de los que quedamos provenientes de esas organizaciones heroicas,
nos sigue carcomiendo la confusión y el sectarismo. Por un lado, va el
irredento y rebelde pueblo mexicano en su lucha por la trasformación política y
social, y los de la vieja izquierda andamos papaloteando en la creencia de que
es ahora cuando todas las fracciones de la vieja izquierda pueden construir un
partido comunista que encabece a un pueblo que ya viene caminando fuerte en
defensa de sus derechos y libertades. ¿Con quienes se piensa formar el nuevo
partido de los comunistas y socialistas, si sus potenciales miembros ya somos
unos viejitos y los demás hace tiempo que vienen trabajando en lo que hoy se
está en condiciones de cambiar? Rudyard Kipling resumió en uno de sus poemas lo
que yo creo que debiéramos ENTENDER los viejos izquierdistas. “Si no puedes mantener
intacta tu firmeza al lado del pueblo y muchos vacilan a tu alrededor, tú no
vaciles, confía siempre en tu valor, porque si sabes esperar luchando en unidad,
no serás nunca blanco de mentiras, y el triunfo o el fracaso, jamás podrán
imponer su ley” ¡Un mensaje más que interesante!
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