Terremoto, burocracia y ciudadanos
Por JESÚS SOSA CASTRO
Confieso que nunca
había visto un sismo como el del 19 de septiembre del 2017. Había sentido el del
28 de julio de 1957 cuando se cayó el ángel de la independencia y el que se dio
hace 32 años también un 19 de septiembre. Los otros sólo me los habían
platicado o en su caso ni siquiera los había sentido. Ayer, a eso de la 13.30
de la tarde iba con mi esposa a comer cuando empezó a sonar la alarma. Yo pensé
que estaban repitiendo el simulacro para recordar lo que pasó hace más de tres
décadas. De pronto el auto y los árboles se movían como un barquito de papel.
Los edificios de al lado, los árboles y cables de alta tensión iban y venían
como si un mar embravecido estuviera mostrándonos su enorme potencial
destructivo
Paramos el auto que sin
control se movía al mismo ritmo en que parecía que la tierra quería reventar
por alguna parte. Al mismo tiempo veíamos que varios edificios comerciales y hospitales
que están por la zona donde estábamos, se movían caprichosamente como si fueran
de papel. En menos de medio minuto cientos de personas salieron a la calle
llenos de pánico. No concebíamos, nadie, que treinta y dos años después, justo
el 19 de septiembre, la ciudad de México volvería a ser víctima de otro
terremoto parecido al de 1985
A partir de ese momento
la zona se volvió un caos. Los semáforos dejaron de funcionar, el mobiliario
que Miguel Ángel Mancera tiene tirado por todas partes para esconder los hoyos
que está haciendo por toda la ciudad, se convirtió en un estorbo más a la
circulación. Los cientos de miles de autos y transportes pesados que se mueven
por la entrada norte rumbo al centro de la ciudad, se convirtieron en una
trampa inamovible. Nadie podía huir hacia ningún lado. Después de casi una hora
que nos tomó recorrer un kilómetro, llegamos a la casa para ver de otra manera
lo que habíamos visto en la calle. Nuestros vecinos fuera de sus casas, los
perros ladrando, las madres corriendo hacia las escuelas donde estaban sus
hijos
En el interior de
nuestra casa varias cosas se cayeron. Por fortuna ésta fue construida con
cimientos de los que antes se hacían por albañiles profesionales. Apenas había
pasado hora y media cuando por internet y por televisión empezamos a ver la
enorme tragedia que había vivido la ciudad y su gente. Comenzaron a darse los
reportes de los edificios colapsados y de las víctimas rescatadas a los pocos
minutos de haberse dado el terremoto. ¡Ciento treinta muertos y creciendo su
número!
Dos hechos aparecieron
nuevamente en esta tragedia. El gobierno federal y el de la ciudad, Peña Nieto
y Mancera fueron rebasados completamente por este y otros acontecimientos. Su
actuación lamentable. Lo que les importa es su imagen. Dar la impresión de que
están pendientes de sus gobernados cuando lo que impera es la demagogia. No le
dan la cara a la gente porque saben del desprecio que siente por ellos. No
están presentes en las tragedias porque estarían expuestos a su repudio sino a
violentar más los acontecimientos cuando para moverse frente al pueblo, tienen
que llevar consigo a un montón de lambiscones, guaruras y miembros del ejército
para cuidarlos del justificado encabronamiento de la gente. Por eso ni Mancera
ni Peña Nieto estuvieron ayudando a encontrar a las víctimas que quedaron
atrapadas bajo los escombros de edificios, escuelas y centros de trabajo.
¡Simplemente se escondieron!
El otro hecho, tiene
que ver con los ciudadanos de nuestra ciudad. Cientos de mujeres, hombres,
jóvenes y niños se aprontaron a los lugares donde se cayeron los edificios y
con todo tipo de herramientas y sin ellas, empezaron a remover los escombros
para sacar a las víctimas de los escombros. La cultura y la sensibilidad de los
ciudadanos de nuestra ciudad, contrasta con la concepción burocrática,
arribista y corrupta de los funcionarios de todos los niveles y de todos los
partidos. En pocos minutos cientos de estos ciudadanos rescataron a varias
personas sin mayor apoyo que su convicción de solidarizarse con su gente. Nada
que ver con los que tienen en sus manos la protección civil y los controles del
gobierno. Los fondos que cubrimos con nuestros impuestos para atender este tipo
de desastres naturales, se los roban toda esta bola de parásitos y mantenidos.
Por lo demás, yo siento orgullo y respeto por esas mujeres, hombres, jóvenes y
niños que estuvieron a la altura de este momento de tragedia natural. A los
burócratas del gobierno y de los partidos, solo les dejo todo mi desprecio
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