Las demandas de las mujeres, una
reivindicación de la izquierda
Por JESÚS SOSA CASTRO
El ocho de marzo muchos
fuimos testigos de cómo las feminazis destrozaron monumentos, comercios y
mobiliario urbano. Las autoridades federales y de la ciudad de México, pasaron
por alto este irracional comportamiento porque sus políticas, no se fundan en
la represión ni en el acotamiento de las libertades civiles. Son, para decirlo
con claridad, funcionarios públicos que tienen autoridad moral y capacidad política
para dirimir las controversias y las demandas de la gente, de manera
civilizada. Si éstas se han hecho explícitas desde antes de que se instalara
este gobierno, si recurrentemente se habla insistiendo en que los movimientos
sociales tienen todo el derecho para expresar sus demandas al través de todo
tipo de manifestaciones públicas, si el gobierno ha atendido y sigue atendiendo
lo que por siglos se ha venido dando como forma de ser y de entender una parte
fundamental de las relaciones humanas, ¿por qué la violencia, la irracionalidad
y la falta expresa de entendimiento y comprensión de que las cosas no se pueden
resolver de las maneras en que se ha comportado este grupo de mujeres violentas
y escandalosamente irracionales?
Ante los ojos de
millones de mexicanos este tipo de actitudes no se empatan con las políticas
públicas que está poniendo en práctica el gobierno de la república. ¿Cómo
entender, entonces, este comportamiento cuando una y mil veces el presidente ha
dado muestras de respetar los derechos sociales y políticos de la gente que
durante décadas fue humillada, excluida, explotada y reprimida por los dueños
del poder económico y por gobernantes mediocres y ajenos por completo a las
demandas e intereses del pueblo? Es evidente que tanto las mujeres como los
hombres hemos sido víctimas de un sistema económico y social que aún anida en
sus entrañas la cultura de la desigualdad, injusta y antidemocrática. Superar
esta aberrante situación, no se resuelve quemando comercios, prendiendo fuego a
mujeres policías o rompiendo y destruyendo monumentos y mobiliario urbano. Este
y otros problemas que se contienen en las demandas de las mujeres y de los hombres,
se van a resolver cuando la unidad entre ambos sectores nos unamos y derrotemos
juntos el sistema explotador que padecemos
Mientras tanto,
entendamos que lo que hemos visto y padecido el 8 de marzo del año pasado y en
el del año en curso, no le ha aportado más que descrédito a la legítima lucha
de las demandas de las mujeres. En sus filas se ha colado la derecha que en la
historia jamás ha defendido las demandas de este importante sector de nuestra
sociedad. La lucha por la libertad, la justicia y el rescate de sus derechos,
siempre ha provenido de las fuerzas democráticas y de izquierda. La coyuntura
político-electoral en la que nos encontramos como país, está propiciando que
fuerzas conservadoras que han sido desplazadas del gobierno, intenten manipular
la lucha por los legítimos derechos de las mujeres que se organizan para ser
oídas y atendidas por el gobierno
Con mucha sensibilidad
y atingencia, el gobierno federal ha recurrido a la gente para escuchar su
opinión sobre problemas complejos. Si uno de los problemas principales que están
motivando la inconformidad y la movilización de las mujeres es el derecho a
decidir sobre su cuerpo, recurrir al aborto o a exigir que se actúe en contra
de la violencia de género y contra los feminicidios, ¿por qué el presidente de
la República no convoca a un parlamento abierto, para que la sabiduría y la
madurez de la gente opine y resuelva, al través de la ley, estos graves
problemas? Nadie como el presidente ha apostado a un ejercicio democrático
respecto de asuntos complejos. Los que hoy levantan las feministas son esos que
bien pueden ser decididos con la participación democrática de los sectores
afectados
Si el presidente toma
en sus manos estos asuntos, no sólo estaría abonando a su sensibilidad de un incuestionable
estadista, sino que estaría quitándole a la derecha cavernaria la máscara “democrática”
con la que pretende participar en una lucha que históricamente siempre ha sido
una bandera de la izquierda revolucionaria y de las fuerzas democráticas. Contribuiría
a la profundización de un debate harto necesario sobre el papel de las mujeres
en la construcción de un nuevo modo de hacer política, afianzaría las
relaciones entre la lucha feminista auténtica con el gobierno democrático y
dejaría sin pretextos explicables que hoy demagógicamente está levantando la
derecha contra el proyecto de la cuarta transformación
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