Ningún
filamento transfiere paz al corazón
Por
JESUS SOSA CASTRO
Hay días en
que uno siente que la vida no tiene sentido. Lees la prensa, prendes la
televisión, oyes a la gente, y lo que encuentras son frivolidades y estupideces.
Los espacios sociales, políticos y culturales, están llenos de tedio,
desesperanza y abyección. Miras a tu alrededor y no encuentras salida a nada de
lo que te preocupa. ¡En el entorno sólo hay violencia y muerte! Ningún
filamento transfiere paz al corazón. Como un felino enjaulado te mueves de un
lado a otro y el sosiego sigue sin aparecer. Todo gira en torno de la
banalidad, la politiquería y la degradación. Tenemos un país adormecido,
triste, hundido en sí mismo. No mira hacia fuera. ¡Tiene miedo de ver sus
propias miserias y debilidades! Como que ha dejado de soñar y ha renunciado a
esas utopías que lo hacían invencible, alegre, luchador. Hoy en mucho es
dependiente de quienes lo tienen sumido en la orfandad cultural, económica y
social. No quiere encontrar el espacio para asirse de una historia distinta que
lo libere y lo haga trabajar por su futuro
Hastiado de
ver estas cosas, me fui corriendo a refugiar en mis libros. Esos entrañables
amigos que Carlos Ruiz Zafón documenta con arrogante elegancia en la Sombra del
viento, hablando del cementerio de los libros olvidados. Desempolvar esas letras,
es develar historias que bien vale la pena hacer nuestras. En esa
búsqueda loca por agarrarse de algo que aliente las horas de cansancio, me topé
con Eduardo Galeano, cuyos libros siempre
están llenos de sueños y apuntes culturales. “Los hijos de los días´” me
llevaron libro adentro, y en sus páginas, encontré los elementos que me hacían
falta para tener el pretexto de hablar sobre algunas enseñanzas de mi padre. Al
ir página tras página, fue apareciendo el mundo que Alexander von Humboldt y
Aimé Bomplandt empezaron a hacer suyo en 1799 cuando, navegando por las
inmensidades del mar, descubrieron el camino hacia América guiados por la brillante
estrella de La Cruz del Sur
Encontraron la
Patria que harían suya con sus pasos y sus obras. Hombres que “no vinieron a
conquistar, sino a dar” ¡Y mucho nos dieron estos científicos aventureros!
Estas notas de
Galeano punzaron fuertemente mi ánimo y envolvieron mi debilitada conciencia.
Revivieron mis sueños libertos y me condujeron al inacabable deseo de hurgar en
aquellos viejos recuerdos de los lirismos culturales de mi progenitor. El y las
noches oscuras vividas en las montañas de la Sierra Madre del Sur, tendidos sus
hijos sobre petates de palma, sembraron en nosotros las formas de guiarnos
hacia los encuentros futuros por la libertad. Ponía como faro conductor la refulgente
luz de esa estrella que ya él conocía como la Cruz del Sur. ¡Esta será la
brújula de todos, nos decía! Desde entonces, en mi caminar por el mundo la he
llevado conmigo como mi linterna
principal
A la vuelta de
mucho andar por estas viñas del señor, he visto caminos que quisiera recorrer,
montañas que quiero subir y libros que quiero leer. Tarde, muy tarde, he
empezado a entender el sentido de mis quehaceres ordinarios. Hoy vivo
compartiendo con miles de compañeros, la utópica posibilidad de ver mi país en
manos de líderes emergidos del pueblo. Sirviéndole a él, enseñándole a luchar
por la equidad y la justicia. Ando en pos de los sueños de César Vallejo
buscando hombres transparentes, sin importar que no sean “dueños de nada ni de nadie,
ni siquiera de sus certezas” Quiero sentir el orgullo de mostrar mi cara al
viento, para percibir el cruce incontrolable de los aires libertarios que hoy
se hacen volutas en una geografía llena de corruptos e incompetentes.
El desánimo
que nos corroe al ver tanta inmundicia, corrupción y decrepitud en las filas de
los políticos que desgobiernan el país, no debe conducirnos a arriar nuestras
banderas de lucha para lograr un cambio verdadero. A medida que el tiempo se agota,
más ideas hay que desarrollar y más trabajo tenemos que hacer. La brega es
larga pero siempre será importante tener la disposición de seguir caminando
hasta alcanzar lo que nos falta. Si hemos de hacerlo pocos, no importa. Los indecisos se
irán sumando en el camino. Lo haremos convencidos de que en este trajinar,
seguirá con nosotros el instrumento celeste con el que se orientaba el padre de
la Geografía Moderna Universal y también mi padre, que mirándolo en esa
oscuridad, le daba sentido a sus largas noches de insomnio. La brújula azulina
que estos hombres utilizaban con cierto pudor religioso, seguirá siendo nuestra
guía hasta el punto en que de manera natural y con la modestia del caso, tengamos
que entregar las cuentas de nuestro trabajo
Estoy seguro
que no habrá espanto ni regocijo por las luchas que vendrán. Todos los que
estamos trabajando por cambiar el país, sabemos y entendemos hacia donde nos
dirigimos. Vamos asidos brazo con brazo para construir otra historia. La historia
que recogerá los nuevos sentimientos de la nación. Ya la estamos cultivando y
procedemos a meter en sus alforjas, las pasiones y las ideas que han sido por
siempre, las fuentes de nuestras locuras y de la eterna querencia por rescatar
los destinos de México. Los pasos que nos faltan por andar, sabrán llevarnos a
esas estrellas que descubrieron Alexander von Humboldt y Aimé Bomplandt en su
camino hacia América y que las consejas empíricas de mi padre sobre la luciente
estrella en forma de Cruz, hicieron posible que yo la siga llevando, como un faro que alumbrará las
negras noches de mi larga existencia
PD.- Si el cuerpo
aguanta, volveré con mis lectores el segundo miércoles de enero del 2016. ¡Sean
felices!
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