lunes, 11 de diciembre de 2023
Efrén, su abuela y los cobradores de pisos Por JESÚS SOSA CASTRO En estos días guadalupanos y aprovechando que Yari, mi fiel compañero y amigo, necesitaba salir a caminar, decidí acompañarlo a recorrer las calles que conducen al mercado de la Industrial. Ahora, como todos los domingos los comerciantes cubren las calles y esquinas donde se vende todo tipo de mercancías, religiosas y navideñas. En una de las esquinas cercanas al mercado, el primero que se acercó con el intento de acariciar a mi perro fue un niño que, desde Chalma, Estado de México, acompañaba a su abuela a vender enseres domésticos y trastos que tienen que ver con la temporada. ¿Cómo se llama su perro? Me preguntó Seguramente fue la curiosidad lo que llevó a este niño a hacernos esa pregunta. Con toda paciencia se lo expliqué. Pero la señora, sin saber lo que el niño preguntaba, con un semblante hosco y con visible molestia, la tomó contra su nieto. No está bien -le dijo- que andes acercándote a personas desconocidas. Quiero decir que el niño me inspiró mucha confianza, me ganó su diligente comportamiento. ¡Me desconcertó el enojo de la señora! Pero como hijo de campesino recordé que nosotros los que fuimos niños nacidos en el campo, desde temprana edad convivimos con los animales, con su nobleza, con su lealtad. Desde pequeños apreciamos su cariño, porque, aunque parezca mentira, personas y animales éramos parte importante de la familia. Con relativa facilidad conocimos las prácticas y los conocimientos que son harto importantes para ganarnos la vida Sin embargo, el niño Efrén fue reprimido sin haber una razón. La autoridad de la abuela lo alejó de Yari y de mí. La causa de esta reprimenda fue andar hablando con una persona que no se sabe qué madre la parió. Cuando me disponía a regresar a mi casa, me acerqué para decirle que le iba a comprar algunas cosas de baño y unos palos de escoba que necesitaba para reponer los que ya no nos servían. Ya con cierta confianza le pregunté si recibía el apoyo de los adultos mayores, si pensaba votar por Claudia Sheinbaum o por Cochitl Gálvez. ¡No sé leer, ni tengo credencial de elector, nos dijo! Lo cual supone que es de esas personas que carecen de todo, hasta de sus documentos Ya para irnos, la abuela se dio cuenta que ni Yari ni yo éramos enviados de Francisco Chiguil, el alcalde bueno para nada de la GAM. Que mi presencia en su puesto de trabajo no era para cobrarle el derecho de piso, como suponía la señora. No era de los trúhanes que ella había sufrido por meses. Los que vendemos en la calle -me dijo- ya estamos hartos de estos funcionarios ladrones. ¡Ya me traen de encargo! Cuando no les pago porque no se vende nada, me amenazan y nos sacan fotografías a mi nieto y a mí. Fueron las quejas más señaladas de la señora Al despedirme, la abuela me dijo “perdón por mi desconfianza, pero pensé que podía ser roba chicos, o secuestrador, y que por eso la plática con mi nieto” En Chalma, durante años no vivíamos en paz, se robaban a los niños, pedían dinero por su libertad y cuando no se pagaba el rescate, los mataban. La zozobra era un grave problema en el Estado de México, señor. Los secuestros crecían y crecían. Por eso se palpaba el creciente encabronamiento de los ciudadanos contra el anterior gobierno. Hoy la gente se está afiliando a Morena, ven en este nuevo partido, la esperanza de México. Una hora después, la Doña, su nieto Yari y yo, levantamos nuestros enseres y nos fuimos con rumbos distintos. Mi perro y yo concluimos que la vida de Efrén y su abuela, son una historia que duele
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