El sentido de nuestros ánimos
y de nuestras utopías
Por JESÚS SOSA CASTRO
El debate sobre los problemas del país ha caído en la banalidad y en la
esquizofrenia por tres de los cuatro candidatos a la Presidencia de la
Republica. En el afán de ensuciar las propuestas y el apoyo creciente que está
logrando López Obrador en la actual puja electoral, no son capaces de percibir
la voluntad de cambio que están expresando millones de mexicanos. No entienden
que el hartazgo y la irritación de la gente llevan necesariamente a derrocar a
las mafias del poder. El ruido que ciernen sobre el representante de la
Coalición “Juntos Haremos Historia” no ha sido y no será factor determinante en
el intento de acercarse a los números que indican el triunfo inevitable de AMLO
el 1º de julio. El pueblo está viendo en su candidatura no el instrumento capaz
de darle cohesión y sentido de clase a su lucha, sino al líder que ha sido
capaz de darle contenido a los sentimientos libertarios de la gente y un
impulso sistemático para acabar con la pesadilla que el régimen le ha impuesto a
la mayoría de la sociedad
Habemos muchos que advertimos estar al comienzo de una batalla y la
vamos a ganar. En este influjo multitudinario que se expresa en las acciones
electorales en cada estado y región del país, están expresándose posiciones
políticas y propuestas programáticas que van más allá de los sectores
empobrecidos que sus oponentes dicen es la clientela de Morena. Quien no vea
estos hechos y sólo mire superficialmente lo que se está expresando al través
de la propaganda, es porque nunca han vivido una coyuntura político electoral
como la que ocurre en estos momentos. Los sectores de pueblo que están apoyando
la candidatura de López Obrador no sentirán vergüenza de sí mismos cuando vean
que su esfuerzo y su voto serán puestos al servicio de la transformación nacional
Los millones de mexicanos que hemos decidido
cambiar estas relaciones sociales queremos diseñar un espacio en el que la equidad
y la justicia se pongan al servicio del pueblo. Donde la civilidad, la cultura,
el trabajo, el descanso y la dignidad sean el logro de los derechos que hasta
ahora nos han sido arrebatados. Somos una fuerza que tiene necesidades y
aspiraciones legítimas y por eso en este proceso político electoral estamos uniendo
nuestros sentimientos y nuestras decisiones para poner todo nuestro empeño al
lado del pensamiento de Michael Oakeshott que entre otras cosas sostenía: “el
hombre para gobernar tiene que ir al lugar donde están los problemas, donde se
aprende, donde se pierden los miedos, donde se juntan y se soldan las
voluntades de la gente. Donde la unión sirve para cambiar las cosas, donde se fortalece
el espíritu de las mujeres y los hombres”
Es cierto que existen fenómenos y circunstancias que limitan la actividad
política y social de importantes sectores del pueblo. El aparato del Estado y
con él los políticos sistémicos están echando mano de todos los sin sentidos
para obstaculizar el avance en las preferencias electorales a favor de Andrés
Manuel López Obrador. La repetición de las viejas diatribas para predisponer a
los electores en contra del candidato de la Coalición “Juntos Haremos Historia”
no han servido para ocultar la decisión de la gente que va hacia adelante con el
propósito de hacer presidente de la República al más respetado líder que ha
habido desde la época del General Lázaro Cárdenas del Río
La campaña de lodo de la que se están ocupando sus adversarios
políticos, introduce cierta confusión e incertidumbre en algunas capas de la
sociedad en las que aún no les llegan los elementos en los que se apoya la
candidatura de López Obrador. La información, la cultura política y la
marginación social, son elementos que cuentan y contribuyen a que algunos
sectores de la población no les importen votar por el candidato del pueblo.
Muchos de ellos se abstendrán o apoyarán a los que representan más de lo mismo.
Otros, por desgracia, andan enseñando el cobre y su incultura por Europa porque
no entienden nada de lo que significa este ejercicio democrático que tiene por
objeto la transformación del país
Luchar por el mejoramiento de nuestra existencia significa para millones
de compatriotas dejar en el camino pedazos de esfuerzos y de imaginación. En el
mundo hay ejemplos luminosos que vale la pena escudriñar para que se ventilen
nuestros ánimos y nuestras utopías. A Domitila Chungara, indígena, viuda de un
minero boliviano, cuando su patria se convulsionaba por las injusticias y la
discriminación, le preguntaron cuáles eran sus temores que más asomaban a su alma,
ahora que Evo Morales, planteaba la transformación de Bolivia. Ella respondió: es
el “miedo” “Un miedo a recordar, a vivir, a morir, y, sobre todo, al miedo de
ser, de reconocernos en toda nuestra espléndida y poderosa plenitud.”
Y es que este sistema que padecemos aquí, en América Latina y en otras
partes del mundo, nos ha entrenado para andar en sillas de ruedas, a movernos a
ras del suelo, a conducirnos sin chistar, obedientes siempre, aceptando hechos
que coagulan nuestros intereses y marchitan la florescencia de nuestro
porvenir. Pero en este proceso, en el que se ha abierto una esperanza real por
vivir nuevas formas de relacionarnos, nuestros pasos y deseos por ser otros se
están acelerando. Estamos recuperando nuestra energía para andar con nuestras
propias piernas, a pensar con nuestras propias cabezas y a sentir con nuestros
propios corazones. ¡Por favor, no le fallemos a la historia!
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