lunes, 29 de julio de 2024

 

Un viaje de terror (3) último

Por JESÚS SOSA CASTRO

Casi al terminar el curso mis maestros me pidieron que hiciera una Tesis. Hoy está en la biblioteca de la escuela con el nombre de “Las clases sociales en México” Días después nos llevaron a un viaje por Siberia, conocimos muchas fábricas, hablamos con los obreros, padecimos los piquetes de zancudos que parecían avionetas, y al final, terminamos hartos de Vodka en el hermoso Lago Baikal. El regreso a Moscú significaba la preparación de nuestro retorno al país de origen. El 1º en salir fue un hondureño que por miedo se vistió de cácher de beisbol y al bajar del avión fue aprehendido por la policía. En todos había el temor de que la CIA nos atrapara en algún lugar de Europa o en nuestro propio país

Dejé de llamarme “Martín Pruneda” y volví a mi nombre y a mis documentos oficiales. Durante mi regreso a México, excepto el miedo de que me pasara lo del compañero de Honduras, no tuve mayores problemas. Me reporté con mis compañeros del Comité Central que no estaban presos o en la clandestinidad. Las reuniones las hacíamos caminando de dos en dos por las calles de la ciudad. Allí me indicaron que a partir de esa fecha mi trabajo ya no era el magisterio sino la construcción del partido en la zona obreúltimora de Tlalnepantla y el valle de Ecatepec y Texcoco

Fue en ese trabajo que me di cuenta de la verdadera realidad. Recordé lo que había dicho el escritor uruguayo Mario Benedetti. “cuando apenas empezaba a poner a prueba mis respuestas, la realidad nacional ya me había cambiado las preguntas” Lo que había aprendido en la escuela de cuadros, no empataba con lo que pasaba en el movimiento obrero y popular de México. La represión del 68 y del 71 estaba desbordando en los hechos muchas de las teorías que se nos habían enseñado en la escuela. La realidad nos fue poniendo en claro que no todo se aprende en los libros. La mejor escuela para transformar la situación económica y social de los trabajadores está en un aprendizaje al lado de la gente. Organizando, estudiando, debatiendo y luchando para que, si las masas irredentas quieren ganar su futuro, el relato de los revolucionarios debe evitar seguir viviendo de las mentiras que nos vomitan diariamente los dueños del poder y del capital

Desde entonces la lucha de los comunistas mexicanos cambió. Nos hicimos parte importante de un movimiento de masas que se volcaba a los espacios públicos, a las calles, para hablar y organizar a la gente. Hicimos del debate y la organización nuestras armas de combate. Entendimos que la izquierda comunista debe ser coherente con sus ideales y con sus principios. Nos dimos cuenta de que nuestra mística, nuestras risas y nuestras alegrías solo podían ser revolucionarias si los pueblos con conciencia de clase se llenan de esperanza. Mi lucha y los dos secuestros que sufrí por parte de la DFS de México me hicieron ver el significado que tienen la teoría y la práctica. Por eso y hasta ahora, como escribiera mi camarada Rogelio Mendoza. “No soy un hombre que se haya rajao”

 

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