La izquierda mexicana, tan ciega y
omisa como siempre
Por JESÚS SOSA CASTRO
En varias
conversaciones y textos diversos, el Dr. Armando Martínez Verdugo, ha dicho y
escrito que en política “hay que cambiar las formas de cambiar” Por mucho
tiempo esta frase pasaba de largo sin que nadie, o muy pocos, entendiéramos la raíz
de su enorme contenido. Yo mismo la he
utilizado para canalizar mis inquietudes que a veces, corrían arroyo abajo sin
imaginarme su destino final. Heráclito de Efeso decía que “nadie puede bañarse
dos veces en las mismas aguas de un río, porque nuevas aguas fluyen”. En el
caso de las palabras nos pasa lo contrario. Si las palabras y las ideas no las
sacamos a airear, se nos vuelven obsoletas. A la mitad de la población, por lo
menos, les resulta fastidioso nuestro
lenguaje porque los políticos no hemos sido capaces de manejar los conceptos y
las ideas que apresuren la conjunción de la teoría con la práctica. Esta vieja
forma de comunicación está viviendo una crisis terminal
La juventud que se rige
con nuevos códigos y con nuevas herramientas de comunicación, ve extraños
nuestros planteamientos porque están envueltos en recovecos y conceptos que no forman
parte de sus pensamientos. Sólo basta mirar lo que pasó en las elecciones del
Estado de México para cerciorarnos de la enorme distancia que hay entre las
propuestas de los partidos y los intereses de la juventud. Si esto es así ¿qué
elementos sociales o políticos están motivando la rebelión de esa juventud que está
moviendo sus sentimientos en busca de un lugar en la vida nacional? ¿Por qué en
las entrañas de México empieza a cuajar la rebeldía de amplios sectores, que
antes eran obedientes y sumisos a los dictados del Poder?
¿Será que las políticas
que impulsa el gran capital, con la complicidad y aquiescencia del gobierno, no
son propuestas para resolver los problemas de la gente sino para ampliar sus
márgenes de ganancias? ¿Será que la entrega de los recursos naturales a las
transnacionales, el recorte presupuestal para educación y cultura, el abandono
en que se encuentra la seguridad social, los agravios acumulados y la
incapacidad del gobierno para darle alternativas de vida al pueblo, especialmente
a cerca de siete millones de jóvenes; son justamente lo que está revolucionando
los sentimientos y la conducta de amplios sectores de mexicanos?
¡El hartazgo social
está reventando por doquier! El poder oficial y los partidos políticos están
siendo cuestionados y rebasados por su creciente alejamiento de la sociedad y
de sus intereses. La irrupción de los millones de ciudadanos que rompieron con
ataduras políticas, compromisos corporativos, amenazas y todo tipo de recursos,
fue un fenómeno social que los priistas no se esperaban en el proceso electoral
del 4 de junio. Lamentablemente, la izquierda tampoco ha comprendido lo que
esto significa. El atrevimiento libertario de quienes decidieron votar por
Morena a pesar de cuanto el Estado y las mafias locales y federales pusieron en
juego, no ha sido valorado ni entendido en ninguna de sus partes
Como militantes y
sociedad volvimos a quedar en los límites del ya
merito. ¡Y lo peor! El partido más votado por la gente no ha tenido la
capacidad para darle rumbo, certeza y dirección política a un movimiento que rompió
estructuras, la participación del Estado y los recursos y trampas jamás vistos
por nadie. Si este movimiento se disloca en el camino, no habrá poder humano
que lo vuelva a levantar porque su gente, habrá perdido la confianza en quienes
apenas hace unos días prometieron llevarla a la victoria. Mostraría
una vez más que no somos una izquierda ganadora porque no
tenemos capacidad ni iniciativa para convocar a las fuerzas políticas y a las
resistencias más desarrolladas para construir un proyecto de país donde se
acabe con noventa años de patrimonialismo autoritario. Nos atribuimos todas las
virtudes políticas e ideológicas mientras a las fuerzas susceptibles de romper
con el sistema, las sentamos en el banquillo de los acusados
Los tiempos de “cambiar
las formas de cambiar” ya han llegado. Los temblores de los que se afirma se le
hicieron sentir a los priistas y al sistema, carecen de sentido porque vuelven
a quedar como una perogrullada. Hoy los tiempos pueden llevarnos a una
transición sólo si somos capaces de sumar inteligentemente a quienes están
diciendo que quieren dejar de ser adherentes del sistema pero no encuentran la opción.
Sostengo que el llamado a la unidad de todos los partidos de “izquierda” y de
la sociedad, no debe ser un slogan ni una iniciativa que esté en manos de los
que demagógicamente la manosean, sino de quienes queremos construir unas
verdadera alternativa revolucionaria que deje de ponerle colorete a un sistema
carcomido y sin perspectivas
Tenemos la obligación
de mirar las cosas con otros ojos. Más allá de Morena hay otros estamentos que
están incorporándose al acontecer nacional. Estas fuerzas están haciendo su
trabajo al través de formas y procedimientos que recogen la riqueza de un
lenguaje y un accionar nuevos, que en otros tiempos permanecieron al margen de
las luchas sociales o políticas. Y aunque todo esto tiene hondas similitudes
con lo que impulsa Morena, el hecho notable es la incapacidad para comprender
lo que sucede ante nuestros ojos: Está naciendo un verdadero proceso de
construcción colectiva para hacer de
este mundo, un mundo nuevo, y la izquierda, esa que muchos conocemos y de la
que hablamos, sigue tan ciega y omisa, como siempre
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