La
política como dominación o como práctica democrática
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Una vez que restablecimos las relaciones entre compañeros de
lucha, suspendidas temporalmente por mí debido a indicaciones oftalmológicas,
dimos inicio a un debate interesante sobre el futuro de Morena. Yo daba por
hecho que la mayoría de los que empujamos el trabajo organizativo y político
durante los días aciagos del polenskismo, el nivel del debate había salido de
las prácticas rutinarias, de una discusión banal y de los estereotipos que se
habían apoderado de la mayoría de los cuadros del partido. Pero la cabildera y
estrecha capacidad política de la ex señora presidenta, pasmó la creatividad de
la militancia y la hizo perder la perspectiva y el estudio de los problemas
nacionales
La tarde noche del viernes 13 y por la mañana del 17 de marzo
mis amigos y compañeros radicados en Paris y en los Estados Unidos, nos pusimos
al habla telefónicamente para enterarnos mutuamente sobre el trabajo que
estamos haciendo en vista del séptimo Congreso Nacional que habrá de realizarse
el 19 de julio y en el cual se elegirán los nuevos dirigentes del partido. Me
dio mucho gusto conocer su enorme trabajo. Convocan, informan y organizan a los
militantes del exterior y el ánimo que se percibe es no solo distinto al que
prevalecía hasta antes del 26 de enero, sino que muestra una decisión colectiva
de convertir al partido en una fuerza que apoye las causas del pueblo. En otros
lugares del país también estamos trabajando en la idea de hacer de Morena el
instrumento que saque adelante el proyecto transformador que se viene empujando
por el gobierno federal y por la gente desde el 1º de diciembre del 2018
Sin embargo, durante este y otros conversatorios con
compañeros de partido, percibo que muchos de nuestros activistas y
constructores de la organización, no han entendido los cambios que le urgen al
partido y a sus políticas. No se estudia o no se comprende la situación nacional,
no se preocupan por descubrir el significado y los alcances del Nuevo Proyecto
de Nación, hay una incultura política que da pena ajena. La revolución
democrática que significó el triunfo popular el 1º de julio del 2018, tiene una
trascendencia que no se ha valorado ni por los dirigentes ni por los miembros
de Morena. Haber llevado a López Obrador a la presidencia de la República y
tener la mayoría en las cámaras del Congreso, no significa que hayamos logrado
el poder. Garantizar la consecución y el fortalecimiento de este proyecto, no
puede quedarse en haber logrado una revolución democrática. Hoy se requiere
revolucionarla al interior del partido y en los sectores que nos apoyaron y
apoyan en las políticas de transformación
Alcanzar este objetivo requiere que los “lideres “trabajen desterrando
las viejas prácticas del oportunismo, abandonen los intereses personales y se
pongan en sintonía con las tareas políticas, ideológicas y organizativas que
nos permitan asegurar que nuestro proyecto de nación, no solo trascenderá el
sexenio de López Obrador, sino que su avance y consolidación, sean la obra y el
trabajo del pueblo. A esto no le sirven los compromisos grupales, el
corporativismo y la clientela política. Los suspirantes de siempre ya no le
convienen ni al partido ni al proyecto. Muchos mostraron ser políticos
convenencieros, vividores del presupuesto y sin ninguna idea para construir
partido y una sociedad democrática. Ya no queremos autómatas levanta dedos que
sólo sirven para ejercer el dominio, control y mando sin comprender el papel
para el que fueron designados o votados por los ciudadanos. La mayoría ha reducido
la política a un ejercicio de administración burocrática que ya no empata con
lo que debe ser la función del partido. “Lo que hoy se necesita es una completa
y profunda renovación ética, teórica y práctica que acabe con el oportunismo,
los intereses personales y la corrupción política” (*)
Ha llegado la hora del pueblo, de los olvidados, del México
profundo. Ya no hay que delegar el poder a quienes no jugaron ningún papel positivo
en sus distintos encargos. Mandar obedeciendo es una vocaci6n que convoca a una
nueva generación de políticos que acabe con las grillas, las clientelas, el
grupismo, el arribismo y la cultura de vivir del presupuesto. Es la hora para
que el pueblo tome la palabra y entre a la acción como un actor colectivo. Si
revolucionamos la democracia, el pueblo y la militancia serán los constructores
de un nuevo país. Los que deben quedar fuera, son los corruptos, los
chapulines, los que hoy están desestabilizando al partido y poniendo en
entredicho la esperanza que en él depositamos la mayoría de los mexicanos
(*) 20 Tesis de política. Enrique Dussel, CREAL XXI, Internet
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