Morir
pegado a la cuña
Por JESÚS
SOSA CASTRO
El 25 de
diciembre pasado cumplí ochenta y cinco años de vida. ¡Un titipuchal! En este
largo tramo, muchos momentos me marcaron. De pequeño disfrutaba ver las
estrellas acostado en petates de palma; araba la tierra e iba sembrando atrás
del arado con mis pies agrietados por el lodo y el maltrato; viví en una cueva
en las faldas de una montaña por no contar con un techo; fui alumno de un
maestro rural, sabio, que a la fecha recuerdo con una enorme devoción; atestigüe
los atropellos, violaciones y muerte contra hombres y mujeres que el cristero Leodegario
Cortés, cometía en nombre de su religión
A pesar de estas limitaciones
o hechos, fui un niño campesino feliz. De adulto primero y de viejo después, he
regresado frecuentemente a los tiempos en que siendo estudiante me apantallaban
los niños fifís, aquellos que llegaban con zapatos, mientras yo andaba con
huaraches. Siendo aún estudiante apoyé a los maestros encabezados por Othón
Salazar. En sus actos públicos los “sabios” de entonces me criticaban porque no
hablaba con propiedad. Fui despojado de mi triunfo como secretario general de
la Sociedad de alumnos por los charros de la Nacional de Maestros
Al correr de los años he
ganado en experiencia y en edad. Sin embargo, concluyo que fue en el vientre de
este monstruo, donde me hice hombre en la mejor acepción de la palabra. En el
DF nací a la vida política y cultural. Mi mayor orgullo siempre estuvo ligado a
un número indeterminado de luchadores por la libertad y la justicia. Fui
dirigente con Othón Salazar del Movimiento Revolucionario del Magisterio. En
Baja California donde trabajé unos meses, conocí al ejemplar comunista Blas
Manrique y participé en la fundación en ese Estado, del Movimiento de
Liberación Nacional que promovía el Gral. Lázaro Cárdenas del Río.
Si algunos contribuyeron a mi
formación política tengo que mencionar a Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo
Unzueta Lorenzana, Eduardo Montes Manzano, Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Blas
Manrique y otros brillantes camaradas. En contra del oscurantismo que se vivía,
logramos la legalización del Partido Comunista Mexicano. Allí anduvimos miles y
miles de mujeres y hombres poniendo por delante la mística revolucionaria, sin
miedo a las amenazas de la represión o la cárcel
Los comunistas de entonces escribíamos,
debatíamos, organizábamos a los obreros y exigíamos justicia y libertad.
Algunos de los “revolucionarios” de hoy, sólo les cautivan las mieles del
poder, pero nunca repartieron un volante o hablaron con los obreros a la salida
de las fábricas. En esos años, sin recursos, sin derechos y perseguidos, la
ciudad de México se cimbró con la presencia multitudinaria del pueblo,
especialmente cuando logramos la legalidad del PCM y tuvimos como candidatos a
la presidencia de la República a Valentín Campa y a Arnoldo Martínez Verdugo
En estos últimos años, mi
largo andar ha sido llenado de hechos grandiosos. Estoy participando en la
construcción de un nuevo país con todo lo que esto significa. Más de treinta
millones de electores votamos por un nuevo proyecto de Nación. Hoy ambicionamos
hacer una nueva historia con el triunfo de la Dra. Claudia Sheinbaum para que los
niños, los jóvenes, los ancianos y el pueblo trabajador, ocupen el lugar
central de este esfuerzo inaudito
Los que murieron, se hicieron
viejos o defeccionaron de la lucha revolucionaria, no tuvieron tiempo de darle
seguimiento a la historia. Algunos de los que quedamos, seguimos empeñados en profundizar
el proyecto de la 4t. Mi sueño es seguir viendo a México gobernado por el
pueblo. Si eso ocurre, como ocurrirá, Moriré pegado a la cuña, a ese aditamento
tan importante que apretaba el timón y hacía posible el cultivo de la tierra.
Si esto es lo único que pueda ver, me iré con mi equipaje a cuestas, satisfecho
de haber hecho algo por la transformación del país y por mi gente
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