Entre la
vida, el amor y la muerte
Por JESÚS
SOSA CASTRO
Hace varias décadas conocí personalmente a Jaime Sabines. Un
poeta enorme, humanista y profundo. Un
político que fracasó en su intento de componer el mundo, pero como Vate, sació
su imaginación escribiendo cosas bellas sobre la vida, el amor y la muerte. Si aún
viviera, habría tejido un montón de palabras sobre las cosas bellas que estamos
viviendo en la 4ª transformación. Les escribiría hermosos poemas a los niños de
Gaza y de Haití por resistir las masacres que en su contra les han infringido
los trogloditas de Israel y de los EU. Con los palestinos y los caribeños
exigiría que dejen de ofender la dignidad de la humanidad y paren sus crímenes contra
los pueblos del mundo
Como ya no tuvo tiempo de seguir hablando de la vida y del
amor que merecen los niños y los seres humanos, me ocuparé de reproducir lo que
en otra faceta de sus sentimientos escribió sobre la muerte. Espero que mis
lectores, amigos y compañeros de lucha, compartan conmigo la exigencia, la congoja,
la impotencia y el encabronamiento que la naturaleza bestial de aquellos que, por
el amor al poder y al dinero, han hecho de la avaricia y las guerras una
tragedia descomunal contra los pueblos del mundo. ¿Qué podemos hacer por los
ancianos, por las mujeres, los niños y los hombres, que insepultos gritan en
demanda de auxilio? Quiero alzar mi voz esparciendo por todas partes las
palabras dolidas y profundas del poeta chiapaneco sobre este óbito masivo,
vivido por los palestinos y los caribeños
Sé que vivimos una muerte que nos abarca con violencia
inusitada, que nos encuentra con hambre y, además, en el olvido. Sin embargo, el
día que los pueblos alcancen a imponer la equidad y la justicia, cuando los
libros y la poesía se asienten en nuestro espacio, hoy ocupado por la banalidad
y los despropósitos del poder corrompido; entonces sabremos levantar la voz a
favor de la paz y la felicidad que merecen los seres humanos. Porque con
Sabines digo: (*) “morir es retirarse, hacerse a un lado. Ocultarse un momento,
estarse quieto, pasar el aire de una orilla a nado y estar en todas partes en
secreto
Morir es olvidar, ser olvidado. Refugiarse desnudo en el
discreto calor de Dios, y en su cerrado puño, crecer igual que un feto. Morir
es esconderse bocabajo, hacia el humo, y el hueso y la caliza, Y así, hacernos
tierra con trabajo, porque apagarse es morir, lento y aprisa. Tomar la
eternidad como a destajo y repartir el alma en la ceniza”
(*) Poema de Jaime Sabines, escrito con motivo de la muerte
del mayor Sabines
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