Mi
padre y el canasto de abejas
Por
JESÚS SOSA CASTRO
Me desperté después de sentir un golpe seco en la boca
del estómago. Quien me lo había propinado no existía físicamente ni creo que
algo tuviera que ver la presencia memoriosa de mi padre. Tampoco era una
pesadilla. Era mi estado insomne que me había puesto enfrente el recuerdo de
quien me formó en la defensa de las causas populares. Mi progenitor siempre
sostuvo que eso era lo digno, lo importante. Por eso en este sueño fastuoso su
estancia virtual me alegraba el corazón. Me explicaba que estuviera sentado en
la puerta de mi cuarto, contento. Lo que no le encontraba sentido era que
estuviera abrazando un canasto lleno de abejas. Quería decirme algo, supuse.
Observaba que no podía controlarlas, se le escurrían dentro las manos queriendo
alcanzar su libertad
Aléjate, aléjate, me decía con una preocupación
indescriptible. Dejando atrás de mí sus palabras, caminaba y caminaba, siempre
viendo hacia donde estos insectos hacían esfuerzos por librarse de sus manos.
Ver eso me ahogaba. En ese incontrolable delirio, sentía que un hilo de
lágrimas corría por mi rostro, impetuoso, sin que nada lo pudiera detener. Me
caló ese sueño, mi padre lo perdí hace cerca de veinte años y no me explico por
qué frecuentemente vuelve conmigo. ¡No le encuentro lógica a esta recurrencia!
Menos me explico que habiendo sido mi madre una heroína del trabajo doméstico y
formadora de sus nueve vástagos, no aparezca en mis sueños como ocurre con mi
padre. La recuerdo, eso sí, trabajando y sufriendo por la pobreza que humillaba
sus sentimientos y quebrantaba su corazón. Lloraba cuando en las noches veía a
sus hijos acostarse en el petate cubriéndose con costales de yute y con el
estómago vacío
Mis padres asumían con humildad la situación que las
familias del campo padecían en esos lugares inhóspitos. La oscuridad de las
noches sólo era alumbrada por las luciérnagas y alterada su paz por el canto de
los grillos que rompían la silente tranquilidad de la serranía. ¿Cuáles son las
razones por las que mi madre aparece menos en mis sueños y en mis
elucubraciones fantasiosas? Es una respuesta que busco sin mayores resultados.
Sin embargo, cada vez que se acerca la fecha del día de los muertos, mis pensamientos
corren presurosos al encuentro de ambos. ¿Será porque juntos construimos
nuestra historia y hoy los hijos la arrastramos por las difíciles y complejas
circunstancias de la vida?
Las tumbas de mis padres están separadas por decenas
de kilómetros. Las une la aridez de las montañas de la mixteca poblana y un
remanso lleno de religiosidad en la que ellos se formaron. Como pocos, viví las
consecuencias de esa cultura, fui adoctrinado en esos menesteres, serví de
monaguillo en la iglesia de mi comunidad y presumía que con mi primer salario
vestiría a los santos de mi pueblo. La vida me hizo transitar hacia una
formación política en la que estaban presentes las ideas de Marx, de Lenin y de
Rosa Luxemburgo. Formé parte del Movimiento de Liberación Nacional que
encabezaba el Gral. Lázaro Cárdenas del Río, participé en la campaña electoral
de Ramón Danzós Palomino a la presidencia de la República, formé parte del
Comité Central del Partido Comunista Mexicano, fui uno de los enlaces entre el
PCM y el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas para que su partido liberara a
Arnoldo Martínez Verdugo que tenía secuestrado. ¡Mis promesas religiosas,
fueron, obviamente, incumplidas!
A muchos años de mi vida, no me da vergüenza el haber
sido un niño campesino pobre. De joven y luego de viejo fui una persona ligada
al trabajo, al estudio, a las ideas y a la lucha revolucionaria. En el centro
de mi quehacer siempre estuvieron presentes mi honestidad, mi honor y mis
convicciones políticas. Cuando fui monaguillo y creyente de los ritos
católicos, siempre me conduje con respeto y devoción. Una vez que abracé otras
ideas y mi formación ideológica desplazó mis anteriores creencias, lo hice convencido
de que estaba haciendo lo correcto. Como en todo han estado conmigo mis padres
y su espíritu me ha seguido alimentando, hoy los quiero recordar a propósito de
estas fechas llenas de simbolismo. Ya no hay ofrendas como antaño lo hacíamos
en el campo, tampoco hay explicación sobre el canasto lleno de abejas, lo que
sí hay, es la seguridad de que, en mis sueños futuros, seguirán estando
presentes los nombres de mis muertos
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