miércoles, 22 de junio de 2016

Por primera vez no sé cómo decir lo que traigo por dentro

Por JESÚS SOSA CASTRO

Son las cinco de la tarde del martes 21 de junio y todo yo soy una desolación. No es solo la tristeza que siento por este país y por lo más genuino de su gente. Fui maestro como miles de los que hoy arrastran  sus pies por las calles y cerros de México, perseguidos por las hordas policiacas que comandan los gobernantes espurios de nuestro país. Ni en los peores tiempos del callismo, ni en los años de oscurantismo porfirista, se conoce un trato tan bestial  como el que ahora viven los maestros. Durante más de 80 años los priistas hicieron lo que quisieron y el pueblo aguantó y aguantó. Pero un día el hambre y la injusticia lo reventaron por dentro y por fuera y ahora no los pueden parar a pesar de la represión y la muerte. Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, son la punta de lanza en busca de la dignidad y de sus derechos largamente pisoteados
En esto andaba después del 5 de junio cuando me vino una crisis personal que me quitó paz y sosiego para leer y escribir. Me encuentro muy cansado y con una salud bastante precaria. Hoy me fui al médico y los análisis de laboratorio indican que parte de mis dolencias deviene de lo que se me ha acumulado en el alma durante muchos años de luchas, de confrontaciones estériles sin que en mi horizonte aparecieran con nitidez mis molinos de viento. Me duele no estar en condiciones de seguir dando lo único que he tenido en la vida: mi tiempo y mi trabajo para que mi pueblo, ese del que provengo, tenga la oportunidad de vivir algo mejor
Pero mi voluntad y mis dolencias morales no conducen a cambiar las cosas de manera voluntarista. Las cuestiones relacionadas con el poder político sólo pueden desarrollarse si reúnen las condiciones objetivas y subjetivas. No es suficiente la represión y el hambre para que un pueblo se decida a tomar las cosas en sus manos y mande al carajo a los explotadores y asesinos que se han adueñado de ese poder. Hace falta contar con el partido, con ese instrumento que le dará sentido y dirección a una lucha que parece venir desde el Sur. Pero justo en este punto se amontonan mis desengaños, mis frustraciones. Luchas importantes han pasado frente a mí y la mayoría de ellas se han perdido porque sus dirigentes han actuado con mezquindad y con soberbia. Son dueños de sus grupos, de sus resistencias, de sus aciertos y de sus fracasos. Están perdiendo la guerra porque no han sabido articularse ni tienen la humildad de reconocer que solos, no van a llegar a ninguna parte
Se anuncia un nuevo intento de diálogo entre los maestros y el gobierno federal. Yo creo que nada positivo va a salir de él. Sin embargo, me da un enorme gusto que finalmente se vuelvan abrir las posibilidades de encontrar una solución negociada y poder disfrutar del zócalo, de las plazas públicas, de la libertad que los burócratas priistas y perredistas nos han arrebatado a la mala. Son espacios de la gente, no de sus gorilas
Termino de escribir estas líneas diciendo a mis lectores que nunca antes me había costado tanto trabajo escribir algo para SDP. Hoy algo traigo atorado entre pecho y garganta. El dolor que me embarga no es físico ni mental, pero es un dolor que se me atraviesa a cada segundo estorbando el paso de mis ideas y de mis querencias. Ustedes sabrán disculparme, pero espero que el miércoles se produzca el encuentro entre la inteligencia y la bestialidad gubernamental y se desatoren los problemas que preocupan a la gente. También apuesto a que el día domingo 26 de junio, las mujeres, los jóvenes, los niños y los adultos mayores recuperemos los espacios que hoy tienen secuestrados la policía y los gobernantes. Ese sería el destrabe con el que mi ánimo volvería a recorrer mis averiadas venas. Porque lo que hoy vive el país, es la asfixia total    



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