lunes, 20 de enero de 2025

Una crítica a los críticos

Por JESÚS SOSA CASTRO

A lo largo del siglo XX, el problema del partido revolucionario fue un tema central para los movimientos de emancipación. Se afirmaba que éste, debía estar abocado a desaparecer en la misma medida en que su lucha principal era la desaparición de las clases sociales. Antonio Gramsci en sus cuadernos desde la cárcel decía que el fin último del partido era su propia desaparición, pues si su objetivo era fundar un nuevo Estado, entonces la conclusión lógica era, también, luchar contra el partido existente. En contrario, hoy hay una fuerte corriente que lucha por crear más y más partidos políticos

Subrayo estas opiniones Gramscianas porque algunos de nuestros teóricos insisten en que Morena es un fracaso porque no lucha por una revolución socialista, que acabe con el capitalismo salvaje y liquide las clases sociales. Dicen que ni el partido en el gobierno, ni sus aliados, se han declarado representativos de la clase obrera ni han tenido como divisa principal acabar con el capitalismo ni con la desaparición del Estado. No entienden que el partido en el poder, en sentido estricto, es un partido multiclasista. Su composición y su programa son la expresión democrática de distintos sectores que representan a distintas clases sociales que se habían hastiado de la corrupción, la exclusión, la impunidad y los privilegios que las élites habían convertido en su modus operandi

Quienes hablan de estas cuestiones tienen una visión maniquea y dogmática. Fortalecen la mirada y la confusión que la ultraizquierda y la derecha conservadora tienen sobre el proyecto de la cuarta transformación. Pues hay quienes afirman que el triunfo de Morena y de sus aliados, solo contribuye al reforzamiento del sistema capitalista y ata con mayor fuerza al pueblo trabajador a un capitalismo salvaje

Esta falta de comprensión se da porque estos analistas miran las cosas desde lejos. Son personas que les falta autocrítica, que están fuera de todo movimiento social, que se la pasan elaborando teorías en el aire, no ven la realidad porque están fuera de ella. Por eso lo que opinan no impacta en ninguno de los sectores en lucha. Se quedaron varados en un pasado que no tuvo la capacidad de entender los nuevos tiempos y la actual recomposición política y social que está viviendo el pueblo de México

Quienes quieren que Morena y ahora la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo lleven el país al socialismo, francamente se están orinando fuera de la bacinica. Los cambios sociales no se dan a partir de caprichos o deseos personales. Son resultado de factores objetivos y subjetivos que se van generando a partir de la organización y del desarrollo de la conciencia de la gente. Por eso, mientras creamos esta conciencia lo que hoy procede es profundizar el proyecto de transformación, tener un partido organizado, dirigentes democráticamente electos, capacitados y juntos, partido y pueblo, construir un estadio de justicia, democracia y libertad

  

domingo, 12 de enero de 2025

 

Los CIEN DÍAS y el largo camino por andar

Por JESÚS SOSA CASTRO

La Dra. Claudia Sheinbaum Pardo informó sobre lo que se ha hecho en los primeros CIEN DÍAS de su gobierno. Lo expuesto ante un auditorio multitudinario en la plaza de la constitución, fue brillante, emotivo y contundente. Puso en blanco y negro todo lo que nos ha permitido llegar al punto en que se encuentran el pueblo, la sociedad y el país. En su discurso, estuvo presente la política, el talento y el apoyo del pueblo a lo que fue el trabajo del presiente López Obrador. Sus obras estratégicas, los apoyos populares, la derrota del neoliberalismo económico y la implantación del humanismo mexicano son el espejo en el que se mira el pueblo y las aspiraciones del México profundo. Hoy, el timón de este enorme proyecto pasó a manos de nuestra presidenta y comandanta de las fuerzas armadas. Estos avances han sido y son, la insignia que hemos llevado en el sinuoso y largo camino que estamos recorriendo

Del 2018 al 2025 las acciones que dieron cuerpo y alma a un nuevo modo de ver, hacer y pensar las cosas nos llevaron a darnos cuenta de cuanto habíamos dejado en el camino. Nuestro humanismo volvió sobre sus pasos y nos permitió recuperar los sentimientos que nos distinguen como seres humanos. Millones de mujeres y hombres hemos podido comprobar que la estatura moral e intelectual de nuestro pueblo no solo han resistido los embates del tiempo. También han dado muestras de su enorme grandeza que lo han colocado a la altura de la historia y de las necesidades del país. La participación de comunistas, socialistas y progresistas estuvo y está presente con sus ideas, sus acciones y su vida contribuyendo al enaltecimiento del ser humano para convertirlo en el distintivo de la dignidad y la resistencia contra un sistema depredador, injusto y represor

Los ejemplos que nos dieron tuvieron su origen en liderazgos del México profundo. Su humildad, su valentía y la claridad con que miraron el sufrimiento y las luchas actuales de la gente, se expresaron al través de las ideas y las acciones de Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Ramón Danzós Palomino, Gerardo Unzueta Lorenzana, Eduardo Montes Manzano, Othón Salazar, Demetrio Vallejo, Lucio Cabañas, Andrés Manuel López Obrador y de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. Ellos, del brazo con el pueblo, fueron y son los que, con honor, reivindicaron los derechos, las demandas y las libertades de los mexicanos

Muchos de estos hombres que son ahora parte inocultable de esta historia, no tuvieron la oportunidad de ver los resultados de su trabajo. En homenaje a ellos, los dos últimos presidentes y el pueblo levantamos sus banderas y las pusimos en el altar más alto de la patria. Ahora, al profundizar la transformación del país, tenemos que cuidar e impedir que los que encabezan los encargos, la burocracia dorada, vayan a convertirse en una nueva casta divina, que, al paso de los días tengamos que vernos obligados echarlos del poder por perder sus convicciones y creerse las divinas garzas envueltas en celofán

lunes, 6 de enero de 2025

A Morena hay que cambiarle el cuerpo y el alma

Por JESÚS SOSA CASTRO

De norte a sur y de este a oeste el crecimiento de Morena pareciera que avanza de manera incontenible. Franjas enormes de pueblo, de campesinos, artistas, estudiantes, maestros, cristianos, católicos e intelectuales, están acompañando este hecho como una expresión de hartazgo en contra de las políticas entreguistas del PRI, del PAN y del MC. Explicar este fenómeno no resulta sencillo. Más aún cuando, personas y grupos de distintas formaciones y prácticas políticas nos sorprenden con su arribismo demencial

La autocomplacencia que se observa, pensando que ya tenemos el partido inexpugnable, es un error garrafal. Los brotes de corrupción interna y diferendos por espacios de poder entre personajes del movimiento de transformación ya han desatado una campaña de lodo en contra de nuestro proyecto. ¿Qué hacer para que el empeño de millones de personas interesadas en profundizar el 2º piso de la 4T y hacerse morenistas no sufra un descalabro y una desilusión que dificulte o impida el pregón que se propaga afirmando que ahora sí seremos invencibles? ¿Ya estamos listos para derrotar los residuos de una derecha calenturienta y entreguista que quiere seguir trabajando para el capitalismo transnacional, ajeno a los intereses del pueblo y de la nación?

Para evitar sorpresas sería conveniente entender que el objetivo de hacer grande el partido, solo se puede lograr con la articulación de todas las resistencias populares más desarrolladas, con la construcción de una fuerza popular, con una desplegada fortaleza ideológica, política y organizativa para ser la contra parte de los roídos cimientos de la derecha fascista, atrabiliaria y moralmente derrotada. Necesitamos una dirección de revolucionarios competentes que entienda cuál es el blanco principal de nuestra lucha, que unifique a todas las resistencias, que haya una consigna única, trabaje en sincronía en tiempo y lugar y, sobre todo, que esté dispuesta a poner en juego prácticas que propicien el trabajo colectivo, el debate de las ideas y la potencialización de las acciones movilizadoras. Cuando esto se dé Morena se convertirá en la fortaleza que andamos buscando

Este ejercicio expresa una postura colectiva, señala que el trabajo casa por casa debe ser lo que atrape a todos los participantes para empujar un proyecto común. Sin esto, el entusiasmo que se manifiesta en los actos de masas que se realizan a la fecha, no serían el cuerpo y el alma del partido. Requerimos que éste resista la embestida bestial de nuestros enemigos de clase, el que jamás vuelva a las prácticas antidemocráticas, a las clientelas electorales y a los operadores políticos llenos de ambición y de mañas. Que ataje la recurrencia de una construcción de grupos de poder, que no castre su fuerza popular y que impida que siga creciendo nuestro desencanto. Tenemos que crear una fuerza proletario popular que pare los intentos de banalizar la esperanza, defraudar al pueblo y echar por la borda el trabajo y el esfuerzo de la militancia

 

 

       

miércoles, 1 de enero de 2025

 

La furia y el silencio. Reseña de una historia personal

Por JESÚS SOSA CASTRO

Capítulo Uno

En una caja de cartón, mi madre me puso dos mudas de ropa. Se preparaba mi viaje a un mundo que no era mi mundo. Dejaba atrás mi arraigo a la tierra, a mis padres y a un puño de hermanos que, en su imaginario, desconocían el rumbo que mi salida de esas montañas iba a significar. A eso de las 8 de la mañana de un día del mes de junio de 1953, mi padre tomó en sus manos la caja y emprendimos el camino hacia el punto donde tenía que tomar el camión que me llevaría a la ciudad de Acatlán de Osorio. Dejaba atrás la escuela rural que me enseñó a leer y a escribir, para inscribirme en la Escuela Maximino Ávila Camacho de Acatlán, Puebla, que me permitiría cursar el 5º y el 6º año de primaria

Todo empezó de manera normal- Mis tías me acogieron como un integrante más de su familia y me enseñaron a rezar todas las noches antes de acostarme a dormir. Me inscribieron en la “doctrina “que en el curato de la iglesia el sacerdote nos daba a la muchachada de esa región. Deporsí lo que se nos enseñaba no se sostenía científicamente, pero nuestra ignorancia no logró distinguir lo religioso de lo científico, éramos víctimas de nuestra ignorancia ancestral y de una cultura cercana a lo que en esa región años antes había impulsado el movimiento cristero. Una tarde de esas el cura nos metió en el cerebro una pifia que hasta ahora recuerdo con furia. La religiosidad en esa región de la mixteca poblana no desmentía la influencia de ese movimiento que arrastró a miles de campesinos cuyo grito de batalla era “Viva Cristo Rey” que en su tiempo se había extendido por esta región sur de un Estado conservador, a veces, demasiado intolerante y fanático del catolicismo rupestre

Era costumbre que los viernes por la tarde, todos los niños y jóvenes teníamos que ir a la iglesia a tomar la doctrina que la mayor de las veces nos metía por los cinco sentidos el cura de la iglesia. Para tal día, nos dijo amenazante, no saldrá el sol. Hay demasiados pecadores que no oyen ni se pliegan al mandato de Dios y nos va a castigar. Habrá mucha oscuridad, hará mucho frío y las aves dejarán de volar. Ustedes tienen que decirles a sus padres de esta amenaza para que se preparen, porque algo siniestro nos puede ocurrir a toda la humanidad

Ni tardo ni perezoso, sin avisarle a mis familiares que me daban cobijo, tomé el autobús para ir hasta donde mis padres para avisarles de la catástrofe que se acercaba contra los incrédulos. Recorrí ochenta kilómetros en autobús y ocho a pie por veredas y montañas, para llegar con ellos y prevenirlos de lo que nos había dicho el cura de Acatlán. Mis padres dormían. El trabajo del campo y los silencios de las noches de montaña, no daban para desvelos ni correrías que llevaran otros encantos al corazón. El trabajo del campo cansa y en esos inhóspitos lugares solo las luciérnagas alumbran la pasmosa oscuridad. Llegué jadeando. Traía la prisa de informar a mis progenitores las palabras ominosas del cura de marras. No quería que, a mis hermanos y a mis padres, pudieran ser sepultados por una oscuridad en esas montañas sin antes, siquiera, santiguarse o prenderle unas velas al señor

Toqué la puerta como a eso de las once de la noche. Supongo que extrañado y con reflejos de preocupación en su rostro, mi padre se preguntó en ese momento qué diablos hacía su hijo que estaba estudiando el quinto año de primaria a ochenta kilómetros en el Sur de la mixteca poblana, casi en los límites con Oaxaca. Papá, le dije. Vengo a decirles que para el viernes próximo no va a salir el sol. Vamos a quedar en tinieblas porque Dios va a castigar a quienes no obedecen las reglas de su iglesia. Deben ustedes tomar las medidas para que no se queden en la oscuridad. Mi padre me agarró de la parte alta del codo y me metió a la casa de chinamite. Mira muchacho, me dijo con voz sentenciosa. Eres un baboso. De nada te sirven los estudios, ¿quién carajos te anda metiendo estas mentiras en la cabeza? Nada más andas gastando dinero y tiempo a lo pendejo, te me regresas de inmediato o te quedas a trabajar conmigo en el campo para que te sirva de escarmiento y dejes de andar transmitiendo mentiras

Sin mayor contemplación me regresé, cabizbajo a eso de media noche por los mismos caminos que me sabía de memoria porque diariamente los recorría cuando iba a estudiar en la escuela rural. No tuve capacidad para entender lo que el cura y mi padre sostenían, uno a partir de su experiencia y el otro poniendo en juego su fanatismo y una formación ideológica por demás fuera de la ciencia. Llegué de regreso a la casa de mis tías y obtuve el segundo regaño. Por más que les expliqué las razones de mi ausencia por horas, y sin aviso a sus personas, no concebían que un chamaco hubiera desaparecido sin informar nada sobre las intenciones que traía en las circunvoluciones de su cabeza. Asumí con tristeza el desafío de la crítica y de los regaños resultado de mi ignorancia

Varios viernes después de que el cura nos metió en la cabeza el colapso del mundo, nos dijo a la chamacada que el Señor se había dado cuenta de nuestro temor a él y que eso había sido la razón de que el fenómeno natural que nos llevaría a la oscuridad, no se hubiera dado. Tiempo después supimos que él era el dueño de la mayor parte de los negocios que vendían los enseres que servían para alumbrarnos. Sus tiendas agotaron las velas, candiles, veladoras, petróleo y muchos insumos que, por miedo, los ignorantes como yo, habíamos comprado para salvarnos de la oscuridad que nos amenazaba

Había razones para que yo actuara con tal carga de ignorancia y de creencias religiosas. Mis padres lo eran y mis tías compartían con mayor cercanía las prédicas de un cura que se aprovechaba del destino sería el campo, que seguiría con mi padre arando la tierra que nos alimentaba y seguiría viviendo en esas regiones montañosas del nudo mixteco por el que se cruzaban las lenguas, las tradiciones y las culturas indígenas de los tlapanecos y zapotecas

Mi regreso al campo no significó ningún cambio respecto de mi concepción sobre la vida. Las creencias religiosas seguían tan firmes y presentes en mí, que de cuando en cuando hacía el papel de monaguillo cuando en la iglesia de mi pueblo llegaba el sacerdote para oficiar misas por encargo. Mi único orgullo consistía en haber leído con infinita pasión El Corazón diario de un niño de Edmundo de Amisis, me había convertido en un conocedor de la hidrografía, orografía, y capitales de la mayor parte de los países del mundo y saber manejar las cuatro operaciones básicas de la aritmética que se enseñaba en las escuelas primarias. Mi mejor recuerdo que guardo de esas entrañables épocas, era el nombre y la capacidad profesional de mi Maestro Moisés Flores Guevara que me enseñó a leer, escribir y hacer cuantas en una escuela rural que aún traigo en mi corazón

Un día, durante sus vacaciones, llegó a la casa de mis padres ubicada en la parte alta de las montañas de la Mixteca, mi tío Rutilio Castro Solís, un estudiante normalista brillante que al mismo tiempo estudiaba la Normal superior y Ciencias Biológicas en la escuela de Medicina de la UNAM. Me preguntó cómo había salido de la escuela primaria Maximino Ávila Camacho de Acatlán donde vivían su madre y sus hermanas. Me pidió ver mis calificaciones y al hacerlo, le planteo a mi padre que me viniera con él a la ciudad de México para seguir estudiando la secundaria y la normal. Mi padre opuso resistencia, pues consideraba que el trabajo del campo era más importante que el estudio. Sin embargo, fue convencido de que yo debería seguir estudiando después de escuchar los argumentos de mi tío

Cuando llegó el momento mi mundo emocional se quebró. La ciudad de México no solo me parecía lejana, ajena a mis costumbres y a mis ligas con el campo y con mis padres. La única ciudad que conocía era Acatlán que en ese entonces era una especie de rancho grandote, la que podías recorrer caminando de norte a sur y de este a oeste en unos cuantos minutos- El día de la separación de mis padres, de mis costumbres y de mis culturas indígenas, llegó. Me di cuenta que mi padre vendió dos guajolotes y dos cabras para cubrirme el pasaje y unos dineros más para el camino que iba a emprender. Cambié mis huaraches de llanta por unos huaraches zapato que eran de otro material. Quien los portaba podía presumir de que su situación económica había dejado atrás la pobreza extrema y avanzaba hacia otro nivel de la escala social. Puras falsas ilusiones

Colocamos en el burro mi caja de cartón en la que mi madre me había puesto mi ropa, enrumbamos camino para llegar al punto en el que tomaría el autobús que me llevaría a la ciudad de México. Recuerdo que salimos a las 9 de la mañana del lugar llamado el 31 y emprendí el largo viaje de cerca de doce horas hasta el entonces Distrito Federal. Mi tío fue por mí a la terminal de autobuses que estaba por el anillo de circunvalación, cerca de lo que ahora es la cámara de Diputados. Lo primero que me impresionó fueron los semáforos, el color que había que esperar para seguir caminando y ver quién y desde donde los estaban manejando. Caminaba por las calles casi corriendo, me espantaba la enorme cantidad de vehículos que llenaban las calles de la ciudad

Mi tío tenía internado y comedor, resultado de sus buenas calificaciones. Cada estudiante de provincia, generalmente tenía a su cargo a un familiar que se había traído de su lugar de origen como una muestra de solidaridad para con sus familiares o vecinos. Vivíamos hacinados en el internado y comíamos las sobras de los que tenían derecho a comedor, Nos llamaban las gaviotas. Pasábamos una vez que ellos habían terminado de comer y era entonces que nosotros, los arrimados, íbamos por los sobrantes. Así viví varios meses hasta que adquirí mis derechos de estudiante, mostré mi registro de inscripción en la secundaria anexa a la normal y las primeras calificaciones con promedio mínimo de ocho, para gestionar el derecho a internado y comedor

Cuando estaba a punto de presentar el examen para mi ingreso a la secundaría me vino una especie de crisis personal. Aparecieron mis complejos de campesino, especialmente en lo que se refería a los conocimientos y a las formas de expresión. Veía que los jóvenes de la ciudad y de otros centros urbanos se conducían con mucha propiedad. Mostraban seguridad personal y los maestros dirigían mayores atenciones a ellos. Los de provincia no éramos motivo alguno de preocupación. El orgullo y la soberbia de los citadinos nos lastimaban de diversas maneras. En mi caso, no solo era la pobreza de mi lenguaje, el modo de hablar, sino el hecho de que la pobreza que se veía en mi persona me hacía víctima de las vejaciones y las burlas de muchos jóvenes citadinos

Con los meses fue subiendo mi autoestima. El hábito de la lectura que traía desde estudiante en la escuela rural, encontró en mi maestra de literatura un símbolo que echó por tierra mis viejos complejos. Nos hacía leer un libro cada semana. Los viernes nos pasaba al pódium del salón de clase y cada uno de los alumnos tenía que dar su versión de lo que había leído sobre el libro. La primera vez que me tocó cumplir con esta tarea sentí pavor. Los ojos de mis compañeros y de mi maestra me paralizaron y frente a ellos, no supe decir mayor cosa sobre el contenido del texto. ¿Qué le pasa, jovencito? dijo con vos solemne mi maestra a la que le llamaban la gata, supongo que el apodo correspondía a la forma en que escudriñaba la personalidad de sus alumnos. No puedo explicarlo, maestra, pero -hice una señal poniendo mi dedo en la cien de mi cabeza- aquí traigo las ideas, pero no las puedo expresar. Mire jovencito, me dijo subiendo el tono de su voz, cuando se tienen las ideas, explicarlas es bastante sencillo, y usted lo que le faltan son las ideas, por eso no puede explicar nada

De momento este incidente aumentó mi inseguridad, mis complejos. Con los meses, fui venciendo estas debilidades. Platicaba de estos asuntos con mi tío y siempre me aconsejaba hacer crecer mis lecturas. Aunque, a decir verdad, todas tenían que ver con las cuestiones religiosas, pues sin falta, los domingos íbamos a misa, y nuestro tiempo lo dedicábamos a recorrer iglesias que fortalecían, según él, nuestro espíritu cristiano. Fue así como volví a retrotraer mis antiguas creencias y mis experiencias de monaguillo cuando en la iglesia le hacíamos misas a la Sagrada Familia, los santos patronos de mi pueblo. Cuando terminé el 1er año de secundaria y fui de vacaciones a visitar a mis padres, lo primero que hice fue ofrecerles a los santos de mi antigua iglesia, a Jesús María y José, comprarles, con mi primer sueldo, sus hábitos. Mi promesa era como una ofrenda a mi devoción y a mis años de monaguillo. ¡No tuvieron suerte! Porque una vez que entré al 1er año de normal y mis lecturas habían crecido tanto como mis relaciones con luchadores maestros, ferrocarrileros, médicos y comunistas, mi pensamiento y mis ideas se fueron modificando a favor de un rasocinio que mucho tenía que ver con los ideales de Valentín Campa, Othón Salazar y Demetrio Vallejo. Por lo tanto, mi promesa a los santos de mi pueblo, quedó incumplida

Cuando ya estaba a punto de terminar la normal, sucedieron dos hechos que me cambiaron la vida y acotaron mis reflexiones religiosas. Mi tío Rutilio, a quien debía mi formación educativa y los cambios que se estaban dando en mi vida, murió en un trágico accidente en las Lagunas de Zempoala, en el Estado de Morelos, en los límites con el Estado de México. Había ido a un día de campo con su novia, su madre y sus hermanas y por andar cazando animales e insectos de esa región que necesitaba en la escuela de medicina de la UNAM, se cayó de un árbol y murió de manera dramática. No concebía que un hombre tan apegado a sus creencias religiosas, hubiera muerto tan pronto y sin ninguna misericordia de los santos de su devoción. El otro hecho que influyó en el cambio de mis ideas, fue mi acercamiento con Lucio Cabañas, Genaro Vásquez Rojas y Ramón Danzós Palomino. Los dos primeros maestros y luego guerrilleros, el tercero, un destacado líder campesino

Al terminar la Normal todos los que éramos de provincia quedamos en el desamparo. Se nos terminó el Internado y el comedor. Nos ofrecieron salir del DF para empezar a trabajar de inmediato y recibir nuestro primer pago tres meses después. Pero el tener trabajo, nos permitía pedir prestado con la seguridad de poder pagar al recibir el pago de nuestros emolumentos. Fue así que casi todos los compañeros de mi grupo nos fuimos a trabajar a Tijuana, Baja California. En este lugar, nos convertimos en una fuerza política muy importante. Por primera vez los maestros convocamos a una manifestación multitudinaria en contra de los mercenarios cubanos que, con el apoyo de los gringos, habían invadido a Cuba por la región de Bahía de Cochinos, con el propósito de derrocar el gobierno encabezado por Osvaldo Dorticós Torrado y por los comandantes Fidel Castro, el Che Guevara, Raúl Castro y Camilo Cienfuegos, entre otros destacados combatientes de la Revolución Cubana

Nuestro prestigio político en esta pacífica frontera con los EU estremeció a los servicios de inteligencia de los gringos y nosotros nos convertimos en una fuerza política hasta entonces desconocida en esta ciudad. De inmediato entró en contacto con nosotros un comunista de cepa llamado Blas Manrique. En los años de persecución contra los comunistas, intentaron matarlo metiéndolo en un costal y aventándolo al mar en las playas de Rosarito. Fue el peso de su cuerpo y las olas del mar lo que rompió el costal y las olas lo sacaron a la orilla salvándole la vida. Al darse cuenta del peso político que representábamos, empezó a rodearnos de apoyo convirtiéndose en nuestro maestro de marxismo. Puso a disposición de nosotros su librería, su cine club y aprovechábamos la mitad del día para irnos a estudiar en círculos de estudio en lo que entonces eran las desiertas playas de Tijuana

Blas Manrique cambió las ideas religiosas y acotó nuestro fanatismo. Hablo en plural porque en esa época, la mayoría de los que habíamos llegado a Tijuana teníamos un origen campesino. Con éste, venían no solo comportamientos y modos de ser diferentes. La mayor parte de los sesenta y dos maestros recién llegados, traíamos en la piel el signo del catolicismo que cada quien, por su lado, en su niñez, lo practicábamos con la mayor devoción. La presencia nuestra preocupó a los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Sin darnos cuenta, personas de ese país nos vigilaban y seguían a todas partes con el afán de saber nuestros movimientos y nuestros contactos. Desconfiados como son y defensores a ultranza de la guerra fría, lo primero que hicieron fue quitarnos el tarjetón que nos servía como pasaporte para visitar San Diego o San isidro, ciudades fronterizas de la ciudad de Tijuana. Desde entonces ya no pudimos cruzar al lado americano

El 15 de mayo se celebraba el día del maestro. Mis amigos y yo decidimos celebrarlo con nuestras novias que estaban radicadas en Ensenada, Baja California. El punto de reunión para irnos en bola, era un restaurante Bar que estaba a la salida de Tijuana que se llamaba Flamingos. Antonio Valentín, Reynaldo Solano Vázquez y yo íbamos en mi auto. Antes de que llegaran los demás, nos tomamos unos alcoholes para hacer menos tediosa la espera. Una hora después, aproximadamente, mis amigos pasaron como bólidos sin hacer pareada donde los esperábamos. Pagamos la cuenta y nos arrancamos con la idea de alcanzarlos en el camino. Pasando las playas de Rosarito, por la velocidad que llevábamos y la inexperiencia, sufrimos una volcadura que nos puso al borde de la muerte. Caímos en un desfiladero de 20 metros de altura justo en el momento en que las aguas del mar nos echaron a la orilla

Como es de suponerse, no alanzamos a nuestros amigos. Ellos llegaron a Ensenada y después de una hora de espera se regresaron a buscarnos. Cuando llegaron a Rosarito, la grúa estaba sacando el auto de las aguas del mar y nosotros ya íbamos en una ambulancia rumbo al hospital de Ensenada. Por fortuna los tres salimos vivos, sólo con fracturas. La celebración del día del maestro se canceló y las novias nos mandaron por un tubo porque creyeron que las habíamos hecho gastar y al final las dejamos plantadas. Mis compañeros después de ser revisados y atendidos de sus heridas fueron dados de alta. Yo quedé detenido por ir manejando en estado de ebriedad y haber destruido varios postes de señalización en las vías federales de comunicación. A los pocos días, las autoridades de Tijuana pidieron mi traslado a esa ciudad y allí las influencias del grupo hicieron posible mi liberación

Afines del mes de junio terminó el año escolar y los mismos decidimos regresar a México para ver a nuestros familiares y disfrutar de algunos días de vacaciones. En mi caso, mi novia que había dejado en el DF me rodeo de todo el apoyo, me conectó con los dirigentes del Movimiento Revolucionario del Magisterio, pues ella y su familia eran othonistas de hueso colorado y su influencia me llevó a un congreso clandestino que hicimos en una noche de julio de 1961 en las chinampas de Xochimilco. En ese Congreso me eligieron miembro del Cuerpo Directivo en el que estaban los comunistas Lino Medina Salazar, Vicente Villamar, Iván García Solís y Manuel Ontiveros. Al termino de las vacaciones a finales de agosto, ya no regresé a Tijuana. Mis compromisos políticos estaban ubicados en la urbe que me formó, que me quitó mis complejos y me llevó a las filas del Partido Comunista después de apoyar a los maestros, a los ferrocarrileros y a los médicos que estaban luchando por la libertad sindical y contra el artículo del código penal federal que llevaba a la cárcel a todo aquel que se manifestara en contra del gobierno