viernes, 19 de julio de 2024

 

De monaguillo a comunista

Por JESÚS SOSA CASTRO

En el sur de la mixteca poblana, mi tierra, hubo y hay dos instituciones respetables para los pobladores. La escuela rural Fray Bernardino García y la iglesia de la sagrada familia. En la 1ª aprendí a leer y a escribir. Mi maestro Moisés Flores Guevara fue un sabio. En la segunda institución, me enseñaron a rezar, a no pensar, solo a obedecer. A buscar en los mandamientos del “Señor” una felicidad celestial, justo en el lugar donde los sueños de los mundanos podían ir a la gloria o al infierno según sus comportamientos o sus hechos

De esta etapa de mi vida lo que más recuerdo fue la enorme sabiduría de mi maestro rural. Mi aprendizaje siempre se alimentó de su pensamiento libertario. A los niños campesinos nos trató con amor y respeto. Nos habló de la escuela socialista, del papel heroico que jugaban los maestros rurales, de la histeria y la barbarie que habitaba en el corazón de los caciques y conservadores. Mi padre que le daba seguimiento a mis conocimientos se dio cuenta que ya no aprendía nada nuevo y me sacó de la escuela para ponerme a trabajar como su peón en la labranza de la tierra. Fue un tío que era maestro quien me sacó del campo para llevarme a terminar la primaria a 80 km al sur de la mixteca poblana

Como era de esperarse, llegué a uno de los reductos cristeros del Estado de Puebla. En mis tiempos libres estando en 5º y 6º años, el cura me volvió un fanático de las cuestiones religiosas. Todos los viernes eran días de doctrina, al grado de que esa enajenación me llevó al lado de mis padres campesinos a decirles que, como castigo a sus faltas de fe, el sol no saldría un día X como castigo a los descreídos de Dios. Por fortuna me vine a la CDMX a hacer la secundaria. Y aquí, mi fe se fue alejando y mis creencias se centraron en los libros, en las lecturas y en las evidencias de que esas doctrinas que predicaba la justicia divina eran solo palabras para alimentar la ignorancia y someternos a los dictados de quienes de mala manera generaban las injusticias en la tierra

Ya siendo maestro me fui a trabajar a Tijuana. Allí fueron mi ejemplo los cubanos defendiendo su revolución, las prédicas del comunista Blas Manrique, la continuación de las lecturas y la actitud valiente del Gral. Lázaro Cárdenas del Río los que influyeron en mí para hacerme un luchador libertario. Casi un año después regresé a la ciudad de México y aquí me encontré con un movimiento social encabezado por Othón Salazar, Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Ramón Danzós Palomino, Gerardo Unzueta Lorenzana y otros, quienes acabaron por quitarme mis creencias ultramundanas y ver en su trabajo y sus liderazgos, los íconos que me convirtieron en otro comunista. Al pasar de los años mis ideales y mis ideas se han fortalecido. He sido actor y participante de las luchas y de los logros que muchos camaradas ya no tuvieron la oportunidad de ver. A ellos y a los sin nombre, les dedico estas líneas. Porque todos defendimos y seguimos defendiendo las banderas que ayer y hoy nos han hecho vivir y morir con honor

  

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