Preguntas
al aire (*)
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Hace años, cuando Irak era víctima de la agresión por los imperialistas
de Norteamérica, un periodista le aventó un zapatazo a Bush. Por este hecho,
fue condenado a tres años de cárcel. El pueblo de ese país y los que repudiamos
las políticas intervencionistas de los imperios, nos preguntamos ¿No merecía
mejor una condecoración ese periodista? En el mundo de hoy siguen
manifestándose actos de barbarie y de persecución contra los luchadores sociales
por parte de gobiernos insensibles, retrógradas, representativos de los grandes
intereses de los oligarcas
¿Fueron culpables los pobladores de Atenco, los masacrados el
2 de octubre del 68, del 10 de junio del 71, los asesinados de Aguas blancas, o
los mapuches de Chile, o los Kitchies de Guatemala, acusados de terrorismo por
defender su derecho a la tierra, a su dignidad y a sus libertades? Si sagrada
es la tierra ¿no son sagrados los derechos y las acciones de quienes los defienden?
Según Foreingn Pólice los piratas somalíes son los más
peligrosos del mundo. Pero ¿quiénes son los invasores, los que roban a los
pueblos sus riquezas naturales y sus territorios? ¿Quiénes son los
especuladores de Walt Street que llevan años asaltando al mundo? ¿Y qué hay con
los millones de seres humanos que migran por el planeta en busca de trabajo
para saciar sus miserias y sus hambres?
¿Por qué Walt Mar prohíbe los sindicatos? ¿Será que el
trabajo vale menos que la basura, que los derechos de los trabajadores?
¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos? ¿Por qué la justicia nunca
juzga a los poderosos? ¿Por qué no van a la cárcel los autores de las matanzas y
los bloqueos como en ¿Ucrania, Gaza, Irán, Líbano, Yemen, Cuba y Venezuela?
¿Por qué son intocables las cinco grandes potencias del mundo
que tienen derecho de veto, que dicen velar por la paz y son los más grandes
productores de armas y de guerras? ¿Por qué estos que se mueren por matar no le
declaran la guerra a la pobreza y a la injusticia social? ¿Es justo que estos
países destinen cada minuto tres millones de dólares para gastos militares
mientras en este tiempo mueren 15 niños por hambre, por enfermedades o por bombardeos
en escuelas, hospitales y centros infantiles?
¿Por qué los partidarios de la pena capital no exigen la pena
de muerte a la sociedad de consumo que cotidianamente bombardea a los jóvenes
con la propaganda de que ser es tener y el que no tiene no es? ¿Y por qué no se
implanta la pena de muerte contra la muerte? ¿No es acaso que el mundo está
organizado para matar, para vivir de la industria de la guerra, para asesinar a
la gente y a los pueblos? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando
la ejercen otros. Toda esta tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo el
que inventa a los enemigos y si esto es así ¿por qué no le declaramos la guerra
al miedo?
Hay que hacer que el hombre no sienta vergüenza de verse al
espejo. La lucha no debe provocar pánico. Los desafíos solo los temen los
racistas y los que no quieren que el mundo progrese. Los que luchan deben
lograr que los pueblos ya no sigan pagando el garrote con el que las
oligarquías lo golpean. Tenemos que alcanzar la libertad, la justicia, la democracia
y la paz. ¡Hay que acabar con el miedo!
(*) Reflexiones sobre la justicia, del libro las Venas
abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, Editorial Planeta
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