miércoles, 27 de julio de 2016

Azucena, una mujer entrañable

Por JESÚS SOSA CASTRO

Mi trabajo político me obligó a salir de la ciudad de México por varios días. Dejo en el hospital a una mujer entrañable que desde 1956 conocí, acompañando a su madre Alma Petra Maciel, en las grandes luchas magisteriales encabezadas por Othón Salazar. Desde entonces, siempre ha estado participando en los alzamientos de izquierda. En nuestra colonia es un activo que participa en el esfuerzo por echar del poder a quienes lo detentan sin el consenso de la gente. En mi vida, fue un adherente importante que siempre fue valorado por mi núcleo familiar
Ayer lunes la volví a ver en el hospital. La noté más tranquila pero sigue muy delicada. En mis recuerdos subsisten la convivencia, la identificación política y el invaluable cariño hacia mi hijo. Le hablé a sus oídos haciéndole saber que estaba con ella. No sé si me oyó. Tampoco supe si se dio cuenta de quién le hablaba y le acariciaba su frente. Quise disminuir su dolor y su congoja. Por momentos  parpadeaba, su mirada intensa era, seguro, portadora de un mensaje que jamás entendí pero que guardo para irlo descifrando poco a poco en el curso de mi viaje. Me pesa mucho irme estando ella en esta situación
Me voy dejándola tranquila en su cama de hospital. A mi regreso, estoy seguro, ella estará mejor y tal vez en su casa. El silencio de ambos lo dejamos en el marco de lo que Spinoza afirmaba: “Los sabios piensan en la vida y no en la muerte” Azucena ha sembrado a lo largo de su vida muchos valores y hechos que hoy se vuelcan en deseos de que pronto esté activa otra vez con su gente, con su familia y con quienes la queremos. Con William Faulkner sostengo que el “pasado tiene que ser inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos”
En ese pasado de 56 años, Azucena Albarrán y su hermana Alma, me aportaron un gran ejemplo. En él siempre estuvo presente la bondad, la inteligencia, la solidaridad la lucha por la justicia y la libertad. Fue el estandarte que dio consistencia a nuestra relación y a nuestras acciones

Pero la vida es así, Azucena. Las tareas que en los últimos meses compartimos con decenas de luchadores sociales a favor de un cambio en el país, tendré que continuarlas atendiendo mientras tú te repones. Por esta razón, no podré estar cerca de ti para alentarte a salir de tus males y de acariciarte tu rostro, en tu cama de enferma. En la atención de las tareas que ambos teníamos iré con otros compañeros en pos del cumplimiento. En tu nombre y en tu honor, haremos lo posible porque sean exitosas. Tú lo hubieras querido así y yo haré lo posible para que en cualquier circunstancia, te sigas sintiendo orgullosa de los avances y cumplimientos por los que siempre has luchado, ¡Échale ganas Azucena! Desde donde ando, te acompañaré con mis pensamientos y con mis deseos infinitos de volverte abrazar en el “Borrego de oro” donde tus opiniones y tu trabajo significaron tanto para la gente que te oía. ¡Necesitamos seguirte escuchando por muchos años más! Te necesitamos

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