El escarabajo y el colibrí
Un
mini cuento para estos tiempos
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Esta tierra seca necesita lluvia, le decía el escarabajo al
colibrí. Ya caerá, le contestaba el chupamirto. Un día, el pequeño pájaro
levantó vuelo en busca de agua y de flores. Andaba en busca de rocío y miel.
Satisfecho de su hallazgo se dijo para sí. ¡El tiempo mejora! Y emprendió el
regreso para darle la buena nueva a su amigo el escarabajo
Pero mal le había ido a su compañero. Su dorso, sus alas y
sus patas, iban y venían, dispersas por el soplo cálido del viento. ¡No hay
nada qué hacer, se dijo! El amigo ya no estaba. La tierra donde lo había
dejado, seguía seca, no había vida, ni flores, ni humedad ni miel. Las
expectativas de vida del pequeño pájaro, se extinguían sin remedio. Su mundo y
sus ilusiones se desvanecían
Entonces el colibrí, triste y lleno de pesar, se puso en
manos de las idas y venidas del aire. Se dejaría llevar por esas cálidas
oleadas de calor y de una tierra seca. ¡Ya no buscaría flores ni miel! Solo
volaría y volaría uniéndose al alero del escaso movimiento que producían los
ramales del bosque. Se pondría en manos del aireo, de sus oleadas llenas de
calor y de esperanza. Pero un día, eso que parecía un ventarrón lo volvieron a
la tierra seca. ¡No se arrepintió! Pensó que la suerte lo había devuelto al
lugar donde había dejado las yertas partes del cuerpo de su amigo. Sus ojos
dieron cuenta que sólo habían quedado, calcinados por el sol, su dorso, sus
alas y sus patas. Triste, pensó que un día, con este tiempo seco, su humanidad correría
la misma suerte. Tal vez el viento y la tierra llevarían sus restos al lado de lo
que había quedado del escarabajo. Y allí, meditó el colibrí, de los huesos de
ambos, surgirán el rocío, las flores y la miel. ¡Los necesita esta tierra seca!
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