En
recuerdo de mis padres y de las víctimas del huracán
Por
JESÚS SOSA CASTRO
Mis padres campesinos me trajeron al mundo cuando
ambos tenían 18 años. Ambos acostumbraban ponerles ofrendas a sus muertos. Un
ritual que disfrutábamos. En los tiempos en lo que esto ocurría, el homenaje no
era sólo religioso, representaba de manera natural, los profundos sentimientos
que salían del corazón de aquellos que habían perdido a uno o varios de sus familiares.
Hoy las flores de cempasúchil, el copal, las velas, el pan y varias expresiones
costumbristas, tendrán que ponerse también en los altares de Acapulco y pueblos
aledaños, porque en esos lugares sufrieron la muerte cerca de tres decenas de
mujeres y hombres que nada le debían a un huracán. Con mis padres muertos y con
las víctimas de OTIS estará una solemnidad especial y en el altar de nuestros
corazones se les hará un homenaje a su vida, a su fe, a nuestra cultura y a las
tradiciones de nuestros pueblos originarios
Recuerdo que los primeros años de mi vida los pasé disfrutando
del campo, de mis padres campesinos, de mis hermanos, de la recia presencia de
lo que nos daba la naturaleza. Siempre sentí que todos éramos un ato
indestructible, sellado por la ausencia de los vicios y deformaciones que más
tarde nos impuso otra cultura, viciada ésta por costumbres, ritos y acciones
ajenas a nuestra idiosincrasia. Pero con el destrozo que hizo OTIS en Guerrero,
ese ato familiar se convirtió en un mundo de gente que, a la cabeza del presidente
y su equipo de gobierno, se hicieron presentes columnas de médicos, enfermeras,
soldados, marinos, guardia nacional, Cruz Roja y personas de corazón y humanismo,
para auxiliar a los damnificados por el huracán. A todo esto, la celebración del
día de los muertos que resumen el encanto de la vida y la solidaridad con los
que viven y los que sufren
Siempre he dicho que la pobreza no es sinónimo de
infelicidad. Pero también en mis escritos, he dicho que en varios momentos vi
llorar a mi madre porque no tenía nada para saciar el hambre de sus hijos. Solo
después de haber cursado los primeros años en una escuela rural, empecé a darme
cuenta de lo que pasaba, no solo con mis padres, sino con la mayoría de la
gente del pueblo. Ahora entiendo que ha sido la lucha, la entereza y las
culturas ancestrales los que han construido el andamiaje de un nuevo país donde
el orgullo de pertenencia, la solidaridad y el humanismo, se están convirtiendo
en los referentes fundamentales de nuestra nueva historia
A mis padres y a mis compatriotas guerrerenses y de
todo el país, los abrazo con todo el corazón. Con toda humildad, les rindo un
homenaje más en estos días de difuntos y de vivos. De frío, de huracanes y de
muerte. Los que aún andamos por estas viñas del Señor, seguiremos abriendo los
espacios para que el pueblo alcance sus derechos y sus libertades. Convoyes y
miles de mujeres y hombres ya están llenando caminos y carreteras para auxiliar
a los damnificas. Lamento que se hayan ido sin que supieran que los amábamos y que, sin decírselos antes, compartimos sus
penas, sus sufrimientos y sus contentos
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