miércoles, 10 de enero de 2018

Los que vienen y  los quese van

Por JESÚS SOSA CASTRO

Después de unos días de descanso me dispongo a escribir un poco sobre las expectativas para el 2018. De entrada y encima de nuestra humanidad, pende la amenaza de la aplicación legal de la Ley de Seguridad Interior y el consiguiente militarismo del país. De la mano, vienen la carrera alcista en los energéticos, rentas, alimentos, colegiaturas y demás servicios. En el terreno de la política, un enorme desafío que implica la derrota electoral de un régimen político  en punto de pudrición pero que en sus últimos estertores puede dar fuertes coletazos y al final imponerse contra la inmensa voluntad popular. La guerra sucia contra AMLO no tiene parangón. Desde los pinos, pasando por los funcionarios públicos y los dirigentes partidistas  están ligados a las campañas de odio en contra de la única opción popular que vale la pena apoyar votando por ella el 1o de julio del 2018
No obstante, la batalla política que decidirá el futuro de la nación tiene otros ingredientes que si no se atienden con prontitud pueden trastocar lo que parece un triunfo inevitable a favor de López Obrador. A todas luces se ve que el proyecto, la precampaña, el trabajo y los recorridos por todos los rincones del país por parte del precandidato, informando sobre los problemas del país, ha dejado sin embargo, una arista de su trabajo que tiene que ver con el  desencanto y encabronamiento de muchos de los militantes. Hay más entusiasmo en las fuerzas externas que simpatizan con Morena y que le darán su voto, que lo que realmente ocurre en las filas de nuestras organización
La dirección de Morena no tiene una idea clara de lo que representa una fuerza organizada, políticamente formada y atendida como el instrumento fundamental en la construcción de lo que debe ser su base, que sea  capaz de responder y reaccionar en cualquier circunstancia. La dirección ha dejado en manos de oportunistas y de vivales sin experiencia, la atención oportuna de esa base que pudo y puede ser capaz de expresar sus sentimientos, sus críticas y desde luego, hacer su trabajo, a favor del proyecto de transformación. Da pena decirlo, pero esos que fueron nombrados para hacer su trabajo de organización, hablar con los vecinos y nombrar a los Comités seccionales para cuidar el voto, al paso del tiempo, al no ser premiados con la candidatura ofrecida, han abandonado el trabajo y muchos de esos comités se han convertido en instrumentos de papel que no se mueven para nada
En las lecturas que muchos hacemos sobre lo que pasa en el país y en el interior de Morena, observamos con desasosiego que mientras amplios sectores de la sociedad civil, especialmente clase media, campesinos, pequeños y medianos empresarios, jóvenes y sobre todo mujeres y no pocos militantes de otros partidos que quieren legítimamente contribuir a cambiar el país aunque otros quieran encaramarse a puestos públicos para seguir medrando al amparo del presupuesto público; hay al interior del partido una inconformidad latente que toma cuerpo cada vez con mayor recurrencia en distintas partes del país.
A este fenómeno se le ha visto con cierto desdén y con mucho desprecio. Se dice que son grupos provocadores pagados por los adversarios políticos para desestabilizar a Morena. Que en las filas del partido hay personas que trabajan pero no suman. Por eso se echa mano de cualquier troglodita que arrastra en su haber enorme descrédito político, pero llega con la nomenclatura hablando de que controla a miles de  ciudadanos así se trate de pequeños grupos corporativos, la mayoría de ellos vividores del presupuesto y clientela permanente de los partidos paleros. Ejemplos tenemos de sobra
Puede concluirse que si por estas razones de exclusión, de menosprecio al trabajo de miles y miles de militantes que laboraron voluntariamente construyendo el partido y que hoy en opinión de los arribistas ya no suman y por lo tanto se van cientos o miles de nuestras filas, no significarán nada ante la llegada de millones que van a votar por López Obrador. Los que sabemos un poquito de estas cosas, estamos seguros que los que hoy con mucho entusiasmo afirman que su voto será para AMLO el 1º de julio, no se esforzarán mucho para defender el voto y poner a López Obrador en la silla presidencial.  Solo el partido, con una dirección competente, incluyente, democrática y formada políticamente, puede hacer que la militancia impida la derrota que los mafiosos nos quieren imponer




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