El
hombre que se va
Por
JESÚS SOSA CASTRO
Con un beliz desvencijado y unas cuantas ropas en él,
llegué a la ciudad de México en 1955. No estaba huyendo del campo, de mi origen,
de mi cultura y/o del amor de mis padres. Venía en busca de algo inasible, de
eso que da sentido a la vida y fortalece los sentimientos, la hermandad, el
respeto por los demás. Quería sacar de mi alma los elementos que, escondidos en
las fibras de mi corazón, acabaron por explicarme las causas que envolvían las
bondades y la nobleza, de quienes fuimos paridos en las montañas, allá donde
dormían los dueños del tequio, la hermandad y la cultura de los pueblos
originarios
La parada más importante después de mi salida de la mixteca
poblana la hice en la secundaria anexa a la Escuela Nacional de Maestros.
Podría decir que fue en esta cuna donde empecé a sentir aquellas inquietudes que,
con el tiempo, fueron abriéndose paso en la defensa de las luchas
estudiantiles, magisteriales, ferrocarrileras. La lucha de los médicos, contra
la represión y las torturas. Lo más humano que llegó a mis sentimientos y a mi
formación fue haber ingresado al Partido Comunista Mexicano
Años después mi formación académica me llevó a
Tijuana, Baja California. Allí conocí a Blas Manrique, el comunista, más culto
y aguerrido que yo haya conocido. El gobierno de los EU quisieron asesinarlo echándolo
en un costal al que arrojaron en los cantiles del mar de Rosarito. Con mis
compañeros de lucha, hicimos la mayor manifestación de repudio al imperialismo
norteamericano por preparar, financiar y efectuar la invasión militar de los opositores
cubanos a Bahía de Cochinos en el año de 1971. Me llenó de emoción que el
General Lázaro Cárdenas del Río, se haya dispuesto a ir a cuba y compartir con
Fidel y sus barbudos la suerte personal para defender con las armas a la
heroica revolución cubana
En ese devenir, por mi persona pasaron las luchas y las
acciones de hombres llenos de historia. Aparecieron en mi vida política Othón
Salazar Ramírez, Ramón Danzós Palomino, Valentín Campa Salazar, Gerardo Unzueta
Lorenzana, Arnoldo Martínez Verdugo, Eduardo Montes Manzano, Rafael Jacobo Femat,
José Dolores López, Hilario Moreno y muchos más que dieron a la patria su
trabajo, su libertad y su vida
Todos ellos, sembraron en mí la semilla de la lucha
por las causas justas. Cada uno se metió en mi corazón al grado de que en mi
largo batallar por la justicia y por mi gente, siguen siendo mis guías que
impiden que se apague el sublime y difícil encanto de seguir en las filas de la
izquierda revolucionaria y progresista
Cuando se fueron de nosotros, esos luchadores dejaron
un gran vacío. Solo sus seguidores y los que aprendimos de su ejemplo, traemos
en alto su bandera de lucha y, sin falsas modestias, algo nuevo, diferente y
positivo le hemos aportado al país. La ausencia de estos hombres me ha dolido mucho.
Lo que hicieron por México, no solo los honra. Fueron y son un ejemplo a seguir
por las nuevas generaciones
Pero cuando el 1º de octubre del 2024 se retire de la
vida pública el presidente López Obrador, este país, sus adultos mayores, sus
jóvenes, sus niños, el pueblo en general, conoceremos el vacío que deja un
gobernante que ha hecho de su humildad, su capacidad intelectual, su trabajo incansable,
construcción de carreteras, caminos, puertos, aeropuertos, trenes, presas, viaductos,
acueductos, apoyos económicos a quienes los necesitan. Ha hecho de la independencia
y la soberanía de nuestro país y muchas cosas más, el ejemplo más respetado y
respetable por propios y extraños. En mi caso, lo llevaré siempre en mi corazón
no solo por su palabra comprometida con el pueblo sino por los grandes hechos
de su gobierno. ¡Feliz descanso presidente, se lo merece!
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