Azucena, una mujer entrañable
Por JESÚS SOSA CASTRO
Mi trabajo
político me obligó a salir de la ciudad de México por varios días. Dejo en el
hospital a una mujer entrañable que desde 1956 conocí, acompañando a su madre
Alma Petra Maciel, en las grandes luchas magisteriales encabezadas por Othón
Salazar. Desde entonces, siempre ha estado participando en los alzamientos de
izquierda. En nuestra colonia es un activo que participa en el esfuerzo por
echar del poder a quienes lo detentan sin el consenso de la gente. En mi vida,
fue un adherente importante que siempre fue valorado por mi núcleo familiar
Ayer lunes la
volví a ver en el hospital. La noté más tranquila pero sigue muy delicada. En
mis recuerdos subsisten la convivencia, la identificación política y el
invaluable cariño hacia mi hijo. Le hablé a sus oídos haciéndole saber que
estaba con ella. No sé si me oyó. Tampoco supe si se dio cuenta de quién le
hablaba y le acariciaba su frente. Quise disminuir su dolor y su congoja. Por
momentos parpadeaba, su mirada intensa
era, seguro, portadora de un mensaje que jamás entendí pero que guardo para
irlo descifrando poco a poco en el curso de mi viaje. Me pesa mucho irme estando ella en esta situación
Me voy
dejándola tranquila en su cama de hospital. A mi regreso, estoy seguro, ella
estará mejor y tal vez en su casa. El silencio de ambos lo dejamos en el marco
de lo que Spinoza afirmaba: “Los sabios piensan en la vida y no en la muerte” Azucena
ha sembrado a lo largo de su vida muchos valores y hechos que hoy se vuelcan en
deseos de que pronto esté activa otra vez con su gente, con su familia y con
quienes la queremos. Con William Faulkner sostengo que el “pasado tiene que ser
inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos”
En ese pasado
de 56 años, Azucena Albarrán y su hermana Alma, me aportaron un gran ejemplo.
En él siempre estuvo presente la bondad, la inteligencia, la solidaridad la
lucha por la justicia y la libertad. Fue el estandarte que dio consistencia a
nuestra relación y a nuestras acciones
Pero la vida es
así, Azucena. Las tareas que en los últimos meses compartimos con decenas de
luchadores sociales a favor de un cambio en el país, tendré que continuarlas
atendiendo mientras tú te repones. Por esta razón, no podré estar cerca de ti
para alentarte a salir de tus males y de acariciarte tu rostro, en tu cama de
enferma. En la atención de las tareas que ambos teníamos iré con otros compañeros
en pos del cumplimiento. En tu nombre y en tu honor, haremos lo posible porque
sean exitosas. Tú lo hubieras querido así y yo haré lo posible para que en
cualquier circunstancia, te sigas sintiendo orgullosa de los avances y cumplimientos
por los que siempre has luchado, ¡Échale ganas Azucena! Desde donde ando, te
acompañaré con mis pensamientos y con mis deseos infinitos de volverte abrazar
en el “Borrego de oro” donde tus opiniones y tu trabajo significaron tanto para
la gente que te oía. ¡Necesitamos seguirte escuchando por muchos años más! Te
necesitamos
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