Ante el pasmo de Morena, ¿quién va a parar la rebelión?
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Participar en los procesos electorales -decimos muchos- tiene
sentido si en el fondo de esa lucha se contiene el necesario planteamiento de profundizar
la democracia, generar una participación radical que subvierta las viejas reglas
del poder y que ponga fin a las componendas, a los cacicazgos, al nepotismo, al
arribismo a la reelección y a los intereses personales. En esta ruta trabajamos
amplios sectores populares. El viejo sistema ya ha perdido el consenso social, se
ha olvidado de las demandas históricas del pueblo y Morena está paralizada.
Nuestro proyecto de gobierno está derrotando las pervertidas acciones de los
gobiernos neoliberales, pero a la vista, el partido ha perdido la iniciativa
política
El país está cambiando porque la mayoría del pueblo no se quedó
al margen de este esfuerzo. Está dando batallas trascendentes de resistencia y
lucha contra lo más nefasto de los antiguos regímenes. Las peleas entre el
pueblo mexicano y sus enemigos históricos pusieron de relieve la concurrencia
de aquellos sentimientos que por décadas no aparecían en la escena pública y
que hoy, con matices diversos, la inmensa mayoría considera que el cambio ya está
viéndose en el país.
Sin embargo, la transformación nacional de la que muchos hablamos,
no se corresponde con la actividad cotidiana que debiera encabezar el partido
Morena. Exceptuando el trabajo político e ideológico del presidente López
Obrador y de la presidenta Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, los dirigentes del
partido duermen la mona y papalotean con el pragmatismo electoral. Las
relaciones entre dirigentes y militantes no dan sentido a las luchas populares para
que se profundice el desarrollo de una conciencia social crítica y
participativa. No presenta iniciativas que ayuden a la militancia y al pueblo a
no pasar por alto los códigos de comportamiento colectivo que, según Barrington
Moore, “explican la pasividad o el instinto de rebelión con que los hombres
enfrentan determinadas circunstancias históricas” (*)
A la militancia le quitaron los espacios para discutir, destruyeron
sus estructuras, castraron sus iniciativas políticas y abrieron la puerta al desencanto
y a la no participación de las bases. En general, somos ajenos a la lectura y muchos
sólo chacotean en las redes sociales subiendo intrascendencias y fotos. Los
desencuentros y los intereses internos de personas y grupos no sólo están entrampando
al partido en cuestiones empíricas, están llevando a un desencanto creciente en
las filas del partido y a una preocupación explicable en aquellos que votaron
por la 4ª transformación
¿Dónde está el papel de sus intelectuales aportando cultura
política? ¿Por qué el mayor peso del trabajo electoral descansa en los
activistas y en un pragmatismo digno de mejor causa? ¿Por qué no se suman los
esfuerzos, las conciencias, las opiniones, los derechos y el trabajo para cambiar,
a fondo, el país? ¿Qué carajos nos está pasando?