Cuando la obediencia es reemplazada por la rebeldía, entonces, la revolución avanza
Por JESÚS SOSA CASTRO
Hace más de cinco años, cuando aún vivía mi camarada Armando Martínez Verdugo, nos envió una carta a todos sus amigos. En ella, nos planteaba que todos los revolucionarios y/o demócrtas, deberíamos de estar a la altura de lo que exige la situación nacional. Como a muchos, le preocupaban los golpes recurrentes que la burguesía daba a las condiciones de vida y de trabajo de la población. Señalaba que históricamente en México hemos vivido una situación en la que los representantes del capital, jamás hintentaron hacer algo que impidiera la resistencia y la lucha del pueblo
Es verdad que lo que hoy ocurre en el país es muy relevante. El movimiento social es recurrente y sus demandas van más allá de lo tradicional. Nuestros ojos han registrado infinitas señales de que algo nuevo está naciendo en el país. En las expresiones de la gente, ya no se oye el grito en favor sólo de las demandas sectoriales, harto importantes aún. Hoy el grito de rebeldía que se oye en las calles y en las plazas públicas, es aquel que ha acumulado todas las demandas y todos los esfuerzos por profundizar los cambios sociales y políticos en los que millones de mexicanos venimos participando. Es la fuerza que se va abriendo paso en el seno de las resistencias exigiendo articulación, para que el esfuerzo de todos, termine con la predominancia de una clase criminal que aún domina una parte del territorio político y social del país
Hoy la unidad que se pregona es para profundizar la cuarta transformación, acelerar el cambio que permita a los mexicanos una vida auténticamente humana y regresarle todos sus derechos perdidos durante treinta y seis años de neoliberalismo. Los gritos de hoy llevan en sus venas la exigencia de que se vayan los corruptos, los que entregaron a los privados y extranjeros gran parte de la riqueza nacional, los que han hecho del poder judicial el centro para liberar a criminales y bloquear las leyes que aprueba el congreso para beneficio del pueblo
Este ímpetu que empezamos a ver en este empuje popular, empieza a convertirse en una fuerza de masas. Nuestro papel de revolucionarios consiste en hacer avanzar este movimiento e impedir que haya una regresión. Si no se echa andar el potencial teórico y práctico de los luchadores conscientes y del pueblo, este movimiento de masas puede ser remontado por la burguesía con el apoyo del gran capital. Cuando el sentimiento que lleva a la pasividad y a la obediencia es remplazado por el espíritu de rebeldía, la revolución social se siente convocada. Siempre será conveniente ya no insistir en formas de actuar ya conseguidas porque muchas de ellas ya no sacan a las masas de la institucionalidad y la legalidad dominantes. Para que se logre la victoria popular, es obligado organizar al pueblo. Estas son parte de las tareas de los revolucionarios. Nuestro terreno, son las batallas por la articulación programática y estratégica. Sustentadas en una justa definición de la vía de la revolución de las conciencias y de la profundización en la vida social, politica, económica y cultural del país
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