lunes, 1 de abril de 2024

 

Lo difícil que es entender a las izquierdas

Por JESÚS SOSA CASTRO

Desde estudiante, mis primeros pasos en la vida política siempre los di en las filas de la izquierda. Jamás nació en mi la proclividad por militar en algún partido o grupo que no representara mis inquietudes y mis ideales. En las filas que escogí, me arroparon hombres y mujeres que me dieron la sabia necesaria para que mis pensamientos, no se manifestaran de manera tan caótica. Mi expectativa era darle a mi vida un valor moral y espiritual, más allá del orgullo de llevar en mi corazón el sentido de pertenencia que me dieron las montañas donde nací. Lo que sí traigo adherido fuertemente en mi Ser es la cultura, despojada de prejuicios, que me inculcaron mis padres campesinos

Sin saberlo a ciencia cierta, quería formar filas en aquellos espacios que han ocupado mujeres y hombres luchadores, dignos y justos. Esos que daban y dan todo, que traen sus alforjas repletas de buenos sentimientos, de profundas convicciones y de importantes valores morales y espirituales. Esas personas que buscaba, las encontré cuando era estudiante en la ENM al protestar contra la violación del ejército a nuestro recinto, en el Movimiento Revolucionario del Magisterio con Othón Salazar, en el Frente Electoral del Pueblo con Ramón Danzós Palomino, en el Partido Comunista Mexicano con Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo y Gerardo Unzueta Lorenzana. También las encontré en el resto de los partidos de izquierda. En la mayoría de ellos, existió un ejército de patriotas que ponían su trabajo y su vida al servicio de la justicia, la libertad y la democracia

Yo traía en mis venas la esperanza de que mi orfandad política que viví hasta los quince años, no se convirtiera en amargura y me llevara a una rebeldía sin sentido. Que torciera el despertar de mi conciencia y acabara con mi convicción de darle contenido a mi lucha por la justicia y la libertad. Entendí que mi vida sólo tendría sentido si la ponía al servicio de una causa en la que estuvieran contenidos los anhelos y las esperanzas libertarios de aquellos que habían sido despojados de todo. Estas convicciones y principios me llevaron a militar en todas las izquierdas habidas y por haber. No hubo alguna que no me dejara en la piel una gran enseñanza. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias no nos permitieron cumplir con los sueños anhelados. A mis compañeros y a mí nos faltaron pueblo, humildad, sabiduría. Nos creímos la vanguardia revolucionaria. La que acabaría con las políticas que oprimían y vejaban a la gente. No entendimos la importancia de ir a la conquista de las libertades acompañados del pueblo, en unidad, sin sectarismos, siempre pensando en él y no en las legítimas, pero difíciles demandas del pueblo

La firmeza para seguir adelante no fue suficiente para hacer de la izquierda la fuerza transformadora en la que habíamos empeñado la vida. Algunos de los que quedamos provenientes de esas organizaciones heroicas, nos sigue carcomiendo la confusión y el sectarismo. Por un lado, va el irredento y rebelde pueblo mexicano en su lucha por la trasformación política y social, y los de la vieja izquierda andamos papaloteando en la creencia de que es ahora cuando todas las fracciones de la vieja izquierda pueden construir un partido comunista que encabece a un pueblo que ya viene caminando fuerte en defensa de sus derechos y libertades. ¿Con quienes se piensa formar el nuevo partido de los comunistas y socialistas, si sus potenciales miembros ya somos unos viejitos y los demás hace tiempo que vienen trabajando en lo que hoy se está en condiciones de cambiar? Rudyard Kipling resumió en uno de sus poemas lo que yo creo que debiéramos ENTENDER los viejos izquierdistas. “Si no puedes mantener intacta tu firmeza al lado del pueblo y muchos vacilan a tu alrededor, tú no vaciles, confía siempre en tu valor, porque si sabes esperar luchando en unidad, no serás nunca blanco de mentiras, y el triunfo o el fracaso, jamás podrán imponer su ley” ¡Un mensaje más que interesante!

 

 

 

 

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