Un viaje
de terror (2)
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Una vez que empezó el curso en la Escuela de cuadros, me fui dando
cuenta que de México habíamos más de una decena de camaradas que habían llegado
en distintos momentos y por distintas rutas. Era lo mismo con compañeros de
otros países. Todos, formamos una hermandad que luchaba contra el hartazgo de
la represión, la tortura y el asesinato por los gobiernos de las oligarquías de
nuestros respectivos países. La idea era prepararnos para servir a las causas
que tenían que ver con la libertad, la democracia y la justicia. Nuestro
objetivo era elaborar las respuestas para contestar las preguntas que nos hacía
el movimiento obrero. Queríamos aprender lo necesario, no para discutir con las
élites, con quienes nos explotaban, sino con el pueblo trabajador
Hay que decir que no huíamos
de nuestras responsabilidades asumidas con lealtad y patriotismo por el bien
del país. La represión y los asesinatos que en esos tiempos se cometían de
manera impune por los gorilas de nuestras naciones, nos obligaban a buscar las
formas de garantizar que el movimiento obrero y de masas en el que participábamos,
tuvieran la garantía de que en cualquier circunstancia siempre habría los
cuadros necesarios para darle continuidad a la lucha revolucionaria
No estábamos estudiando en ese país para ganar dinero. Queríamos
cambiar el mundo. El sistema neoliberal empezaba en 1973 a poner en el centro el
individualismo y las ganancias. Queríamos que el sueño de Cracio, el esclavo romano,
amigo y compañero de Espartaco, se hiciera realidad. Tener el poder, no solo el
gobierno. Cuando ambos se dan cuenta que al principio vivieron la libertad, en
nosotros creció la aspiración para que no fueran las cúpulas, sino el pueblo, el
que pudiera ser el constructor de su propio destino
A partir de estas esperanzas hicimos de los libros y del
aprendizaje la meta a conquistar. Nos empezamos a dar cuenta que el discurso de
la oligarquía estaba lleno de mentiras y que, si queríamos cumplir con el
encargo que nos había dado el partido, teníamos que elaborar una ruta y una
estrategia para que las élites no fueran las que nos impusieran la cultura
neoliberal. Esa donde el individuo, es más importante que la colectividad
Las materias de estudio y los debates con nuestros maestros comunistas
nos ayudaron a desentrañar nuestro confuso pensamiento. Descubrimos por qué los
capitalistas no sólo explotan y trastocan los sentimientos y la vida de los
trabajadores. Son la expresión del culto al dinero, y el pueblo, el ente que
los enriquece. Fue a partir de estos puntos que entendimos que el poder y el
gobierno no se obtienen por los parlamentos o las cúpulas políticas y
económicas. Se obtiene con el pueblo, recorriendo calle por calle, casa por
casa, hablando y trabajando con la gente. Había que organizarlo y hacerle ver
que es luchando como se logran las transformaciones. Estas cosas fueron la
parte sustancial de esa pasión por el estudio. Y hoy, esa es la fuerza moral y
espiritual que me sigue acompañando
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