sábado, 2 de diciembre de 2023

 

El hombre que se va

Por JESÚS SOSA CASTRO

Con un beliz desvencijado y unas cuantas ropas en él, llegué a la ciudad de México en 1955. No estaba huyendo del campo, de mi origen, de mi cultura y/o del amor de mis padres. Venía en busca de algo inasible, de eso que da sentido a la vida y fortalece los sentimientos, la hermandad, el respeto por los demás. Quería sacar de mi alma los elementos que, escondidos en las fibras de mi corazón, acabaron por explicarme las causas que envolvían las bondades y la nobleza, de quienes fuimos paridos en las montañas, allá donde dormían los dueños del tequio, la hermandad y la cultura de los pueblos originarios

La parada más importante después de mi salida de la mixteca poblana la hice en la secundaria anexa a la Escuela Nacional de Maestros. Podría decir que fue en esta cuna donde empecé a sentir aquellas inquietudes que, con el tiempo, fueron abriéndose paso en la defensa de las luchas estudiantiles, magisteriales, ferrocarrileras. La lucha de los médicos, contra la represión y las torturas. Lo más humano que llegó a mis sentimientos y a mi formación fue haber ingresado al Partido Comunista Mexicano

Años después mi formación académica me llevó a Tijuana, Baja California. Allí conocí a Blas Manrique, el comunista, más culto y aguerrido que yo haya conocido. El gobierno de los EU quisieron asesinarlo echándolo en un costal al que arrojaron en los cantiles del mar de Rosarito. Con mis compañeros de lucha, hicimos la mayor manifestación de repudio al imperialismo norteamericano por preparar, financiar y efectuar la invasión militar de los opositores cubanos a Bahía de Cochinos en el año de 1971. Me llenó de emoción que el General Lázaro Cárdenas del Río, se haya dispuesto a ir a cuba y compartir con Fidel y sus barbudos la suerte personal para defender con las armas a la heroica revolución cubana

En ese devenir, por mi persona pasaron las luchas y las acciones de hombres llenos de historia. Aparecieron en mi vida política Othón Salazar Ramírez, Ramón Danzós Palomino, Valentín Campa Salazar, Gerardo Unzueta Lorenzana, Arnoldo Martínez Verdugo, Eduardo Montes Manzano, Rafael Jacobo Femat, José Dolores López, Hilario Moreno y muchos más que dieron a la patria su trabajo, su libertad y su vida

Todos ellos, sembraron en mí la semilla de la lucha por las causas justas. Cada uno se metió en mi corazón al grado de que en mi largo batallar por la justicia y por mi gente, siguen siendo mis guías que impiden que se apague el sublime y difícil encanto de seguir en las filas de la izquierda revolucionaria y progresista

Cuando se fueron de nosotros, esos luchadores dejaron un gran vacío. Solo sus seguidores y los que aprendimos de su ejemplo, traemos en alto su bandera de lucha y, sin falsas modestias, algo nuevo, diferente y positivo le hemos aportado al país. La ausencia de estos hombres me ha dolido mucho. Lo que hicieron por México, no solo los honra. Fueron y son un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones

Pero cuando el 1º de octubre del 2024 se retire de la vida pública el presidente López Obrador, este país, sus adultos mayores, sus jóvenes, sus niños, el pueblo en general, conoceremos el vacío que deja un gobernante que ha hecho de su humildad, su capacidad intelectual, su trabajo incansable, construcción de carreteras, caminos, puertos, aeropuertos, trenes, presas, viaductos, acueductos, apoyos económicos a quienes los necesitan. Ha hecho de la independencia y la soberanía de nuestro país y muchas cosas más, el ejemplo más respetado y respetable por propios y extraños. En mi caso, lo llevaré siempre en mi corazón no solo por su palabra comprometida con el pueblo sino por los grandes hechos de su gobierno. ¡Feliz descanso presidente, se lo merece!

     

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