Por primera vez no sé cómo decir lo
que traigo por dentro
Por JESÚS SOSA CASTRO
Son las cinco de la
tarde del martes 21 de junio y todo yo soy una desolación. No es solo la
tristeza que siento por este país y por lo más genuino de su gente. Fui maestro
como miles de los que hoy arrastran sus
pies por las calles y cerros de México, perseguidos por las hordas policiacas
que comandan los gobernantes espurios de nuestro país. Ni en los peores tiempos
del callismo, ni en los años de oscurantismo porfirista, se conoce un trato tan
bestial como el que ahora viven los
maestros. Durante más de 80 años los priistas hicieron lo que quisieron y el
pueblo aguantó y aguantó. Pero un día el hambre y la injusticia lo reventaron
por dentro y por fuera y ahora no los pueden parar a pesar de la represión y la
muerte. Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, son la punta de lanza en busca
de la dignidad y de sus derechos largamente pisoteados
En esto andaba después
del 5 de junio cuando me vino una crisis personal que me quitó paz y sosiego
para leer y escribir. Me encuentro muy cansado y con una salud bastante
precaria. Hoy me fui al médico y los análisis de laboratorio indican que parte
de mis dolencias deviene de lo que se me ha acumulado en el alma durante muchos
años de luchas, de confrontaciones estériles sin que en mi horizonte
aparecieran con nitidez mis molinos de viento. Me duele no estar en condiciones
de seguir dando lo único que he tenido en la vida: mi tiempo y mi trabajo para
que mi pueblo, ese del que provengo, tenga la oportunidad de vivir algo mejor
Pero mi voluntad y mis
dolencias morales no conducen a cambiar las cosas de manera voluntarista. Las
cuestiones relacionadas con el poder político sólo pueden desarrollarse si
reúnen las condiciones objetivas y subjetivas. No es suficiente la represión y
el hambre para que un pueblo se decida a tomar las cosas en sus manos y mande
al carajo a los explotadores y asesinos que se han adueñado de ese poder. Hace
falta contar con el partido, con ese instrumento que le dará sentido y
dirección a una lucha que parece venir desde el Sur. Pero justo en este punto
se amontonan mis desengaños, mis frustraciones. Luchas importantes han pasado
frente a mí y la mayoría de ellas se han perdido porque sus dirigentes han
actuado con mezquindad y con soberbia. Son dueños de sus grupos, de sus
resistencias, de sus aciertos y de sus fracasos. Están perdiendo la guerra porque
no han sabido articularse ni tienen la humildad de reconocer que solos, no van
a llegar a ninguna parte
Se anuncia un nuevo
intento de diálogo entre los maestros y el gobierno federal. Yo creo que nada
positivo va a salir de él. Sin embargo, me da un enorme gusto que finalmente se
vuelvan abrir las posibilidades de encontrar una solución negociada y poder
disfrutar del zócalo, de las plazas públicas, de la libertad que los burócratas
priistas y perredistas nos han arrebatado a la mala. Son espacios de la gente,
no de sus gorilas
Termino de escribir
estas líneas diciendo a mis lectores que nunca antes me había costado tanto
trabajo escribir algo para SDP. Hoy algo traigo atorado entre pecho y garganta.
El dolor que me embarga no es físico ni mental, pero es un dolor que se me
atraviesa a cada segundo estorbando el paso de mis ideas y de mis querencias.
Ustedes sabrán disculparme, pero espero que el miércoles se produzca el
encuentro entre la inteligencia y la bestialidad gubernamental y se desatoren
los problemas que preocupan a la gente. También apuesto a que el día domingo 26
de junio, las mujeres, los jóvenes, los niños y los adultos mayores recuperemos
los espacios que hoy tienen secuestrados la policía y los gobernantes. Ese
sería el destrabe con el que mi ánimo volvería a recorrer mis averiadas venas.
Porque lo que hoy vive el país, es la asfixia total
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