La nueva
normalidad. ¡Una interpretación personal!
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Con motivo de la pandemia, el gobierno de la República está
planteando que, dadas las circunstancias, vamos a entrar a una Nueva
Normalidad. Se dice con frecuente recurrencia que esta transición, obedece a
que el virus Covid- 19 va a vivir con nosotros por tiempo indeterminado, que en
una sociedad alimentada con comida chatarra varios tipos de virus le producen
efectos devastadores, que es consumidora empedernida de bebidas azucaradas, que
en general, no hace ejercicio, la mayoría es obesa e hipertensa y, por lo
tanto, vulnerable en grado sumo a las enfermedades crónico-degenerativas y a
las pandemias como la influenza y el coronavirus
En el imaginario colectivo hay suficientes razones como para
empezar a cambiar no solo los hábitos alimenticios sino la cultura y la
mentalidad de un individualismo neoliberal en el que, por encima de las
personas siempre estuvo el interés por el negocio, el mercado y la usura. Grandes
empresas industrializadoras de alimentos y bebidas, nunca les importó la salud
y el bienestar de la mayoría de los mexicanos. El virus que nos tiene en vilo en
México y en varios países del mundo, nos obliga a entrar a una etapa que
requiere poner en juego una nueva concepción de la vida. Cambiar nuestros
hábitos que nos impuso la ortodoxia neoliberal, así como las conductas a las
que nos sometió la otrora vieja normalidad, se han convertido en las exigencias
de los nuevos tiempos
Pero hagamos el intento de ubicar los problemas a los que nos
vamos a enfrentar. Un cambio en nuestros hábitos y procederes sociales, no es
poca cosa. Por siglos, se nos impuso una cultura que llevaba en sus entrañas la
tesis de que el hombre, hablando genéricamente, era un ser gregario por
excelencia, cuyas demandas y servicios, sólo podían ser satisfechos viviendo en
comunidad. Su consecuencia, llevó a un confinamiento en grandes ciudades,
pueblos y rancherías en los que se generaron costumbres, culturas, hábitos, leyes
y enfermedades que normaron su vida para bien y para mal
Todo esto en su conjunto, dio origen a una institucionalidad
en la que, para convivir, eran necesarias las normas jurídicas, sociales y
culturales que permitieran el desarrollo civilizatorio y armónico de quienes habían
convenido asumirse como integrantes de esa colectividad. Sin embargo, el
negocio y la voracidad de las industrias del consumismo, especialmente de los
alimentos industrializados, las bebidas azucaradas, la cosmetología, los
fármacos milagrosos, y la industria del entretenimiento, entre otras, se impusieron
sin ninguna consideración sanitaria ni ética para envenenarnos física y
mentalmente. Nos arrolló una propaganda enfermiza que derivó en padecimientos
crónicos contra niños y adultos que hoy repercuten en las pandemias que azotan
a la humanidad
Es tiempo de cambiar las formas de cambiar. Si hemos arribado
a esta conclusión, veamos cuáles van a ser los pasos y los tiempos que tenemos
que dar para darle la vuelta a la diabetes, a la hipertensión, a los problemas
renales, a la obesidad, a las comidas chatarra, a las bebidas azucaradas y, en
consecuencia, a las pandemias que azuelan al país
¡El reto no es fácil! No resolveremos estos problemas sólo
mediante campañas de sensibilización. Se requiere cambiar la distribución de la
riqueza, aumentar el presupuesto para la educación, contar con trabajos bien
remunerados, modificar nuestros hábitos y comportamientos sociales y abrirle
espacio a una nueva cultura en la que el centro de la atención y el debate sean
los seres humanos y no la usura o los negocios de la muerte. La pobreza, la
marginación y la falta de expectativas de vida de los pueblos originarios y de la
gente que vive en los grandes centros urbanos, deben dejar de ser los
reservorios de los intereses mezquinos de empresarios genocidas
Vale reconocer que el gobierno federal ha percibido que
tenemos que cambiar y construir una nueva normalidad. ¡No es un slogan ni un
capricho! El neoliberalismo está en agonía en todas partes y ya no tiene ni
fuerzas ni propuestas para superar sus crisis. El mundo está urgido de un
sistema económico y social en el que no sea el capital sino un nuevo ser humano
el que se apropie de un futuro mejor. Para lograrlo, tenemos que desarrollar y poner
en práctica nuestra compleja imaginación, que ayude a sacar adelante las nuevas
políticas sociales. El partido puede ser un buen instrumento para conducir y
orientar estas políticas si le hacemos ver que también tiene que cambie sus
formas de cambiar. Su ausencia política debe termina. A nuestras filas, debe llegar
la Nueva Normalidad, así tengamos que correr a quienes hasta ahora, sólo nos
han producido vergüenzas y traiciones
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