De
monaguillo a comunista
Por JESÚS
SOSA CASTRO
En el sur de la mixteca poblana, mi tierra, hubo y hay dos
instituciones respetables para los pobladores. La escuela rural Fray Bernardino
García y la iglesia de la sagrada familia. En la 1ª aprendí a leer y a
escribir. Mi maestro Moisés Flores Guevara fue un sabio. En la segunda
institución, me enseñaron a rezar, a no pensar, solo a obedecer. A buscar en
los mandamientos del “Señor” una felicidad celestial, justo en el lugar donde
los sueños de los mundanos podían ir a la gloria o al infierno según sus
comportamientos o sus hechos
De esta etapa de mi vida lo que más recuerdo fue la enorme
sabiduría de mi maestro rural. Mi aprendizaje siempre se alimentó de su
pensamiento libertario. A los niños campesinos nos trató con amor y respeto.
Nos habló de la escuela socialista, del papel heroico que jugaban los maestros
rurales, de la histeria y la barbarie que habitaba en el corazón de los caciques
y conservadores. Mi padre que le daba seguimiento a mis conocimientos se dio
cuenta que ya no aprendía nada nuevo y me sacó de la escuela para ponerme a
trabajar como su peón en la labranza de la tierra. Fue un tío que era maestro
quien me sacó del campo para llevarme a terminar la primaria a 80 km al sur de
la mixteca poblana
Como era de esperarse, llegué a uno de los reductos cristeros
del Estado de Puebla. En mis tiempos libres estando en 5º y 6º años, el cura me
volvió un fanático de las cuestiones religiosas. Todos los viernes eran días de
doctrina, al grado de que esa enajenación me llevó al lado de mis padres
campesinos a decirles que, como castigo a sus faltas de fe, el sol no saldría un
día X como castigo a los descreídos de Dios. Por fortuna me vine a la CDMX a
hacer la secundaria. Y aquí, mi fe se fue alejando y mis creencias se centraron
en los libros, en las lecturas y en las evidencias de que esas doctrinas que
predicaba la justicia divina eran solo palabras para alimentar la ignorancia y
someternos a los dictados de quienes de mala manera generaban las injusticias
en la tierra
Ya siendo maestro me fui a trabajar a Tijuana. Allí fueron mi
ejemplo los cubanos defendiendo su revolución, las prédicas del comunista Blas
Manrique, la continuación de las lecturas y la actitud valiente del Gral.
Lázaro Cárdenas del Río los que influyeron en mí para hacerme un luchador
libertario. Casi un año después regresé a la ciudad de México y aquí me encontré
con un movimiento social encabezado por Othón Salazar, Demetrio Vallejo, Valentín
Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Ramón Danzós Palomino, Gerardo Unzueta
Lorenzana y otros, quienes acabaron por quitarme mis creencias ultramundanas y ver
en su trabajo y sus liderazgos, los íconos que me convirtieron en otro
comunista. Al pasar de los años mis ideales y mis ideas se han fortalecido. He
sido actor y participante de las luchas y de los logros que muchos camaradas ya
no tuvieron la oportunidad de ver. A ellos y a los sin nombre, les dedico estas
líneas. Porque todos defendimos y seguimos defendiendo las banderas que ayer y
hoy nos han hecho vivir y morir con honor
No hay comentarios.:
Publicar un comentario