sábado, 11 de mayo de 2024

 

La poesía y la literatura en los cementerios mayas

 Por JESÚS SOSA CASTRO

 

Caminar por la ribera maya tiene un encanto especial. Las aguas verdeazuladas, transparentes y limpias del Caribe mexicano, son tan hermosas como sus arenas blancas y sus selvas llenas de mitos y leyendas. Un día de no reciente mes y caminando con el sol abrasando sin misericordia mi cuerpo, visité unas grutas en las que los antiguos mayas enterraban a sus muertos. Un lugar venerable, limpio y con vestigios añosos de costumbres milenarias y tradiciones que, por fortuna, los hoteleros no han podido desaparecer. Los silencios que allí están albergados, solo se perciben porque la oquedad guarda celosamente los símbolos de esta importantísima cultura.

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En ese andar, llegué a la parte alta de una colina donde destacaban varias tumbas con torres y fachadas asombrosas. Seguramente allí descansaban los restos de la élite maya, de los sacerdotes o de los chamanes. En la parte baja del promontorio lleno de vegetación, había un boquete oculto que daba entrada al cementerio escondido debajo de la gruta.  ¡Fue algo inenarrable! El respeto, la admiración y el silencio, parecían desembocar en la angustia que seguramente se percibe cuando se está cerca de la muerte.

Allí comencé a leer un sin fin de epitafios, de versos y oraciones que guardan símbolos y reliquias que los mayas aportaron al mundo de ayer y de hoy. La fuerza de esta cultura es un espejo donde el orgullo, el respeto y su grandeza, no solo son un reflejo que los llenan de fervor, sino entendidos reclamos para que la gente no se vaya de largo ante su arte, su ciencia y su cultura. En ningún otro cementerio he encontrado un muestrario tan rico en estos símbolos. Cada tumba tiene un verso nacido de las entrañas del pueblo

Sus Dioses, sus mitos y sus costumbres encontraron aquí los espacios buscados, necesarios y suficientes para no dejar que los ríos subterráneos se llevaron sus insignias, sus retratos sociales y las ideas que, a pesar del olvido de muchos, su lucidez y su enorme capacidad intelectual, quedaron grabados para siempre en la historia, en sus pirámides, en sus grutas y en su poesía. Los mayas dejaron en piedras y tumbas, una especie de homenaje a la vida, a sus dioses y a la muerte

 

Ya por la tarde, me senté a la orilla de una cárcava. Al lado, un cenotafio a punto de caerse, triste, humilde, lleno de abrojos, de flores secas y de olvidos. Allí encontré lo que José Emilio Pacheco quiso dejar entendido acerca de la vida y de la muerte La poesía y la literatura, escribió, “son la clarificación de la abrumadora experiencia de la humanidad y el único lugar donde los vivos hablan con los muertos” Ya para irme del lugar limpié con mis manos la piedra terrosa y leí el texto escrito en la cruz ¡Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontrarás a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar! (*)

(*) Extracto de un poema de Antonio Machado

 

                                      

 

 

 

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