Morir pegado a la cuña
Por JESUS SOSA CASTRO
En unos días más cumpliré ochenta y un años de
vida. ¡Un titipuchal! En este largo tramo, muchos momentos me han marcado: de
pequeño disfrutaba ver las estrellas acostado en petates de palma oyendo a mi
padre hablar de cómo orientarse viendo las estrellas; ver arar la tierra e ir sembrando
atrás del arado con mis pies pelones agrietados por el lodo y el maltrato;
vivir en una cueva en las faldas de una montaña ante la imposibilidad de contar con un techo; ser alumno de un maestro
rural, sabio, que a la fecha recuerdo con una enorme devoción; atestiguar los
estropicios que Leodegario Cortés, un campesino cristero de la Mixteca,
dedicado a matar, robar y violar en nombre de su religión
Fui,
así lo creo, un niño campesino feliz. De adulto primero y de viejo después
regreso frecuentemente a los tiempos en que siendo estudiante me apantallaban
los niños fifís, aquellos que llegaban con zapatos, mientras yo andaba con
huaraches. Siendo aún estudiante apoyé a los maestros encabezados por Othón
Salazar, me criticaban los sabios de entonces cuando en mis intervenciones no
hablaba con propiedad. Fui despojado de mi triunfo como Secretario General de
la Sociedad de alumnos por los charros de la Nacional de Maestros
Al
correr de los años he ganado en experiencia y en edad. Sin embargo, concluyo
que fue en el vientre de este monstruo, donde me hice hombre en la mejor
acepción de la palabra. En el DF nací a la vida política y cultural. Mi mayor
orgullo siempre estuvo ligado a un número indeterminado de luchadores por la
libertad y la justicia. Fui dirigente con Othón Salazar del Movimiento
Revolucionario del Magisterio. En Baja California donde trabajé unos meses,
conocí al ejemplar comunista Blas Manrique y participé en la fundación en ese
Estado, del Movimiento de Liberación Nacional que promovía el Gral. Lázaro
Cárdenas del Río.
Si
algunos contribuyeron a mi formación política tengo que mencionar a Arnoldo
Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta Lorenzana, Eduardo Montes Manzano, Demetrio
Vallejo, Valentín Campa y Blas Manrique. En contra del oscurantismo que se
vivía, logramos la legalización del Partido Comunista Mexicano. Allí anduvimos miles
y miles de mujeres y hombres poniendo por delante la mística revolucionaria,
sin miedo a las amenazas de la represión o la cárcel
Los
comunistas escribíamos, debatíamos, organizábamos a los obreros y exigíamos
justicia y libertad. Algunos de los “revolucionarios” de hoy, sólo les cautivan
las mieles del poder, pero nunca repartieron un volante o hablaron con los
obreros a la salida de las fábricas. En esos años, sin recursos, sin derechos y
perseguidos, la ciudad de México se cimbró con la presencia de la gente,
especialmente cuando logramos la legalidad del PCM y cuando tuvimos como
candidatos a la presidencia de la República a Valentín Campa y a Arnoldo
Martínez Verdugo
Pero
en esta última década mi largo andar ha sido llenado de hechos grandiosos.
Estoy participando en la construcción de un nuevo país con todo lo que esto
significa. Treinta millones de electores votamos por un nuevo proyecto de
Nación al que hay que defender. Ambicionamos hacer una nueva historia en la que
los niños, los jóvenes, los ancianos y el pueblo trabajador, ocupen el lugar
central de este esfuerzo inaudito. El triunfo del 1º de julio y la derrota de
la derecha con relación al aeropuerto de Texcoco ha sido sólo el primer paso.
Lo que sigue, tiene que ver con el cumplimiento de las propuestas de gobierno,
con el papel que debe jugar el partido, con la eficiente actividad
parlamentaria y con la atención que seamos capaces de darle a los que votaron
por el Proyecto de nación
Los
que murieron, se hicieron viejos o defeccionaron de la lucha revolucionaria, no
tuvieron tiempo de darle seguimiento a la historia. Algunos de los que quedamos
seguimos empeñados en cambiar las cosas. Mi sueño es ver a México gobernado por
el pueblo. Si eso ocurre, como ocurrirá, Moriré pegado a la cuña, a ese
aditamento tan rudimentario y tan importante que aprieta el timón y hace
posible el cultivo de la tierra. Si esto es lo único que puedo ver, me iré con
mi equipaje a cuestas, satisfecho de haber hecho algo por mi gente y por mi
país
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