viernes, 26 de julio de 2024

Un viaje de terror (2)

Por JESÚS SOSA CASTRO

Una vez que empezó el curso en la Escuela de cuadros, me fui dando cuenta que de México habíamos más de una decena de camaradas que habían llegado en distintos momentos y por distintas rutas. Era lo mismo con compañeros de otros países. Todos, formamos una hermandad que luchaba contra el hartazgo de la represión, la tortura y el asesinato por los gobiernos de las oligarquías de nuestros respectivos países. La idea era prepararnos para servir a las causas que tenían que ver con la libertad, la democracia y la justicia. Nuestro objetivo era elaborar las respuestas para contestar las preguntas que nos hacía el movimiento obrero. Queríamos aprender lo necesario, no para discutir con las élites, con quienes nos explotaban, sino con el pueblo trabajador

 Hay que decir que no huíamos de nuestras responsabilidades asumidas con lealtad y patriotismo por el bien del país. La represión y los asesinatos que en esos tiempos se cometían de manera impune por los gorilas de nuestras naciones, nos obligaban a buscar las formas de garantizar que el movimiento obrero y de masas en el que participábamos, tuvieran la garantía de que en cualquier circunstancia siempre habría los cuadros necesarios para darle continuidad a la lucha revolucionaria

No estábamos estudiando en ese país para ganar dinero. Queríamos cambiar el mundo. El sistema neoliberal empezaba en 1973 a poner en el centro el individualismo y las ganancias. Queríamos que el sueño de Cracio, el esclavo romano, amigo y compañero de Espartaco, se hiciera realidad. Tener el poder, no solo el gobierno. Cuando ambos se dan cuenta que al principio vivieron la libertad, en nosotros creció la aspiración para que no fueran las cúpulas, sino el pueblo, el que pudiera ser el constructor de su propio destino

A partir de estas esperanzas hicimos de los libros y del aprendizaje la meta a conquistar. Nos empezamos a dar cuenta que el discurso de la oligarquía estaba lleno de mentiras y que, si queríamos cumplir con el encargo que nos había dado el partido, teníamos que elaborar una ruta y una estrategia para que las élites no fueran las que nos impusieran la cultura neoliberal. Esa donde el individuo, es más importante que la colectividad

Las materias de estudio y los debates con nuestros maestros comunistas nos ayudaron a desentrañar nuestro confuso pensamiento. Descubrimos por qué los capitalistas no sólo explotan y trastocan los sentimientos y la vida de los trabajadores. Son la expresión del culto al dinero, y el pueblo, el ente que los enriquece. Fue a partir de estos puntos que entendimos que el poder y el gobierno no se obtienen por los parlamentos o las cúpulas políticas y económicas. Se obtiene con el pueblo, recorriendo calle por calle, casa por casa, hablando y trabajando con la gente. Había que organizarlo y hacerle ver que es luchando como se logran las transformaciones. Estas cosas fueron la parte sustancial de esa pasión por el estudio. Y hoy, esa es la fuerza moral y espiritual que me sigue acompañando

  

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