Los
hijos de los días JESÚS SOSA CASTRO
Los hijos de los días
Un apunte sobre el libro de Eduardo
Galeano
Hay
días en que uno siente que la vida no tiene sentido. Lees la prensa, prendes la
televisión, oyes a la gente, y lo que encuentras son frivolidades y
estupideces. Los espacios sociales, políticos y culturales, están llenos de
tedio, desesperanza y abyección. Miras a tu alrededor y no encuentras salida a
nada de lo que te preocupa. ¡En el entorno sólo hay violencia y muerte! Ningún
filamento transfiere paz al corazón. Como un felino enjaulado te mueves de un
lado a otro y el sosiego sigue sin aparecer. Todo gira en torno de la banalidad,
la politiquería y la degradación. Tenemos un país adormecido, triste, hundido
en sí mismo. No mira hacia fuera. ¡Tiene miedo de ver sus propias miserias y
debilidades! Como que ha dejado de soñar y ha renunciado a esas utopías que lo
hacían invencible, alegre, luchador. Hoy en mucho es dependiente de quienes lo
tienen sumido en la orfandad cultural, económica y social. No quiere encontrar
el espacio para asirse de una historia distinta que lo libere y lo haga
trabajar por su futuro
Hastiado
de ver estas cosas, me fui corriendo a refugiar en mis libros. Esos entrañables
amigos que Carlos Ruiz Zafón documenta con arrogante elegancia en la Sombra del
viento, donde se refiere al cementerio de los libros olvidados. Desempolvar
esas letras, es develar historias que bien vale la pena hacer
nuestras. En esa búsqueda loca por agarrarse de algo que aliente las horas de
cansancio, me topé con Eduardo Galeano, cuyos libros siempre están llenos
de sueños y apuntes culturales. “Los hijos de los días´” me llevaron libro adentro,
y en sus páginas, encontré los elementos que me hacían falta para tener el
pretexto de hablar sobre algunas enseñanzas de mi padre. Al ir página tras
página, fue apareciendo el mundo que Alexander von Humboldt y Aimé Bomplandt
empezaron a hacer suyo en 1799 cuando, navegando por las inmensidades del mar,
descubrieron el camino hacia América guiados por la brillante estrella de La
Cruz del Sur
Encontraron
la Patria que harían suya con sus pasos y sus obras. Hombres que “no vinieron a
conquistar, sino a dar” ¡Y mucho nos dieron estos científicos aventureros!
Estas
notas de Galeano punzaron fuertemente mi ánimo y envolvieron mi debilitada
conciencia. Revivieron mis sueños libertos y me condujeron al inacabable deseo
de hurgar en aquellos viejos recuerdos de los lirismos culturales de mi
progenitor. El y las noches oscuras vividas en las montañas de la Sierra Madre
del Sur, tendidos sus hijos sobre petates de palma, sembraron en nosotros las
formas de guiarnos hacia los encuentros futuros por la libertad. Ponía como
faro conductor la refulgente luz de esa estrella que ya él conocía como la Cruz
del Sur. ¡Esta será la brújula de todos, nos decía! Desde entonces, en mi
caminar por el mundo la he llevado conmigo como mi linterna principal
A
la vuelta de mucho andar por estas viñas del señor, he visto caminos que
quisiera recorrer, montañas que quiero subir y libros que quiero leer. Tarde,
muy tarde, he empezado a entender el sentido de mis quehaceres ordinarios. Hoy
vivo compartiendo con miles de compañeros, la utópica posibilidad de ver mi
país en manos de líderes emergidos del pueblo. Sirviéndole a él, enseñándole a
luchar por la equidad y la justicia. Ando en pos de los sueños de César Vallejo
buscando hombres transparentes, sin importar que no sean “dueños de nada ni de
nadie, ni siquiera de sus certezas” Quiero sentir el orgullo de mostrar mi cara
al viento, para percibir el cruce incontrolable de los aires libertarios que
hoy se hacen volutas en una geografía llena de corruptos e incompetentes.
El
desánimo que nos corroe al ver tanta inmundicia, corrupción y decrepitud en las
filas de los políticos que desgobiernan el país, no debe conducirnos a arriar
nuestras banderas de lucha para lograr un cambio verdadero. A medida que el
tiempo se agota, más ideas hay que desarrollar y más trabajo tenemos que hacer.
La brega es larga pero siempre será importante tener la disposición de seguir
caminando hasta alcanzar lo que nos falta. Si hemos de hacerlo pocos, no
importa. Los indecisos se irán sumando en el camino. Lo haremos convencidos de
que en este trajinar, seguirá con nosotros el instrumento celeste con el que se
orientaba el padre de la Geografía Moderna Universal y también mi padre, que
mirándolo en esa oscuridad, le daba sentido a sus largas noches de insomnio. La
brújula azulina que estos hombres utilizaban con cierto pudor religioso,
seguirá siendo nuestra guía hasta el punto en que de manera natural y con la
modestia del caso, tengamos que entregar las cuentas de nuestro trabajo
Estoy seguro que no habrá espanto ni
regocijo por las luchas que vendrán. Todos los que estamos trabajando por
cambiar el país, sabemos y entendemos hacia donde nos dirigimos. Vamos asidos
brazo con brazo para construir otra historia. La historia que recogerá los
nuevos sentimientos de la nación. Ya la estamos cultivando y procedemos a meter
en sus alforjas, las pasiones y las ideas que han sido por siempre, las fuentes
de nuestras locuras y de la eterna querencia por rescatar los destinos de
México. Los pasos que nos faltan por andar, sabrán llevarnos a esas estrellas
que descubrieron Alexander von Humboldt y Aimé Bomplandt en su camino hacia
América y que las consejas empíricas de mi padre sobre la luciente estrella en
forma de Cruz, hicieron posible que yo la llevara por décadas, como un
faro que alumbraba las negras noches de mi vida
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