Yo dormí el verano y el invierno a la luz de la luna
Por JESÚS SOSA CASTRO
Después de recibir a nuestro hijo que llegaba de Tulum
nos fuimos a desayunar. Al regreso, me puse a revisar las redes y, como
siempre, me encontré con un hermoso texto de José Saramago, que mi compañera y
amiga María del Rosario Baltazar Munguía, había subido a su página de Facebook.
Su contenido me conmovió. Su sensibilidad poética, mucho tiene que ver con lo
que mis pasos por la vida, han venido sembrando y recogiendo con especial
pundonor. Porque refiriéndome a Saramago, también yo dormí el verano y el
invierno a la luz de la luna y dormí en petates de palma tapado con costales de
yute, para aguantar el frío. Y en medio de esa paz que se vive en las montañas,
mis ojos y mis sentidos veían mecer las ramas de los árboles y el tintineo de
las estrellas del imponente firmamento. Todo pasaba como un río corriendo en
silencio, mientras lo cóncavo del cielo permitía ver la traslúcida claridad de
la vía láctea o la estrella del sur de la que tanto me hablaba mi padre
En este breve texto, quiero resaltar la sensibilidad
literaria de María del Rosario y la capacidad poética de Saramago. Recogen lo
más sencillo y trascedente que tiene la vida. Porque, “mientras llega el sueño de
quienes hemos caminado muchos años sembrando ideas y recogiendo flores o
abrojos, las historias y los sucesos que construye el pueblo se vuelven
leyendas, asombros, episodios singulares, muertes y escaramuzas de piedra”
Palabras y hechos de un pueblo rebelde que recoge memorias, construye caminos y
produce nuevas historias
Interesante la pregunta que Saramago le hace a su
personaje. ¿Y después de todo, qué es lo que se espera? Tal vez se tengan que
repetir las historias para no olvidarlas, para enriquecerlas con nuevos hechos
y con nuevos ejercicios que pongan a prueba los derechos del pueblo. Siempre
será posible que, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros y
los rayos de la luz matutina, nos levante el ánimo para despertar la conciencia
y poner los esfuerzos y las acciones en la ruta de la transformación del país.
Ya no es el tiempo de estar tumbados debajo de la higuera cuando tenemos enfrente
un universo tan complejo y en movimiento.
En estos tiempos otras cosas no podrán ser. Ya no basta
seguir mirando las estrellas. El mundo será más hermoso cuando ya no sintamos
pena de morir. Cuando hayamos recibido la suprema gracia de que nuestra última despedida,
sea el consuelo de la belleza revelada que nos haya dejado el honor y el
orgullo de haberle servido a nuestro país y a nuestra gente. Cuando el clasismo
y el racismo, el odio y el rencor de los poderosos contra los empobrecidos y
humillados por ellos, entiendan que Saramago y mi amiga y compañera de lucha
María del Rosario, recogen en su humildad y en su corazón la no vergüenza que a
veces se duerma con los cerdos. “Ojalá cuando tengamos que morir, pudiéramos
despedirnos de los árboles, de los huertos, de los amigos, de los compañeros, uno
por uno, abrazándolos y llorando, porque a decir verdad no los volveremos a
ver".
Las palabras entrecomilladas fueron recogidas de la página
de María del Rosario Baltazar Munguía y del texto de JOSÉ SARAMAGO
(Portugal,1922 - 2010)
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