La otra cara del terror, 2
(Un abrazo a El Carrizos donde quiera
que esté))
Por JESÚS SOSA CASTRO
Cada tercera noche eran sesiones de tortura. Justo cuando el cansancio
y el cuerpo demandaban una forma de descanso, cuando las noches en vela le
hacían a uno parecer un robot, cuando empezabas a dormitar de pie o acostado en
el piso frío; en las crujías de al lado se oían gritos y lamentos de mujeres y
hombres que estaban siendo torturados. Se trataba de mostrarnos el rostro
siniestro del sistema, de sus cuerpos represivos. El poder deshumanizado que es
capaz de matar a inocentes utilizando mil formas sin ningún escrúpulo o alguna misericordia,
estaba allí. Te quieren hacer sentir que no eres nada ni nadie. Es el gozo
animalesco de quienes han sido formados para humillar, para espantar, para
matar. Su actitud impúdica, vengativa y
arbitraria, intenta hacerte perder tus sentimientos humanos para hacerte convertir
en un animal
El espacio en el que por turnos nos podíamos sentar o dormir 16
personas, era de cuatro por cuatro metros cuadrados. Había un lavabo el mayor
tiempo sin agua y en el centro un hoyo para hacer nuestras necesidades fisiológicas.
El piso de cemento siempre mojado, era la cama, el comedor y la casa de todos.
Sólo por turno podías acostarte en el cemento mojado y frío como una plancha
donde tiran a los muertos. Cuando apenas empezabas a dormir, llegaba la policía
abriendo violentamente las rejas y gritando el nombre del que le tocaba ser
torturado. Varios de mis compañeros presos salían caminando y los regresaban arrastrando dentro de un costal porque no podían caminar por los
golpes que habían recibido
En estos dos o tres meses que mi familia reportó el hecho como una desaparición
forzada, conocí el alma y parte de la vida de varios de mis compañeros de
celda. Fue Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias “El Carrizos” -el que me puso en
el cemento mojado las hojas del periódico Alarma para poder descansar unas
horas en mi primera noche de tortura- el que a 46 años de distancia sigo recordándolo
con aprecio y con respeto. En algunos momentos de la noche me contó que le
había robado a Luis Echeverría Álvarez más de veinte centenarios, que había sido indultado por su esposa Ma.
Esther Zuno, que había sido condenado a 18 años de prisión por robarle al
jurista Fernando Gómez Mont. Me dijo que
los policías lo sacaban a primera hora del día para llevarlos a los baños de
vapor y luego a desayunar con cargo a lo
que robaba. En el día lo mandaban a delinquir y por la noche lo regresaban a su
celda en los sótanos de Tlascoaque. “El carrizos” era el símbolo que respetaban
los presos comunes y el líder que imponía su opinión cuando era necesario
Después de sufrir física y mentalmente todo tipo de torturas en los
sótanos de la policía judicial federal, un día me sacaron y me trasladaron al
campo militar número uno. Indiscreciones de los presos de las celdas contiguas
y las dianas a las 5 de la mañana me llevaron a esa conclusión. Por varias semanas
me tuvieron con los ojos vendados o con una bolsa negra de franela cubriéndome
la cara. Por las noches me sacaban de la celda y me llevaban a otro lugar para interrogarme.
El centro de las preguntas eran sobre el secuestrado, en qué partido militaba,
cuánto me pagaban, por qué participaba en manifestaciones callejeras, cómo nos
llegaba el oro de Moscú, porqué queríamos derrocar al régimen del país… En los
interrogatorios me quitaban la venda o la bolsa, y me ponían frente al rostro
una luz que me enceguecía. Nunca pude identificar a las personas que estaban
detrás de la lámpara
Una noche, cuando ya me acostaba
en la litera de cemento abrieron intempestivamente la puerta de la crujía.
¡Tome sus cosas, me dijeron, resaltando el tono de la autoridad! ¿Cuáles cosas,
me pregunté, si todo me lo habían quitado? Me volvieron a la celda de
Tlascoaque donde se hacinaban mis “viejos” camaradas. El Carrizos me abrazó y al
oído me preguntó ¿Cómo lo trataron estos hijos de puta? No intentaron
fusilarme, le dije. Si estuviera por salir, le pido de favor que vaya a la Basílica
a llevarle una veladora al santo de los ladrones. Le contesté que lo haría con
mucho gusto una vez que saliera de ese lugar
Al día siguiente casi de madrugada, llegaron dos policías y me subieron
al cuarto piso donde se encontraba el “General Arturo Durazo Moreno” el negro
de Cumpas. Ya se va a su casa, lo hemos investigado y lo encontramos inocente
del delito que le imputaban” me dijo como si me hubiera tenido de visita ¿Cuánto
necesita para el transporte? Nada, le dije, sólo entréguenme mis cosas. Todo se
me devolvió excepto el auto que estaba secuestrado y desmantelado en el
corralón de la policía. Lo vamos a llevar a su casa, insistieron. Desde el
sótano salieron dos patrullas rumbo a mi domicilio. Al faltar unas cuadras les
pedí que allí me bajaran, quiero caminar un poco, les dije. “Lo vamos a llevar hasta
su casa, no se nos vaya a perder, por lo demás, no se preocupe, hace tiempo que
sabemos el lugar donde vive” dijeron socarronamente
Tres días después fui a la Basílica a llevar la veladora y dar
cumplimiento a lo que había ofrecido a
mi amigo. ¡No encontré al santo! Seguramente lo habían movido por reparación
parcial de la iglesia. De todos modos dejé la veladora prendida a los pies de
la virgen más machuchona de América. Quería que le hiciera el milagro al
Carrizos…. Después de 19 años supe que Efraín Alcaraz Montes de Oca había sido
el personaje central de la película “Los ladrones viejos” producida y dirigida
por el cineasta Everardo González. Pensando en devolverle el abrazo y mi
gratitud por su conducta hacia mí casi 45 años antes, fui a buscarlo a la
cárcel donde habíamos estado él y yo. ¡No lo encontré! Supe que después de
muchos años consecutivos que estuvo detenido, Everardo González pagó tres veces
la fianza a El Carrizos para que saliera en libertad. Creo que mi amigo había
vuelto a las andadas y por eso había regresado a los sótanos de Tlascoaque. Hoy
tendría 80 años. ¡Ojalá esté vivo! Si por fortuna me lee, me gustaría abrazarlo
después de este largo tramo vivido por un preso común y un preso político. Si
sigue detenido o ya murió, que estas notas mías sirvan para que esta sociedad,
tan dormida y tan omisa, conozca algo sobre estos hechos y sobre la historia de
“Los ladrones viejos” ¡Yo espero que algún día, no ocurran más estos atropellos
a la justicia y a la dignidad!
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