Entre marcos y retratos. ¡Los viejos,
fuera!
Por JESÚS SOSA CASTRO
En esto de la política
uno se encuentra con muchas sorpresas. Se piensa que todos los que se dedican a
este quehacer, son lo más destacado e inteligente de la sociedad. Los guía el
saber, el trabajo y sobre todo, esos elementos que hacen que el pueblo se enamore
por el partido. Sería ideal que juntos construyeran esos espacios que requieren
las luchas libertarias y las experiencias que forjan a sus cuadros para
combatir al sistema, en las calles y en todo lugar. Allí donde también se forma
el carácter y la templanza, confrontando al adversario político. Pero en los
tiempos modernos esto no ocurre tan así. Hay un alejamiento calculado de los
partidos con las acciones públicas y una conducta que hace difícil que los
líderes entiendan lo que pasa en su entorno, en su país y en el mundo. No hay esa chispa que encienda el
gesto capaz de hacer de su partido, un instrumento que eduque y dirija a las
masas que pelean por construir una nueva sociedad
Si un partido político
tiene como objetivo tomar el poder, sus dirigentes no pueden actuar dejando de
lado el resto de la complejidad nacional. Si se quiere cambiar el
país, es indispensable estudiar al
enemigo, tener el conocimiento necesario del estado que guardan sus fuerzas,
estudiar el terreno en el que se va a combatir al adversario y contar con el
ejército civil debidamente capacitado para salir airosos de ese combate. Sólo
así se puede cambiar el actual estado de cosas para lograr una nueva relación
humana. Si tomas a la ligera la fuerza que tienes, si no valoras la
participación de la gente, si no tomas en cuenta la experiencia acumulada, si
dejas a un lado a los líderes de pueblo,
a los que analizan la situación desde otra perspectiva es, por lo menos, un grave
error
Estos señalamientos vienen a cuento
porque justo en este momento, el partido Morena en el que milito, vive una especie
de euforia electoral. Habla y actúa como si ya tuviera asegurado el triunfo en
el 2018. Sobrevalora sus fuerzas y su capacidad para sacar adelante la enorme tarea
de organizar las elecciones federales. No toma en cuenta los movimientos que están
haciendo los adversarios y menos ha estudiado el estado que guardan las bases
de su partido. En los talleres de formación política en los que participo, los
cuadros y líderes que tienen bajo su responsabilidad el trabajo político y de
organización, comparten con muchas reservas el advenimiento de personas y grupos
a las filas de Morena. La incorporación de estos es anárquica, los ingresantes
carecen de ideales y principios, no entran a las reglas ni a la estructura de
Morena. No obedecen a los órganos internos, su liga está con las élites. ¡Nada
los hace afines al partido que ingresan!
En este despliegue de agrupar a todo tipo de gente existen riesgos que conviene
valorar. Es entendible que se llame a los ciudadanos sin partido y a los militantes.
Que se llame a empresarios y a todos aquellos que quieran firmar un acuerdo para
lograr el “renacimiento de México” Lo que no se entiende es que ese llamado sea
tan general que en esa decisión puede
contenerse el más grande error. Algunos de los que están entrando a Morena
quieren sumar su trabajo a la expectativa de ese cambio que se ha prometido.
Pero otros son personas y grupos de interés. Han perdido canonjías en otros
partidos y vienen con la idea de aprovechar la circunstancia para reponer los
recursos y las prebendas perdidas
Si bien se comprende la estrategia de sumar, resulta inexplicable que
se descuide con tanta ligereza e irresponsabilidad lo que está pasando en
algunos sectores del partido. Muchos de sus enlaces y personeros traen una
enorme confusión respecto de las decisiones que se toman en los altos mandos.
Las crisis que asoman su rostro en varios lugares del país, son resultado de la
ineficacia y de la ignorancia política de los que ha comisionado la dirección.
Se conducen con espíritu faccioso, no saben oír los reclamos de las bases, son
prepotentes y no entienden nada de lo que sucede en México. Obvio, los que
tienen tiempo luchando en la oposición y que ahora están en Morena trabajando y
elaborando propuestas, los líderes los quieren jubilar
La última perla fue exhibida en Monterrey con motivo de los
preparativos del acto político en el que estarían AMLO y algunos otros
personajes. La comisionada para el efecto, sólo se ocupó de aquellos que eran
noticia. A los militantes y a los luchadores de siempre, a esos, sugirió ponerlos
en un “marco” porque ya no le sirven al partido. ¡Hay que tener cuidado con
estas declaraciones y actitudes! No sea que en aras de traer a los de arriba a
las filas de Morena, se corra el riesgo de perder a los de abajo, a los que trabajan,
los que cumplen con las tareas que les encargan permanentemente los enlaces
Yo he sostenido que es conveniente que Morena se abra a otras fuerzas,
a otras personas, toda vez que las circunstancias que vive el país requieren de
sumar lo más que sea posible. Pero sumar por sumar puede significar un problema
para la estabilidad y la unidad interna del partido. Muchos de los que están llegando,
traen la cultura priista y las mañas de las tribus del PRD. La dirección les
está abriendo espacios sin fijar las normas a las que deben estar sujetos. En
cambio, hay la tendencia de hacer a un lado a los críticos miembros de Morena.
A los que buscan que el partido sea un verdadero instrumento de cambio, porque
si el interés es ganar en el 2018 hay que empezar a ver al interior del partido.
La formación política, la unidad, la inclusión, la capacidad intelectual de los
dirigentes, la organización y el trabajo de la militancia, están a prueba. Hay
que trabajar abajo y arriba pero desde abajo. Dedicarse a cazar a los
militantes criticones y colgarlos en los marcos que ya construye el Comité
Nacional es, no sólo un error, es una aberración. Lo importante es construir
una base social amplia, bien informada y organizada para responder a los retos
que vienen. Esa es la tarea. ¡Nada más pero nada menos!
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