Eduardo
Galeano, Picasso y lo explicable de mis sueños
Por JESÚS
SOSA CASTRO
La noche del 5 de octubre me acosté leyendo El libro de los
abrazos. Durante el sueño aparecían la pequeña muerte de la que habla Eduardo
Galeano y los amores insomnes de Mario Benedetti. Sin entender el por qué, la
lectura imaginaria se transformaba en un ventarrón de ideas y de preocupaciones
explicables. En todo se asomaba el reclamo de mujeres y hombres que se han
atravesado en hechos políticos de la vida pública que recogen protestas constantes
y omisiones voluntarias. Sentía que algo me presionaba para intentar romper las
entretelas de mis sentimientos y de ese modo, abrirle camino a las cosas que querían
salir de mí como si fueran gacelas que recién logran su libertad
Mis elucubraciones somnolientas daban cuerpo y forma a
un fantástico animal parecido a un camello con la cara del Guernica de Pablo
Picasso. Sentía que este animal me embestía agrietando mi subconsciente y me
empujaba hacia un lugar mítico perseguido por una multitud trotante que me
arrollaba sin razón. Todo era cuesta abajo, sin sentido, y yo, sin poderme
explicar lo que pasaba. El camello con cuernos, hambriento y mitológico corría
tras mi humanidad desbrozándolo todo. En el sueño aparecía un enorme espacio, cercas de
alambre y gente, mucha gente. Paralelamente y en competencia similar, también
venían, frenéticos, casi levitando, muchos personajes enardecidos, en cuyos rostros,
apenas se mostraban la fuerza, la decisión y el valor para acabar con su somnolencia
y tomar las riendas de su quehacer
Todos estos personajes corrían
en la misma dirección, como perseguidos por los mismos fantasmas. Pero en esa carrera incontinente, jadeante y
con rostro hermosamente delineado, aparecía una mujer, que, a borbollones, le
salían palabras en un apasionado afán de entrar en contacto con esa muchedumbre.
Junto a miles y miles de personas se oía fuerte su voz. ¡Somos pueblo y
trabajamos para el pueblo! La multitud respondía con gritos de contento y con
disposición para seguir adelante. La muchedumbre seguía expresando su fuerza.
Alzaba los brazos, gritaba, y aplaudía la aceptación del 80% para esa mujer
imparable. La marea seguía, confundida y preocupada porque, en contraste, sus
dirigentes apenas tienen el 30% de apoyo de la gente
El fantasma con jorobas y
cuernos estiraba su largo pescuezo hacia la presidenta con un aire de
ensoberbecido triunfo. De un solo movimiento, los gruesos belfos del animal se
acercaron al rostro enrojecido de la Señora, envolviéndola en un enloquecido
beso, estremecedor, lleno de respeto y de hartazgo animal. ¡Me desperté! Busqué
la manera de serenarme. Tomé otra vez El libro de los abrazos y mis ojos se
posaron en las letras que conmovieron las fibras de mi corazón “No nos da risa
el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, ni a lo más alto de su vuelo.
Porque nacer, es una alegría que nos duele pero también nos llena de placer”
(*) Creo, que estas palabras explican el nacimiento de un México distinto. ¡No me
ha sido fácil entender lo soñado! Pero en los intersticios de mi mente, peleaba
contra el fantasma que abusivamente quería desestimar lo que estaba ocurriendo en
el zócalo con esa muchedumbre. El camello con la cara del Garnica de Picasso
había desaparecido pero la muchedumbre había derrotado los fantasmas que aún
pululan por el país, y se dispone a hacer grande una realidad que ya viene
caminando
(*) El libro de los abrazos, Eduardo Galeano, Siglo XXI
Editores
No hay comentarios.:
Publicar un comentario