Cuarenta
y cinco días en manos de un torturador
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Después de muchos años vuelven a mí hechos y recuerdos que
quiero documentar para que quede registro en los anales de la historia. Lo hago
no por vanidad o por masoquismo, lo que busco es desnudar las políticas
represivas e inhumanas de los gobiernos que sufrimos en nuestro país hasta antes del 2018.
Empiezo por decir que fui un militante activo de la insurgencia magisterial que
encabezó Othón Salazar a partir de 1957 y también un militante de la izquierda
comunista que luchó, siempre, en defensa de las demandas y derechos del pueblo
Durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría
Álvarez, en su calidad de Srio. de Gobernación, se dieron los momentos más perversos
y represivos contra líderes políticos y movimientos sociales. El jefe de una de
las secciones de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y del cuerpo conocido
como "Los Halcones” se llamaba Manuel Ramos apodado “el árabe” Este tipo fue
la pieza central en la organización de grupos de choque, específicamente en la
formación de una organización paramilitar entrenada para reprimir movimientos
estudiantiles y líderes disidentes. Este halcón y torturador me tuvo en sus
manos durante cuarenta y cinco días. Todo tipo de torturas en los sótanos de
Tlazcoaque fueron su proceder cotidiano
Un día de junio de 1973 iba por la calle de Misterios rumbo a
mi trabajo. A la altura de la Escuela Mier y Pesado dos autos policiacos me
detuvieron. Del que iba adelante del mío, se bajaron dos tipos con caras de
orangutanes. ¡Estás detenido, hijo de puta! Y sin más me tiraron en la parte
intermedia de los asientos, me cubrieron con una lona y pusieron sus pies sobre
mi cuerpo. Por un buen tiempo nos desplazamos por la ciudad sin saber hacia dónde.
Después de cerca de una hora me metieron a un portón en la parte sur del
aeropuerto de la ciudad de México, en el que después me enteré, les daban mantenimiento
a los aviones. Allí sufrí las primeras torturas físicas y las sicológicas en
contra de mi esposa y de mi hijo. Me exigían que informara quiénes y por qué apoyábamos
al movimiento subversivo encabezado por los maestros y por los comunistas
Los sótanos de Tlazcoaque fueron el espacio de torturas más inhumano
y salvaje que yo haya conocido. Ni siquiera la inmersión física en piletas de
agua con la idea de asfixiarme o los interrogatorios en el campo militar No.1, donde
me tuvieron por varios días en 2ª ocasión, se expresaba tanta bestialidad como la
que el “árabe” nos aplicaba a sus víctimas. En un espacio de 4x4 metros, siempre
húmedo, con un hoyo en el centro que recogía las heces de los presos, vivíamos
hacinados entre 10 y 12 personas tirados en las hojas del periódico “Alarma” En
las noches éramos sacados para ser torturados por los policías del “árabe” Me
es difícil describir lo que vi, sufrí y oí en esa cárcel clandestina. Sólo
quiero decir que un preso común apodado “El carrizos sufrió tanto como yo y terminó
siendo mi amigo. De esos que se guardan en el corazón y del que hablaré en otro
momento
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