Un viaje
de terror (3) último
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Casi al terminar el curso mis maestros me pidieron que hiciera
una Tesis. Hoy está en la biblioteca de la escuela con el nombre de “Las clases
sociales en México” Días después nos llevaron a un viaje por Siberia, conocimos
muchas fábricas, hablamos con los obreros, padecimos los piquetes de zancudos
que parecían avionetas, y al final, terminamos hartos de Vodka en el hermoso
Lago Baikal. El regreso a Moscú significaba la preparación de nuestro retorno al
país de origen. El 1º en salir fue un hondureño que por miedo se vistió de cácher
de beisbol y al bajar del avión fue aprehendido por la policía. En todos había
el temor de que la CIA nos atrapara en algún lugar de Europa o en nuestro
propio país
Dejé de llamarme “Martín Pruneda” y volví a mi nombre y a mis
documentos oficiales. Durante mi regreso a México, excepto el miedo de que me
pasara lo del compañero de Honduras, no tuve mayores problemas. Me reporté con
mis compañeros del Comité Central que no estaban presos o en la clandestinidad.
Las reuniones las hacíamos caminando de dos en dos por las calles de la ciudad.
Allí me indicaron que a partir de esa fecha mi trabajo ya no era el magisterio sino
la construcción del partido en la zona obreúltimora de Tlalnepantla y el valle
de Ecatepec y Texcoco
Fue en ese trabajo que me di cuenta de la verdadera realidad.
Recordé lo que había dicho el escritor uruguayo Mario Benedetti. “cuando apenas
empezaba a poner a prueba mis respuestas, la realidad nacional ya me había
cambiado las preguntas” Lo que había aprendido en la escuela de cuadros, no
empataba con lo que pasaba en el movimiento obrero y popular de México. La
represión del 68 y del 71 estaba desbordando en los hechos muchas de las
teorías que se nos habían enseñado en la escuela. La realidad nos fue poniendo
en claro que no todo se aprende en los libros. La mejor escuela para
transformar la situación económica y social de los trabajadores está en un
aprendizaje al lado de la gente. Organizando, estudiando, debatiendo y luchando
para que, si las masas irredentas quieren ganar su futuro, el relato de los
revolucionarios debe evitar seguir viviendo de las mentiras que nos vomitan
diariamente los dueños del poder y del capital
Desde entonces la lucha de los comunistas mexicanos cambió.
Nos hicimos parte importante de un movimiento de masas que se volcaba a los
espacios públicos, a las calles, para hablar y organizar a la gente. Hicimos
del debate y la organización nuestras armas de combate. Entendimos que la izquierda
comunista debe ser coherente con sus ideales y con sus principios. Nos dimos
cuenta de que nuestra mística, nuestras risas y nuestras alegrías solo podían
ser revolucionarias si los pueblos con conciencia de clase se llenan de
esperanza. Mi lucha y los dos secuestros que sufrí por parte de la DFS de México
me hicieron ver el significado que tienen la teoría y la práctica. Por eso y
hasta ahora, como escribiera mi camarada Rogelio Mendoza. “No soy un hombre que
se haya rajao”
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