El día de
la tierra
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Justo al lado de la pandemia del Covid 19, han aparecido una
serie de hechos que la gente les está dando vuelo. Algunos de estos son reales,
están en fotos y videos. Se dice que nunca como ahora las aguas de los mares se
están limpiando, que algunas de las especies que allí habitan saltan de
contento porque han vuelto por su libertad, que otros animales vuelven a sus
espacios que el hombre les había arrebatado. Que la contaminación ha cedido su
lugar a la pureza del aire, que se ha hecho importante la relación entre los
integrantes de la familia ahora que están juntos. El único que parece que no
cambia, que se aferra a seguir destruyendo al planeta, el que ha creado maravillas
tecnológicas para gloria y placer de la humanidad, el que ha construido instrumentos
de guerra y pandemias mortales para acabar con su propia existencia, es el
hombre. Es este animal político el que sigue hablando de mantener el sistema
económico-social a pesar de que éste ha sido convertido en un instrumento de
muerte
La gente que en los primeros días de pandemia se burlaba de
Susana Distancia, empieza a tomar en serio al coronavirus y ya ha puesto en
cuarentena su propio recato. El contagio no es una borolada, es algo real que nos
puede matar. A poco más de dos meses de que este virus macabro empezó a corroer nuestro ánimo, empezamos a
vivir una crisis económica y sanitaria que no conocíamos. La gente está sacando
la casta, aunque bajo la realidad vestida de confianza, trae pegados la
angustia y el miedo
Hoy que las aves han vuelto a los pocos árboles de las ciudades,
a los campanarios, a los lugares donde les habíamos quitado sus espacios, sus
granos y su agua, el hombre siente que ha hecho mal en atropellar sus derechos.
Muchas de estas aves yacían muertas en las calles sin que nadie se apiadara de
sus restos. La posibilidad de cambios en la naturaleza, en el sistema que ha robotizado
al hombre y trastocado su creatividad, está en entredicho. Millones de
toneladas de basura las echamos a los ríos, a los lagos y al mar, contaminando
el aire, el agua y la vida. No nos importa el calentamiento solar, la
desaparición de las especies, llenar el mundo de hambrientos y de pandemias. Algo
está mutando en contra de la humanidad sin que ésta repare en sus consecuencias.
Desoímos a los científicos y a los humanistas que por años nos han venido previniendo
de que nos estamos acercando a una catástrofe humanitaria y ambiental
Hoy, los resultados de este cataclismo están recorriendo los
cinco continentes mientras yo, tengo echado mi tiempo y mi ánimo en las cuatro
paredes de mi casa. No hay desesperación ni desánimo porque he convertido la
lectura en un instrumento de placer y de lucha. Las Fake News de los imbéciles
que financia la derecha empresarial, la partidista y los medios convencionales,
han querido horadar mis sentimientos, pero han resultado más fuertes mis
convicciones y mi honor que el golpismo vulgar de los mercenarios de la
política. El pasado corrupto y banal, no va a pasar
Para no caer en la histeria y desesperación, me he abrazado a
mis libros para encontrar en ellos los hilos que me lleven a un estadio donde
la mezquindad y la basura políticas no me entren por ninguno de los sentidos. Hurgué
en mi biblioteca y me encontré con un Viaje alrededor del Quijote de Fernando
del Paso y con Los hijos de los días de Eduardo Galeano. ¡Un deleite leerlos un
rato uno y un rato el otro! La prosa de ambos es una construcción literaria que
te cautiva y te invita a seguirlos leyendo. La sombra de las mentiras, los
odios y el golpeteo contra el presidente, ceden de inmediato a la capacidad
imaginativa e intelectual de estos escritores. Aunque de cuando en cuando mi
corta visión produce lágrimas que escurren cuesta abajo como huyendo de la
vejez de mis ojos, los libros siguen pegados a mi como si fueran los hijos de
mis días
El encanto de las letras de estos dos autores me regresaba a
otros tiempos. Mi pasión por seguir sus letras crecía al mismo ritmo que escarbaba
en su contenido profundo. Me olvidé del coronavirus, de los imbéciles de
Alatorre, de la Dreser, de Loret, de López Dóriga y demás renacuajos de las
Fake News. Volví a la hermosa lírica del escritor uruguayo y puse punto final a
mi escrito recogiendo el pensamiento que Galeano le acredita al físico alemán Albert
Einstein: “Si las abejas desaparecieran, ¿cuántos años de vida le quedarían a
la tierra? Porque sin estos insectos no hay polinización, sin polinización no
hay plantas y sin plantas no hay vida” ¡En este punto, cerré el libro! Ya en el
lugar de mi descanso nocturno me preguntaba ¿cuánto tenemos que hacer para que
en lugar de guerras y pandemias podamos disfrutar de la paz y de la hermosura
de la tierra con todo lo que tiene?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario