miércoles, 29 de agosto de 2018


Acerca de los nidos del crimen

Por JESÚS SOSA CASTRO

Tengo la manía de ir periódicamente a las librerías para conocer las novedades que hay en ese mercado. Se queda uno patidifuso al encontrarse con cerros de enciclopedias y textos de autoayuda, pero pocos materiales hay sobre lo que actualmente pasa en el país. Fui en busca de las novedades que, se supone, debieron escribirse a partir del 1o de julio. Hastiado de lo ralo y mediocre que escriben y dicen la mayoría de los opinones de la prensa y de la política, buscaba algo actual sobre ensayos o literatura que aliviaran un poco mis horas de insomnio, una vez que regreso de las repetitivas reuniones que se organizan para hablar sobre la cuarta transformación
Quiero aclarar, para que no se me calienten los pejezombis, que soy uno de los millones que comparten este proyecto transformador. Lo he abrazado porque ya es tiempo de que las ideas, la palabra y la acción, se vayan abriendo paso en este mundo tan lleno de oscuridad, de ineptos y corruptos. Me entristece y me enoja, eso sí, que este proyecto enhebrado por millones de mexicanos esté pasando por un momento de letargo, de pasmo. Los encargados de explicar este fenómeno no han dado ningún tipo de color. Apenas hablan de que, si el trabajo se hacía casa por casa para “organizar” a los ciudadanos, ahora lo harán cabeza por cabeza para educar a la militancia, cuando todo mundo sabe que más que la escuela lo que educa es la lucha, no el trabajo individual que el neoliberalismo ha sembrado en la gente 
Por hoy no hablaré más de estas cuestiones, o solo lo haré de pasadita. Intentaré, en cambio, hablar sobre lo que está pasando con cerca de cuatro millones de jóvenes de entre 15 y 29 años que no trabajan ni estudian. Sabemos que no lo hacen porque nadie está invirtiendo en ellos, ni en el trabajo los capacitan ni en la escuela los atienden. A la mayoría se les ha criminalizado llamándoles peyorativamente los ninis. Según el INEGI este grupo poblacional le cuesta a México 194.090 millones de pesos anuales, 0.9% del Producto Interno Bruto, según un reporte de la OCDE publicado en enero de este año
El asunto de los jóvenes es importante no solo porque -se dice- son el futuro del país. Lo es también porque en esta época de crisis económica y social, la juventud está siendo marginada de sus derechos y en cambio, la están convirtiendo en materia prima para reforzar las filas de las fuerzas policiaco-militares o para esclavizarla a favor del mercado de las drogas. No es casual que muchos escritores se estén ocupando de estos problemas. En Noticias de un secuestro, Gabriel García Márquez pergeñó en su tiempo, con pulcritud, este fenómeno. Don Winslow en El poder del perro; El hombre de hielo de Philip Carlo; Osiel, vida y tragedia de un capo, de Ricardo Robelo, son, entre cientos de escritores, quienes abordan, desde distintas perspectivas, los temas del narco, los jóvenes y el poder
Dice Paco Ignacio Taibo II, que la literatura como materia, es capaz de “construir historia, ideología y pensamiento crítico” Juan Villoro señala que “ser mexicano es el menor de los males. El verdadero problema es existir” ¿En el México actual se puede SER con lo que ahora hemos producido en la economía, en la cultura y en la política? ¡Desde luego que no!
¡Hoy en día estamos perdiendo poder de asombro! Las desdichas de la vida diaria que vive el pueblo trabajador son verdaderamente patéticas y, sin embargo, pocos son los que protestan o hacen algo para evitarlo. No tiene empleo, los salarios están severamente castigados. En el transporte hay asaltos, violencia, insultos, iracundia. Los otros servicios públicos son una calamidad. En los hospitales los enfermos están muriéndose en los pasillos. Los médicos y enfermeras entran y salen porque no hay medicamentos para sus pacientes. No hay una explicación seria sobre la desaparición de los 43, sobre los crímenes de Tlatlaya, de Aguas blancas, de Nochistlán o de los estudiantes disueltos en aceite hirviendo en Zapopan, Jalisco
Para rematar hago una resumidísima síntesis del libro, El paria mexicano de Luciano Campos Garza. Con este texto me atravesé el día que fui a la librería Gandhi. Me hirió en los cuatro costados. La pobreza de soldados y de jóvenes sin futuro, se ha convertido en la carne de cañón de las fuerzas armadas y del narco. ¡Ambas sin ética y carcomidas por la violencia! En las entrañas de ambos está el dinero, los intereses de los mafiosos. Un fenómeno que ha ganado territorio por la incapacidad, la corrupción y la complicidad de las ramas del poder. La cultura de la muerte tiene su nido en los cuarteles, en la venta y consumo de las drogas, en la pobreza y en el abandono. Por eso uno se pregunta: ¿Hay futuro para este país?



miércoles, 22 de agosto de 2018


¿Hacia dónde apuntar nuestras lanzas?

Por JESÚS SOSA CASTRO

Jorge Martínez Reverté, escritor español, escribió un libro cuyo título es la Furia del silencio. En una de sus páginas narra que en la primavera de 1962 se produjo en Asturias, en las cuencas mineras, una huelga silenciosa y pacífica que llegó a acorralar al Gobierno de Francisco Franco. Relata con detalle y con una gran carga de emoción, aquel estallido popular que supuso un progreso muy significativo hacia el deseo de justicia y libertad. El símil con este interesante capítulo de las luchas obreras de España, lo encuentro con lo que el pueblo de México logró con su voto en el reciente proceso electoral
La derrota que el pueblo mexicano le infligió al régimen político y a los partidos del sistema, fue una gesta poco más que brillante. La vocación libertaria de estas franjas de pueblo, subestimada por tirios y troyanos, fue resultado del trabajo, sistemático y silencioso, en el que muchos luchadores sociales y políticos de ayer y de hoy, convirtieron en un ato tan fuerte y efectivo que derivó en un acontecimiento de talla universal. El líder de esta epopeya supo aprovechar calculadamente las contradicciones de clase y el hartazgo político y social hartamente señalado en otros artículos míos. La victoria electoral del pueblo puede ser comparada con la lucha que Espartaco libró en su intento por tomar Roma
Lo del primero de julio pasó a la historia como parte de esa épica que antaño sólo era posible atribuir a los héroes. En busca de su libertad, treinta millones de mexicanos pudieron hacer de las selvas de asfalto y de los asentamientos del México profundo, el objetivo central de una estratagema en la que, sin violencia, fueron derrotados los adversarios que habían convertido al pueblo trabajador en el objeto fundamental de sus políticas rapaces. El sueño que iba impreso en el voto contenía no sólo la ira de quienes por años fueron víctimas del atropello y la exclusión, estaba, sobre todo, el deseo de cambiar el régimen político. Este sentimiento de autodeterminación felizmente llevó al gobierno de la República a López Obrador
La historia del primero de julio es la continuidad de las luchas de los soñadores que se han venido quedando en el camino. Ya en los prolegómenos del siglo pasado los utopistas mexicanos exigían en su discurso el respeto y reconocimiento a todas sus libertades y derechos. En una de sus proclamas señalaban que: “ha llegado la hora de conocer a los hombres con el corazón bien puesto, es el día en el que los esclavos se levanten como un solo hombre reclamando lo que les corresponde, será la hora de que salgamos en defensa de nuestra libertad. Es el momento de despejar el campo, de pedir cuentas a los que siempre nos las han exigido; es el día de imponer deberes a quienes sólo han querido tener derechos” Nuestra lucha “fertilizará nuestros campos; dará exuberancia a las plantas y dejará un rastro imperecedero a la humanidad del futuro”
¿Qué poseemos las mujeres y los hombres que vivimos clavados en el trabajo? ¿Quién se beneficia del sudor de nuestras frentes, de las lágrimas de nuestros ojos, del dolor de nuestras espaldas, del cansancio en nuestros brazos, de la fatiga en nuestros pies y de la angustia en nuestros corazones? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo que siembra, cuando todo se nos arrebata? El contenido de estas ideas no solo da luz al pensamiento actual de los que ahora han decidido cambiar el estado de cosas. Son ideas que salen del corazón y humedecen los ojos porque quienes las pensaron y les dieron consecuencia, tenían claro que los cambios sociales sólo son posibles si el pueblo se decide a luchar para alcanzarlos. En estos hombres todo estaba claro, así estuviera en peligro su vida. Era el rescate irrestricto de sus derechos y su dignidad lo que se colocaba en las líneas de un futuro que, por derecho, era la razón de su lucha. ¡Ahora, son y no, otros tiempos! ¿Los grandes sectores de pueblo que emergieron el 1º de julio con las mismas banderas de los luchadores que murieron defendiendo sus derechos, serán capaces de consolidar los resultados del primer triunfo popular?
En el 5º Congreso extraordinario de Morena se dijo que habrá “victoria final cuando se acabe la corrupción, la violencia y se logre la reconciliación nacional” Pero ¿se pueden lograr estos objetivos cuando al interior del partido y fuera de él, se extingue paulatinamente la vida política para dar paso al pragmatismo burocrático que no quiere o no sabe explicarnos, a todos, el fenómeno que representó el primero de julio? ¿Cómo no preocuparse cuando el trato que se les da a los activistas es inexplicable y poco menos que ofensivo cuando no se les toma en cuenta más que para el trabajo? ¿Cómo conectar la aspiración de lograr la victoria final cuando no hay el intento de construir un partido ligado al pueblo y a sus causas más importantes?
¡En este evento no hubo nada nuevo bajo el sol! Se desaprovechó el momento para hacer un análisis profundo, crítico y autocrítico en el que se recogiera la experiencia de los que operaron a ras del suelo para llevar el triunfo hasta la Presidencia de la República. Fue un Congreso de la burocracia para consolidar el poder de los burócratas. Sólo cuando se habló de modificar los Estatutos, para centralizar aún más las decisiones de las cúpulas, hubo la voz valiente de Carmen Gómez, consejera de Querétaro que los levantadedos de inmediato la plancharon. Los delegados fueron incapaces de romper el cerco del silencio y de la continuidad. ¡Por ahora no hay motivo alguno para que la militancia se sienta contenta! Está ganando la nomenclatura. ¿Hacia dónde apuntar nuestras lanzas para que el triunfo electoral se convierta en la victoria final?





miércoles, 15 de agosto de 2018


El partido, los dueños, los activistas

Por JESÚS SOSA CASTRO

No es poca cosa lo que aportan militantes de Morena para darle vida a la Organización. Me constan los esfuerzos que muchos compañeros hacen. Sin embargo, su trabajo lo realizan sin tener claro respecto a lo que hay que hacer después del triunfo popular del 1º de julio. Hoy se anda en la recomposición de los Comités Seccionales. Esta tarea se ha hecho varias veces y se vuelve recurrentemente sobre lo mismo ¿Qué es lo que hace que esa estructura se descomponga con frecuencia y se desmorone tan pronto se cumple el objetivo?
El partido Morena no ha encontrado el punto fino que lo conecte con sus bases de apoyo. Dirigentes y activistas no comprenden que el propósito de cambiar la sociedad empieza por transformar el partido, sus prácticas políticas y su basamento organizacional. La estructura hasta ahora diseñada sólo está pensada para hacer trabajo electoral, en su quehacer, no está contenida la política, la formación de sus cuadros y el manejo de la complejidad que vive el país. Cuando se centralizan las decisiones, el conocimiento y la trascendencia de las ideas, la marginación política empieza a convertirse en el principal escollo para sacar adelante los proyectos. El triunfo se da cuando se amplía el sujeto político y cuando este hace suyas las causas transformadoras 
López Obrador es el líder más competente y carismático que ha tenido la izquierda electoral. Su presencia y autoridad políticas han sido un paradigma en el intento de cambiar el rostro de la nación. No obstante, estas cualidades pueden convertirse en una retranca para la formación y desarrollo de nuevos cuadros. Los que ahora cumplen esta función son repetidores porfiados de las frases y consignas que se generan en la cúspide de la pirámide. No se ha entendido que la política es un oficio que sólo sirve a la sociedad si éste contiene el conocimiento, la información y la capacidad para operar en cualquier circunstancia, con o sin las indicaciones del líder principal  
Para estar cerca de los adeptos de Morena y del pueblo en general, los comisionados registran serias deficiencias. Cuando los interlocutores preguntan para qué se vuelve a la construcción de los Comités Seccionales, la respuesta es trastabillante o de plano errática. Esta confusión se debe a que no se ha entendido la trascendencia y el contenido del cambio votado por el pueblo, de que no hay las ideas necesarias para informar y convencer a quienes se les propone incorporarse a este tipo de estructuras. El entusiasmo por el triunfo se difumina paulatinamente porque no se percibe cual es la perspectiva y la ruta por las cuales hay que caminar
Corregir estas cuestiones puede evitar el previsible desencanto en aquellos que con su voto dieron inicio a la revolución social que se está empezando a vivir. Conectar lo que pasó el 1º de julio con lo que se aspira para el futuro del país, pasa necesariamente por hacer de la devoción que muchos militantes de Morena sienten por su líder, una práctica política en la que esté presente el pensamiento crítico, la elaboración teórica y una actividad política alejada de la incondicionalidad y la timidez para poner en juego su propia creatividad
La obediencia de la masa debe transformarse para operar con políticas propias, independientes con relación al liderazgo omnipresente que hoy representa López Obrador. Sus cualidades de líder principal serán más fuertes en la medida en que a su lado haya un partido obrero-popular, con una dirección eficiente, organizado, crítico y, sobre todo, actuante. Esto es lo que garantizará que Morena, con o sin la dirección de AMLO, no pierda su vigencia y evite que liderazgos ajenos a su proyecto lo conviertan en otro PRD. Max Weber, en su obra La política como vocación, escribió que “el liderazgo carismático es propio de los partidos políticos en proceso de formación”
Según la concepción weberiana, AMLO mantiene una “forma de autoridad legitimada por una característica personal que es el carisma, que lo presenta como una persona extraordinaria y atractiva frente a los otros integrantes del partido, por lo que ha logrado imponer en la organización su propia visión de la política y su propio programa”
Pero… ¿es esto lo que se requiere en estos momentos de la vida nacional? ¿No sería mejor tener un partido independiente de su poder personal, nutrido con su pensamiento, su integridad y su trabajo, ejemplos a seguir por los que hacen política en bien de la nación? Lo que hasta hoy es el partido no es un ejemplo a seguir, parece tener dueños, todo se decide de manera vertical. Las órdenes que bajan periódicamente hasta las bases están en crisis. A los activistas no se les reconoce nada. ¡Se necesita corregir las cosas, YA!



miércoles, 8 de agosto de 2018


El vino nuevo en odres viejos

Por JESÚS SOSA CASTRO

Para el 19 de agosto está convocado el 5º congreso extraordinario del Movimiento Regeneración Nacional, Morena. Se trata, según se dice en la convocatoria publicada en La Jornada, de llamar a la militancia a respaldar el Proyecto de Nación, el plan de austeridad y la lucha contra la corrupción. En otros de sus apartados se habla de construir el Instituto de formación Política, la modificación a los Estatutos y acordar el procedimiento para la renovación de los órganos de dirección. Podrán participar -dicen- los “congresistas las autoridades electas y las salientes”
Desde luego que el congreso tiene materia suficiente para discutir. Lo malo, lo criticable, está en el hecho de que los de abajo, los que hacen la talacha, los que la nomenclatura trae trabajando casi todos los días, esos, no están tomados en cuenta para que asistan al congreso. Los que definirán los apoyos y la administración interna del partido, son los chipocludos, los de la élite; la pelusa solo está hecha para el trabajo, para hacerle las tareas a quienes se han montado en todas las estructuras del poder
La reiniciada campaña de lodo en contra del Presidente Electo Andrés Manuel López Obrador no está en la agenda del congreso. Los dirigentes ya no hablan de la mafia del poder, aunque a los ojos de todos, ésta no ha sido ni ganada ni desaparecida. Sólo se agazapó en tanto les mide la temperatura a los camotes y ve si son ciertas las pretensiones de ir a fondo contra las corruptelas, el entreguismo y las políticas que históricamente nos han venido imponiendo la mafia del poder y sus musarañas
¡Que la clase dorada de Morena se ocupe de lo suyo, dicen algunos con marcada displicencia! Nosotros, la plebe -dicen otros- tenemos que prepararnos para las otras batallas, sin duda las más importantes. Hasta ahora hemos ganado la elección, pero falta mucho para ganar el poder. La algarabía que recorre las venas y el corazón de Morena no puede ni debe convertirse en un jolgorio permanente. El adversario ha dejado de lamerse sus heridas, pero ya organiza la ofensiva para recuperar sus viejos privilegios  
Las escaramuzas y las resistencias que mostraron al principio, ya las asimilaron. ¡Lo tienen por perdido, dan por hecho que el primer raund lo ganó el pueblo con López Obrador a la cabeza! Aunque es verdad que les dolió que AMLO no haya tranzado con ellos dadas sus consejas hartamente desprestigiadas, lo real es que ya están pasando a la ofensiva. Sólo obsérvese la compaña contra Bartlet, los coordinadores estatales, la decisión del nuevo gobierno de acabar con los privilegios y con los nidos de corrupción que se encuentran en Pemex, la CFE, la SCJN, en los gobernadores y en las cámaras del Congreso
 El presidente electo habla de que el propósito fundamental de su gobierno es acabar con el régimen político que ha sembrado miseria, violencia, división y muerte entre el pueblo mexicano. Este enorme reto, expresión y exigencia de más de treinta millones de ciudadanos, no podrá cumplirse si no se construye un partido fuerte y democrático con la fuerza y la autoridad para cumplir las promesas y pretensiones políticas hechas antes y después de la campaña. Lamentablemente los operadores políticos de Morena tienen una visión instrumental de su proceso organizativo cuando lo que sucedió en la elección fue una revolución política que llevó al cabo el pueblo mexicano. Su principal triunfo no es que le vayan a dar pensión a todos los viejitos. ¡Lo es y no! El principal triunfo es político. El pueblo decidió romper con el estatus quo para construir un país en el que estén presentes todos sus derechos y todas sus libertades
Estos grandes objetivos no se podrán alcanzar si Morena se empeña en echar vino nuevo en odres viejos. Los llamados “enlaces” que han tenido bajo su responsabilidad la atención del trabajo en los lugares donde está la fuerza que le hace la talacha a los de arriba, ya se están repitiendo con lamentable recurrencia. Llevan un mes festejando el triunfo del 1º de julio y en ello no hay nada sustancioso como para darse cuenta de que se vive un hecho histórico que requiere análisis y seriedad para percibir las tareas del futuro. Leemos los discursos de los “lideres” del partido y no hay creatividad ni propuestas para atender los nuevos desafíos políticos ni autocrítica alguna respecto de las deficiencias de las que siguen siendo portadores 
Según la convocatoria al 5º congreso no hay nada que tenga que ver con el significado del triunfo popular del 1º de julio y la situación actual del país. A la dirigencia no le interesa poner en el centro la organización de la gente, imbuirla de una consistencia ideológica y política, proveerla de una dirección con sentido de clase ¡No! Es una dirección insensible a lo que ya está pasando con la reacción. No se le ve capacidad o disposición  para cerrarle la puerta a la bola de oportunistas de derecha y de izquierda que ya trabajan para adueñarse del partido. ¡Hoy tenemos una Organización huérfana de “líderes” y en consecuencia, de dirección!  ¡Lástima Margarito!