Entre mitos y ritos, hablemos de muertos
Por JESÚS SOSA CASTRO
La noche del dos de noviembre, según el escritor Eduardo
Galeano, es la confluencia feliz de los vivos con los muertos. En este
encuentro se come, se bebe, se baila y se establece una comunicación entre las
partes para ponerse mutuamente al corriente de los chismes y las novedades del
vecindario. También está presente la inminencia de algo envuelto en misterio que
viene y se transfigura en el fondo de nuestros sentimientos. Tanatólogos
y estudiosos de las costumbres y tradiciones sobre el día de muertos, han
desprendido de la historia de pueblos y regiones de México, una serie de hechos
que muestran la fe, los mitos y las manifestaciones culturales que, por centurias,
caminan por nuestro territorio. De hecho, en todos los países del mundo se
manifiestan rasgos importantes de una variada cultura de vida y de muerte
Yo recuerdo que mis muertos y los
de mis ancestros, significaban mucho en nuestras tradiciones y mitos. En esta celebración
los festejos y comelitones rodeaban las mesas de casa con un sinfín de viandas
que los muertos y los vivos, disfrutábamos de lo que se ha sembrado por la
humanidad. Pero este fenómeno comienza a ser aterrador. La siniestra política del
capitalismo salvaje ha deshumanizado y pervertido esta tradición. Los miles y
miles de muertos, torturados y desaparecidos de los que habla la ONU, fueron
llevados a ese sacrificio por las políticas depredadoras de los gobiernos priistas
y panistas, especialmente de los de Díaz Ordaz, Echeverría, Vicente Fox, Felipe
Calderón y Enrique Peña Nieto. Los tiempos del humor mexicano al que se refiere
Galeano, se han envuelto de luto, de encabronamiento y de furia
Aún así, la tradición nacional, con rasgos específicos
en pueblos y regiones del país, ha seguido llenándose de colorido, de cultos manifiestos
y de interpretaciones diversas sobre el tema de la muerte. Lo que hoy pasa en
el país, arroja una mixtura de alegría, pasmo y escalofrío. Ese sentimiento explicable
por traer de regreso a nuestros muertos es hoy una expresión memoriosa,
colectiva, que nos llena de coraje y de impotencia. Por eso, y como desagravio,
el pueblo llena de flores las tumbas de todos los panteones. Hay una enormidad
de rituales que recogen del alma y de las prácticas religiosas y paganas ese
ejercicio misterioso que nos remueven las fibras del corazón. El mole, el cempasúchil,
el pan, el aguardiente, las frutas, el copal, el incienso, las velas y los rezos,
siguen presentes en estas tradiciones. Estos paisajes llenos de lirismos
poéticos y de costumbres que se niegan a desaparecer, cobran vida a pesar del
paganismo y del dinero
En estas fechas se han agregado
otros muertos que también son nuestros muertos. Son los muertos de la burguesía.
Los dos últimos sexenios acabaron con el derecho a la vida de más de ciento
veinte mil personas. Para Calderón y Peña Nieto, terminar con la violencia y la
muerte, siempre fue un problema de cuántos más cuántos soldados y policías hay
que poner en la calle. Su falta de talento y de olfato político sólo ha incrementado el desasosiego y la incertidumbre de la población. Han hecho de
pueblos y calles un cementerio y un recorrido mortuorio de cientos de personas
que son metidos en refrigeradores ambulantes
Estos miles de muertos han sido
sembrados por los gobiernos ilegítimos por todas las ciudades y pueblos de
México. Niños, jóvenes y mujeres han sido las víctimas principales de esta
guerra sin sentido, sin contar los que han perdido la vida como resultado de la
incapacidad gubernamental para resolver los desastres naturales y atender a
quienes se están muriendo de hambre. Los que han caído por las balas asesinas
del crimen organizado, policías y militares, no tuvieron tiempo para hacer
efectivos sus derechos humanos. Quienes deberían proteger al país y guardar el
orden interior, se han convertido en violadores de la legalidad y en alcahuetes
del poder transnacional
El grito de “estamos hasta la
madre de la violencia y de la incapacidad del gobierno para resolver estos
hechos” oscurece diariamente el trabajo y la paz de un pueblo que exige justicia
y dignidad. Nuestros muertos que hoy recordamos son los muertos de un gobierno
imbécil, criminal, murieron como resultado de una estrategia absurda, de una
impunidad atroz y terrible. Aparte de los 120 mil que han muerto como resultado
de esta guerra no declarada al pueblo de México, Peña Nieto tendrá que
responder de los miles de fallecidos como resultado de la pobreza y de su
política antipopular. ¿Qué explicación nos va a dejar ahora que está a punto de
irse a jondear gatos de la cola? Se apegará al dicho de los defensores del
sistema, que asumen que los difuntos son los de la élite, mientras los otros,
los que se mueren en las montañas, los que pasean en tráileres refrigerados,
los que fallecen por hambre, los que son arrastrados por los ríos o aplastados
por los cerros, esos, ¿sólo son unos pinches muertos? ¿Qué explicación tiene
Peña Nieto sobre esta montaña de cadáveres?
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