Hay que sacudirnos la mugre que ya nos
viene salpicando
Por JESÚS SOSA CASTRO
El día 9 de abril tuve
una plática con un amigo panista sobre el significado de Semana Santa y de cómo
aprovechar la ciudad ahora que la mayoría de los citadinos corren como locos
hacia otros lugares. La conversación derivó
hacia el papel de la iglesia y de sus feligreses. Fue un debate inconcluso. Ya
en mi casa seguí reflexionando sobre el tema. Concluí que no se trataba de un
asunto menor, requería, análisis y aclaraciones. Me puse a trabajar, iban y
venían cosas, conceptos. Tal vez por el cansancio no daba una. Ideas que se
asomaban tímidamente por las rejillas de mi cabeza, desaparecían y se
embrollaban con facilidad. Estuve a punto de optar por la mudez y de plano, no
mover el avispero. Después de varios intentos comencé a escribir algunas cosas que, a decir verdad,
me infligieron largas horas de trabajo y
de insomnio. Al pergeñar el primer intento me di cuenta que hay cosas que no se
me dan. ¡Nunca han sido mi prioridad!
Recordé el “Vuelo de la
Reyna” de Tomás Eloy Martínez. En él escribe que “el lenguaje es el estanque
donde las personas reflejan lo que son” y, ni tardo ni perezoso, me fui sobre
el paraguas que andaba buscando para proteger de la tormenta mis
elucubraciones sociológicas. Mi vecino
hablaba del poder de la palabra, puesta al servicio de la iglesia, de sus
seguidores. Como buen propagador de la fe, me recitaba textos que en mi vida he
leído. No obstante, oírlo me convenció que la tesis que he venido sosteniendo
sobre el papel de la palabra tiene un poder mágico cuando se le llena de
contenido y se le usa para transformar un país
Sin esta herramienta
que ha hecho grandes y diferentes a los seres humanos, difícilmente la sociedad
universal tendría en su haber la sabiduría y el conocimiento que ningún otro
ser conocido ha podido acumular en toda su existencia. Por eso creo que mi vecino,
puso en el tapete de discusión, un tema tan actual, tan importante y tan
polémico. Sé que aunque algunas de sus ideas son discutibles, el hecho de que
le asigne a la palabra tanto poder, me convenció de que el lenguaje es la
herramienta más poderosa que tienen los seres humanos para comunicarse. Diferencia
básica con el resto del mundo animal
El lenguaje, agrego, se
desarrolla como resultado de la incorporación del hombre al proceso de la
división del trabajo. Cuando sus necesidades crecen y su capacidad para
resolverlas ya no son suficientes, comienza a buscar la aportación de otros
para satisfacerlas. Nace la urgencia de hablar con sus pares para encontrar soluciones
a sus problemas comunes. Comienza la
disputa por los espacios vitales. Las contradicciones entre personas y grupos se
acentúan en la medida en que unos quieren tener más satisfactores que otros para
lograr la subsistencia de la especie. Hacen uso de la fuerza, de las presiones
y del poder. De tal manera que el lenguaje y el trabajo, se convierten en
fuentes de disputas y hasta de guerras civiles. Nacen los sentimientos
acompañados del rencor, el odio, la malquerencia y también del amor, la paz, la alegría la
gratitud y otros. Todo esto surge como
respuesta a la apropiación de los bienes materiales, de los espacios de poder de unos y otros para
imponer, siempre, la solución a los conflictos sociales
Mi vecino tiene razón
cuando habla del deseo de que sea el peso de la palabra lo que dirima los conflictos
personales, de grupo o de las clases sociales. Deberían ser el lenguaje, los
argumentos, la verdad y la persuasión, las únicas armas para atemperar las
contradicciones humanas. Sin embargo, la realidad y la historia del hombre, han
sido las armas, las confrontaciones, la lucha de clases y las guerras, lo que
ha prevalecido en el surgimiento y desarrollo de la humanidad. Las guerras
civiles, desde las púnicas A. de C. hasta las de nuestros días, han sido
enfrentamientos por razones económicas y religiosas. Las causas por las cuales
estas guerras finalmente estallaran tuvieron que ver con el hecho de que la palabra
no tuvo la capacidad suficiente para impedir la locura de la violencia y de la
agresión entre personas y entre países. Esto quiere decir, le dije a mi vecino,
que mientras las desavenencias tengan carácter económico, religioso o político,
el deseo de resolverlas mediante palabras de amor, de amabilidad y respeto, no habrá
ninguna solución posible y verdadera
Este encuentro se dio en
el marco de la civilidad, donde el ejercicio de una política cultural, de
lectura y de aprendizaje, fueron los ingredientes fundamentales de la buena
relación entre seres pensantes. En esos límites del respeto mutuo y de la
tolerancia, pudimos asentar nuestro desempeño y nuestras diferencias.
Intentamos alejarnos de la mentira y de la doble moral. Nuestro pensamiento y
nuestra acción se vieron coronados por el mundo de decir la verdad de cada
quien. Ambos tuvimos claro que estamos surcando en tierras escabrosas. Pero los dos, hicimos un
alto en nuestros desafíos literarios y políticos y concluimos el debate reconociendo
que lo que hacemos, puede contribuir a darle alivio al corazón y a sacudirnos la
mugre que ya hace tiempo nos viene salpicando
Nota.- A mis lectores
les informo que me voy unos días de descanso. Nos volveremos a encontrar el 3
de mayo del año en curso
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