El quebranta huesos
Por JESÚS SOSA CASTRO
En la región aledaña entre Guerrero, Puebla y Oaxaca, hay una parte donde se asentó en 1486 la
cultura tlapaneca. Después de más de quinientos años esa cultura multiplica sus esfuerzos
por conservar sus valores, hoy tan carcomidos por la insustancialidad de la
cultura burguesa. Conozco la región
porque en una parte de esas agrestes montañas, mis padres le cortaron el
ombligo a este añoso amerindio. Podría
decirse, que a pesar de las distancias geográficas y de los tiempos, sigo
pegado al conocimiento de las pasiones, cultura y tradiciones de mis viejos
ancestros. Me consta, en consecuencia, que estos pueblos originarios se
resisten a perder su cultura que por más de cinco siglos han venido cuidando
como la niña de sus ojos
Una de esas formas de
protección a sus creatividades se ve físicamente en cómo han mantenido su arte
culinario, sus costumbres y su lengua. El colorido de sus fiestas, la hermandad
y el respeto entre los ancianos y los niños, entre las mujeres y los jóvenes,
es algo que ha contribuido a llenar el riachuelo que lleva a la acequia todas
sus expresiones culturales. El respeto a los animales al medio ambiente, a sus valles y montañas,
son siempre la expresión de un pueblo que ha entendido el sentido y el
significado de la vida. No hablaré hoy de las demás cosas que han parido estos
pueblos que viven en las montañas del sur y del nudo mixteco. Hablaré de un
hermoso animal cuyo plumaje lo va cambiando al paso de los años hasta llegar a
la adultez con el cuello blanco, alas tornasoladas y plumas en las patas. El
cambio de colores de una edad a otra se parece mucho al cambio de piel de los
políticos mexicanos que, salvando las diferencias, Paco Ignacio Taibo II describiera
con brillantez en el hermoso pasaje de su libro “Temporada de Zopilotes”
El ave de la que hablo
se la conoce como “El quebranta huesos” Es un ave observadora que no se
acorrienta comiendo carne putrefacta. Ese manjar se lo deja a los buitres y a
las demás bestias carroñeras. Este animal va por los huesos. Desde grandes
alturas avizora el momento para bajar por ellos. Una vez identificado el
objetivo, vuela en picada y se lleva el esqueleto que le hayan dejado los
zopilotes. Hay quien afirma que cuando su hambre es harta y no tiene que comer, el quebranta
huesos es capaz de levantar cerdos o cabras dejándolos caer desde grandes
alturas para después bajar por los huesos que hayan quedado una vez que se ha dado el aventón. Lo que a
mí me consta es que es un ave osteópata por excelencia. Lo demás se lo deja a
los buitres y a las demás bestias que se alimentan de miserias ajenas
Los que han seguido de
cerca el comportamiento del quebranta huesos afirman que es, también, un ave
oportunista, calculadora, sensiblemente perspicaz para aprovecharse de las debilidades de las demás bestias montaraces y carnívoras. Pareciera que de esta ave han sido copiados los comportamientos
casi salvajes de los actuales hombres de la política. Estos, persecutores contumaces
de lo que ha creado la naturaleza, se empiezan a parecer a esta ave carroñera. Poco a poco han ido perdiendo su
humanidad, la solidaridad, el apoyo mutuo para convertirse en tempranos buscadores
de huesos. Sólo hay que seguirle los pasos a la política para darse cuenta de
cuanto ha crecido la ambición por el poder y por hacerse de un hueso político.
Todo mundo anda en la carrera de colgarse de alguien o de algo para darle “sentido”
a sus ambiciones personales. Unos van al crimen organizado y otros disque a
servirle a la patria. Es patético ver
como miles de jóvenes tienen en este quehacer, tan corrupto y tan buscado, el
cárcamo en el que están depositando tan caóticamente su interés por los huesos
que los partidos han dispuesto para atraerlos al trabajo electoral
Sufrimos una “clase
política” crecientemente alejada de los problemas de la sociedad. Ha encontrado
que una vez promovida a los puestos públicos, su poder ya no tiene que ver con
sus electores sino con los dineros que le proporcionan los causantes al través
de sus impuestos. Recoge en bandeja de plata recursos y poder. Esta es la razón
que ha dado vida a los chapulines y a los quebrantahuesos, al descrédito de los
políticos y de la política. Hoy el futuro de la nación ya no está en manos de
la inteligencia, de la cultura, del conocimiento de los problemas nacionales.
Está en el inexplicable
crecimiento de los grillos, de los oportunistas, de los saltimbanquis. ¡Mal se
perciben las cosas para el futuro! Tenemos que prepararnos para vivir una catástrofe
o imponer la rebeldía para saltar las trancas que nos estorban para construir
una fuerza que acabe con la pasividad, el conformismo y la sumisión. Si dejamos
que la lucha por los puestos nos devore, este país no saldrá del socavón. Pues
mientras más pasa el tiempo, aumenta el número de jóvenes sin escuela, sin
trabajo y sin futuro. Y cuando este destino nos alcance no habrán espacios
suficientes para que los partidos sigan repartiendo huesos como si se tratara
de cacahuates. ¡O paramos esto o que “Dios” nos agarre confesados!
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