Jugar sin miedo en un país otrora
acobardado
Por JESÚS SOSA CASTRO
No exagero si describo
algo de lo que pasó el 1º y el 2 de diciembre y lo califico como un hecho
extraordinario. Con seriedad y sin falsas solemnidades afirmo que el mar de
gente que acompañó a AMLO el día de su investidura como presidente
constitucional de nuestro país es algo tan importante que la izquierda ni nadie
pueden simplistamente considerar como un hecho más en la vida política de
México. La presencia de miles y miles de personas, representativas de todos los
sectores sociales, son una fuerza que gana espacio para expresar sus ideas, sus
sentimientos y visiones para transformar el mundo en el que vive. Tomo como
referente este hecho para dar mi opinión sobre lo que yo viví en este
maremágnum político y social
Estuve siguiendo con sumo
cuidado lo que ocurrió en el Congreso de la Unión y en el Zócalo de nuestra
ciudad capital el día 1º de diciembre. Muchas de las personas con las que
platiqué afirman que de los cientos de miles de asistentes al zócalo y calles aledañas
eran mujeres y jóvenes. Decir esto ya es en sí algo muy importante que conviene
analizar. Pero el hecho principal, a mi juicio, está en que de manera creciente
y a pesar de las recurrentes campañas de miedo y de confusión calculada, los
miles y miles de mujeres, jóvenes, niños y adultos, estaban participando por sí
mismos en uno de los acontecimientos históricos más grandes de las últimas
décadas. El rostro de estos seres humanos expresaba una alegría que les salía
del corazón y se afirmaban como partícipes de un proyecto de gobierno que a la
mejor aún no entienden a cabalidad
Pero este enorme
torrente de mujeres y hombres saltó la barrera que les ha impuesto por años la
cultura de la abyección. Dejaron de ser víctimas y presas de la pasividad, para
jugar un papel preponderante en la lucha entre los que queremos un país de
libertades y de justicia y aquellos que en sus cotos de poder o en la sombra de
la política le siguen prendiendo incienso a los conservadores, a los Maximiliano,
a los Miramón y a los Mejía. Hoy para derrocar a estos representantes del
oscurantismo, las mujeres y los hombres somos esa fuerza que se necesita, la que exige la
construcción inmediata de un partido que sea capaz de garantizar el éxito de
las propuestas de gobierno en las que están contenidos los sentimientos y
necesidades del pueblo
Gioconda Belli ya lo
apuntaba de manera perspicaz. Los ciudadanos empezamos a jugar “sin miedo en un
país acobardado en el que la valentía y el arrojo eran contagiosos como el
catarro. Bastó destapar la olla que llevaba años cociéndose en su propio barro
para que la esperanza dejara sentir su olor a hierbabuena” y justo, esto sucedió
el 1º de julio y el 1º de diciembre. El movimiento que generó las expectativas
que hicieron suyas treinta millones de mexicanos mostró un valor políticamente
incalculable. La afirmación de esta esperanza que el domingo dos de diciembre
hizo presencia en el zócalo capitalino no solo cimbró la conciencia política de
amplios sectores de la opinión pública, sino que se apersonó un sunami que urge
encausar, darle la dirección que necesita para así evitar que nos lleve a un
nuevo desastre
La aparición de este
fenómeno multitudinario está exigiendo de la izquierda revolucionaria un examen
profundo y responsable. Se trata de ver hasta qué punto esta izquierda está
capacitada para aportar ideas y propuestas para consolidar este enorme
movimiento popular. Necesitamos entender que si éste no se le encausa de manera
debida, si no construye su propia dirección política que responda a los
requerimientos del país, si no se aprecian los intereses y sentimientos de la gente, si
no se le rodea del apoyo necesario y de la experiencia política de quien la
tenga, entonces, el fracaso de este movimiento que dio la cara en los últimos
meses, puede convertirse en una derrota más para la izquierda y para el resto
de la sociedad
Yo tengo varias décadas
apostándole a la construcción de un partido revolucionario, de clase, que luche,
confronte y derrote a una burguesía en cuyas entrañas se contiene lo más
reaccionario y conservador que registra la historia. Pero mi esfuerzo, mi
trabajo y mi lucha, finalmente, se toparon con algo que no esperaba ver. Al
paso de los días y adherido a ese proyecto me encontré con mi gente, con mi
pueblo que ansiaba con todo el corazón que algo pasara para acabar con quien
por más de ochenta años habló en nombre de una revolución que desde su origen le
fue arrebatada a los mexicanos por aquellos que pronto se olvidaron de ellos
Esa gente que salió el
1º de julio, la que salió a librar el más importante combate en contra de esta
mafia rapaz, esa gente, es mi gente. Por eso estoy con ella. Cuestionando sus
debilidades, pero sufriendo a su lado los avatares que impone el esfuerzo por
derrocar a esta burguesía que siempre se había creído indestructible
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