Los atracos de Graco
Por JESUS SOSA CASTRO
Agobiado por el smog, la
politiquería de lidercillos y del tedio que impone la Ciudad de México
gobernada por el inepto Miguel Ángel Mancera, me fui a dar una vuelta por el Estado de Morelos en
busca de otros aires. Lo que encontré fue el abandono, los latrocinios y la
inseguridad que Graco Ramírez le ha infligido al Estado, ahora el más inseguro
y violento de todo el país. Ya andando en esas seguí la ruta del sur oriente
donde el sismo del 19 de septiembre último se cebó en contra de los pobres.
Graco, un chucho de abolengo, le ha dado el golpe de gracia a este pueblo
heroico sin la más mínima mesura política. Como quien no quiere la cosa puso a
su esposa y a su hijastro a llenar las bodegas del DIF con los apoyos que el
pueblo y el mundo donaron a los damnificados y que ahora, con “buen tino” este
engendro de la política quiere poner esos recursos al servicio de su entenado que aspira a ser gobernador. Ya estando en Jojutla
me llamó la atención el caminar sonambólico de un montón de niños, que en su
rostro se juntaban las lágrimas, la mugre y la orfandad
Me paré a la orilla de la calle y procuré acercarme a ellos
sin generar actitudes que inhibieran la pequeñez emocional de estos niños tan
solos y olvidados por la sociedad y por
los funcionarios públicos, cada vez más entretenidos en buscar las formas de
legalizar sus fortunas amasadas con nuestros impuestos. Una vez que los
chiquillos entraron en confianza conmigo pude observarlos y vi que de sus caras
se desprendían sin mayor esfuerzo las lágrimas de esos ojos infantiles tan
llenos de miedo y horror que la sociedad los ha obligado a vivir
A medida que la plática se iba haciendo larga y profunda, las
lágrimas de una pequeña se escurrían
rostro abajo sin que nadie las pudiera detener. De momento pensé que María
estaba utilizando esos recursos a los que muchos niños recurren cuando un apuro
se ha convertido en una simulación para sacarle ventaja a una manera obligada
de existir. Pero ¿y las lágrimas? Estas no eran fingidas, brotaban de manera
real, se veía que la niña sufría, que en su alma ya no había espacio para
sosegar su angustia, su soledad y su dolor. ¡A esas alturas la niña me había
roto el corazón! ¿Quiénes son tus padres, dónde vives? Pregunté estúpidamente,
como si una niña en estas condiciones pudiera tener las respuestas que yo
andaba buscado. Mis padres murieron en el temblor de septiembre y lo que era
nuestra casa, se calló. Mi hermano y yo vivimos en esos escombros. ¡Lo decía como retorciéndose
como si le diera vergüenza compartir sus sentimientos con un desconocido
Se me encogió el corazón ante tamaña desgracia y ante
la enorme suma de todas las dignidades que no encuentran la ruta de cómo
hacerle llegar a Graco todas las mentadas de madre que se ha ganado a pulso en
estos seis meses de latrocinios y desgobierno. Miré a mí alrededor con el deseo de encontrar a alguien más
que me pudiera explicar la angustia y las razones para no atender a estas
criaturas ¡Pero no! Nadie se paraba siquiera por curiosidad
Me quedé patidifuso sin saber qué podía hacer. Nunca como en este
día observé con tanta nitidez el surgimiento de este viejo fenómeno social. Según
estudio hecho por http://institutopermacultura.wordpress.com/ en el país hay diez millones de
niños y jóvenes menores de dieciocho años trabajando y viviendo de la calle. La
inmensa mayoría ha perdido su identidad, ha sido expulsada de su familia, y de
su entorno cultural. Son niños golpeados, abandonados por sus padres. Esto y la
falta de futuro, es lo que conduce a la marginalidad y la violencia. Por eso
resulta intolerable la insensibilidad de los gobiernos, el abandono en que
tienen a los pobres y la méndiga conducta de los políticos rastreros y
corruptos como Graco Ramírez, Peña Nieto y un universo de gobernadores y funcionarios
públicos, todos, incapaces de resolver estos problemas. ¿No se han dado cuenta estos
señores de lo que está ocurriendo en los hogares de los asalariados y en las
urbes de México? ¿Han visto por casualidad lo qué pasa en el campo, en los
pueblos y en las carreteras nacionales? ¿Han tratado los señores del poder, de
explicarse el por qué en cada pueblo, ciudad o calle crece el ejército de
niños, jóvenes y adultos que viven de la mendicidad? ¿Se están dando cuenta del
hartazgo que sus políticas están produciendo en las entrañas del pueblo? ¡Yo
creo que no! Por eso siguen siendo tan estúpidos estos hijos de puta!
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