Las
fronteras entre la cultura, la justicia y la libertad
Por JESÚS
SOSA CASTRO
De manera recurrente, el presidente de la República y otros
machuchones de la política, hablan de que nuestro pueblo está muy avispado. Que
ya no es presa fácil del engaño, la insidia y la manipulación. Que la derecha y
sus instrumentos de control ya no operan con eficacia porque el pueblo ya
despertó. Quienes esto afirman tienen cierta razón. Pero… ¿esa politización de
la que se habla está fundada en el estudio de los problemas del país, en el
análisis racional de la cosa pública, en la asunción de una cultura que
profundice y dé valor ético a la política, para combatir de manera eficaz a la oposición
y a sus locuras? ¿No será que la simpatía del pueblo al proyecto que encabeza
López Obrador, se
debe, a los resultados positivos de un gobierno que tiene el timón de la nave
desde el 2018 y por eso, el apoyo popular es en realidad la adhesión al
obradorismo y no un sostén real a los partidos y dirigentes de la coalición, Morena,
Verde y PT?
¿No será que el rechazo de la gente a la incultura, a la
rabia de la derecha se debe a su incapacidad para formular propuestas que convenzan a
la gente de que ella es portadora de otro proyecto mejor, que no asoma el
rostro por ninguna parte del territorio nacional? ¿No será que el apoyo del
pueblo a la 4ª transformación SOLO expresa la fuerza política y moral del presidente
López Obrador y no la indispensable educación y cultura de su militancia para cerrarle
la puerta al oportunismo y al riesgo de que todo se nos caiga por el arribismo
de personas que ni siquiera saben que madre los parió?
¡El porvenir del país está en riesgo! La embestida nacional e
internacional del conservadurismo exige de los partidos de la coalición “Juntos
hacemos historia” no solo trabajar intensamente por la unidad entre ellos. Se
requiere dejar atrás la mixtura de una estela de raterías, irreverencias, y añoranzas
por los viejos tiempos donde las cosas importantes de la política, las decidía
el dedo del Señor o las cúpulas doradas. Ahora, ya es el pueblo el que empieza
a tomar las decisiones más importantes para el país
Sin embargo, los cambios en México no solo provocan ira,
rechazo y desesperación de los que perdieron sus privilegios. También les
provoca ansiedad porque fueron desplazados de un universo que les resultó
demasiado grande. No previeron que cuando el pueblo cultiva y desarrolla sus convicciones,
las organiza y las pone al servicio de su bienestar, sus ideas reverberan y
viajan más allá de sus fronteras, enseñándonos que la desigualdad y la
injusticia se combaten luchando, fortaleciendo nuestra cultura y nuestras acciones
por la igualdad, la democracia y la libertad
El mundo caótico, incierto y movedizo que vivimos no lo
podremos componer sólo con la participación mayoritaria del pueblo en los
procesos electorales. Necesitamos abrirle espacio a la cultura política, a la
educación y hacer de la información y la lucha, las armas fundamentales que den
sustento a nuestros ideales. Necesitamos convertir la lectura en el instrumento
que buscaba el escritor español Carlos Ruiz Zafón cuando puso en manos de la
juventud lo que los viejos de edad y de pensamiento convirtieron en El
cementerio de los libros olvidados. En cambio, la historia refiere que Alejandro
Magno, “el cazador de la inmortalidad, irradiaba la leyenda según la cual, su
historia favorita para contar junto al fuego, no eran las victorias militares
ni las conquistas del mundo, sino la extraordinaria aventura que le dejaban los
libros y los conocimientos encontrados en ellos” (1)
En México apenas y con trabajo, “se leen 3,8 libros al año y
de esos sólo se entiende el contenido de dos” (2) Cuando la mayoría del pueblo
supere esto, estaremos construyendo la base cultural necesaria que dé a las
luchas del pueblo un sentido diferente a su trabajo político. Tenemos que
ganarle la batalla a la abulia, a la intrascendencia de nuestras opiniones. Si
no nos preparamos en toda la acepción de la palabra, cuando el presidente López
Obrador termine su encargo, el obradorismo también terminará y la obra social
en la que nos empeñamos millones de mexicanos, puede sufrir un traspiés que no nos
lo merecemos. Entonces, avancemos en nuestra formación. Hagamos de los libros y
de las lecturas cotidianas el mejor soporte ideológico a nuestras posiciones
políticas. Alejandro Magno siempre dormía con un ejemplar de la Ilíada y una espada
debajo de la almohada. Nosotros, podemos hacer de los libros y de la política
nuestras armas principales. ¡La espada, la usaremos solo cuando sea necesario!
(¡) El infinito en un junco, Irene Vallejo, Siruela, Biblioteca
de ensayo
(2) Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía,
INEGI
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