El cuerpo
y el alma de las utopías mexicanas
Por JESUS
SOSA CASTRO
Del 13 al 16 de este último septiembre, vimos en el centro y
en todo el país, una expresiva manifestación de contento, de patriotismo y de una
desconocida, fraternidad entre distintos sectores del pueblo mexicano. Del lado
de los que perdieron el gobierno, los privilegios y los espacios los que lucían
su condición de lamebotas del presidente en Palacio Nacional, se quedaron disfrutando
desde sus casas, los sentimientos de la nación. En estos actos patrióticos hubo
representaciones de distintos países a los que abrazamos con todo respeto y
cariño. Su presencia contribuyó al encabronamiento de los engominados y señoras
copetonas que antes se pavoneaban como las codueñas del poder
En los tiempos de los gobiernos neoliberales, las fiestas
patrias requerían de un escaparate para exponer los recursos patrioteros, la
modernización de las armas y la preparación del ejército y la armada, soportes
de gobernantes repudiados. Curiosamente, la prole en rebeldía no se iba con la
finta. Le cobraba la afrenta el mismo 15 de septiembre y en muchos actos
públicos gritándoles espurios y represores. Los días posteriores, las protestas
cimbraban al régimen y criticaban el comportamiento policíaco militar que
habían mancillado, otra vez, los espacios del pueblo
Desde entonces a la fecha, se ha librado una lucha importante
por la recuperación de esos espacios que han sido el centro de luchas
históricas. El pueblo hoy, se está convirtiendo en un ejemplo a seguir. En las
calles y plazas hay una creciente franja social que defiende sus derechos y también
una pequeña franja de intelectuales que están al servicio de la transformación.
Están desenmascarando a los antiguos gobernantes que tomaron por asalto el
centro cultural y político de la nación
Los mexicanos siempre supimos cuál era el nivel cultural de esos
gobernantes. No hacía falta que lo estuvieran exhibiendo todos los días. Presumían
sus debilidades al través de un afrentoso desdén por los libros y por la
inteligencia del país. Se habían fabricado una fama en la que rebotaban los
elementos que, en políticas educativas, bibliotecas y bardas, sembraron con
enorme convicción popular José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. A esos
políticos del país, les falto siempre lo que Malala Yousafzai, hizo retumbar en
las paredes de la ONU el 11 de octubre del 2013, candidata al premio Nobel de
la Paz: “para que un país pueda triunfar -dijo- hay que educar a los niños,
tratar bien a los maestros, leer libros y usar lápices en lugar de fusiles.
Esto es lo único que cambiará el destino del mundo” (1)
En estas últimas fiestas septembrinas realizadas en el corazón
de México, el jefe del ejecutivo federal, ha puesto de relieve la cultura y la
historia, poniendo en juego las normas de la convivencia universal. La
conmemoración fue la presencia de la paz, la cultura y el contento de la
mayoría del pueblo mexicano. Quienes antes reclamaban derechos, prestaciones,
libertades y democracia son ahora los principales impulsores de los derechos
ciudadanos y de nuestras tradiciones culturales. Estos sectores, han
multiplicado sus filas porque las acciones de gobierno ya no les inspiran ni miedo
ni terror
Los funcionarios
públicos transmiten a la gente, aquello de lo que habló Ernest Cassirer en su
Introducción a una filosofía de la cultura “al lado del lenguaje conceptual,
lógico o científico, siempre hay un lenguaje de la imaginación poética” (2) Esto
lo están entendiendo los gobernantes porque en la mayoría de ellos hay
capacidad, entendimiento y cultura. Han entrado al cuerpo y al alma de las
utopías. Están recogiendo las voces del pueblo de aquí y de allá, están leyendo
las historias individuales, y hacen de ellas una historia general, en la cual
se puede oler y tocar el amor, la fraternidad y la esperanza
Antes, el mundo de
las letras le era ajeno a los políticos. Por eso siempre prefirieron tener
lejos a los que piensan, a los que leen, a los poetas. Lo que tenían cerca era
a los lambiscones, a los queda bien, a los represores. No eran capaces de
entender lo que Eduardo García Barros escribió: “Soñé que soñando estaba, porque
soñando debía, que aquel sueño que tenía, fuera el sueño que quería” (3) Los
personajes que mantuvieron el timón de México vivieron y actuaron en la oscuridad.
Pero hoy, en los parques públicos, jardines, y calles de la capital y del país,
ya corren los niños y descansan los ancianos. Ya estamos empezando a disfrutar la
felicidad
(1)información sacada de internet
(2)Filosofía de la cultura, Editorial FCE
(3)Citado por Elena Poniatowska, La noche de
Tlatelolco
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