No vamos en la misma barca pero enfrentamos
el mismo mar (*)
Por JESÚS SOSA CASTRO
El Miércoles trece de abril publiqué un artículo cuyo título
era “Hay que matar al mensajero” En él, daba cuenta de la actitud autoritaria y
grosera de un operador de Morena cuyo nombre no me interesa recordar. Con ese
motivo recibí muchos apoyos, comentarios positivos y dos que tres opiniones admonitorias.
Entiendo que unos coincidían conmigo en los señalamientos críticos que hacía y
a otros les preocupaba la suerte que podía correr a partir de las amenazas
denunciadas. Quiero decirles a unos y a otros, que procuraré hablar más de la
política y menos de los políticos. Estos, ya nos tienen hasta la madre. Pondré
en el centro del debate los problemas que a mi juicio, están presentes en la
vida pública nacional. De todos modos, a todos agradezco sus puntos
de vista
Debo decirles que durante muchos años he luchado contra el
sistema. Con ese afán hice míos los esfuerzos y la lucha de revolucionarios
como Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Demetrio Vallejo y de un obrero,
comunista excepcional, llamado Arnulfo Córdova, desaparecido y asesinado por el
sistema. Con él fundamos la sección sindical de los mineros de Nacozari,
Sonora. Era la época de la entrega, de la pasión y el orgullo. Vivir a salto de
mata y a veces encarcelado o reprimido, nunca fue pretexto para dejar de hacer
el trabajo revolucionario. No es aceptable, por tanto, que un burócrata ponga
en duda mi honestidad y mi trabajo
Es verdad que no todos vemos la luz de este momento ni menos
entendemos la complejidad en la que se debate el país. Para estar a la altura
de estos requerimientos se necesitan líderes de verdad, de esos que no les da
miedo entrar en contacto con la gente. Ya pasó la época de los dirigentes
nailon, de los burócratas que ordenan y mandan desde su escritorio. La sociedad
mexicana ya está madura para ocuparse de una transformación de fondo que la
saque de la ignominiosa situación en que la han metido los mafiosos del sistema.
Sólo falta contar con una dirección revolucionaria, capaz, incluyente, que no se
la pase viéndose el ombligo, que se articule con los sectores en lucha y que no
lastime a su propia militancia
La necesidad de un cambio profundo en el país asoma en todas
partes de nuestra geografía. Lo que sucede con los 43 desaparecidos en Iguala,
con los maestros, con los estudiantes y con amplios sectores del pueblo, es el
anuncio de que la conciencia por el cambio está despertando. ¿Quién de los
partidos está atendiendo estos movimientos? ¡Nadie! Todos están ocupados en las
cuestiones electorales. Y esto, quieran o no reconocerlo los dirigentes de esos
partidos, son su principal debilidad. Los cambios vienen de la participación de
las masas en lucha. Los movimientos que cuentan con una dirección
revolucionaria
Que las organizaciones políticas del sistema no vean ni
trabajen sobre esto, se explica. Pero el partido que convocó al cambio, a la
lucha por la democratización de la vida nacional, no puede caer en esas perversiones.
Para tener autoridad y ser creíble ante la sociedad no se puede ser candil de
la calle y oscuridad de su casa. Quien condena la centralización de las
decisiones de gobierno y critica las deformaciones y los abusos del poder, no
puede enmudecer ante los atropellos y la falta de democracia al interior de su
propio partido. Aquel planteamiento histórico que se hizo cuando se trataba el
asunto de su fundación, señalando el respeto a la pluralidad y a la libre
expresión de las ideas, no puede ni debe quedar en mero pronunciamiento. La
pluralidad del partido debe materializarse en el respeto a la pluralidad ideológica
y política de sus miembros. ¡Nunca más el pensamiento único!
Hemos llegado al punto en que esta pluralidad debe ser
escuchada. Las diferencias políticas no se resuelven sancionando o expulsando a
los que no ven las cosas ni comparten lo que hacen muchos de los dirigentes. Los
liberales juaristas aportaron planteamientos políticos de los cuales hay que
aprender. Los Generales Loera y Gorostieta, representantes de Benito Juárez en
Nueva York, solicitaron, en su tiempo, una entrevista al Ministro Matías Romero
que se encontraba en Washington para
pedirle ayuda y poder alquilar un barco que trajera armas y parque para el
ejército liberal. “Después de muchas largas y antesalas, les concedió quince
minutos y no les resolvió el problema. Debido a esa actitud uno de los
generales exclamó: Estos revolucionarios no entienden que no estamos en la
misma barca pero sí enfrentamos el mismo mar”
No es casualidad, por tanto, que la grandeza del trabajo
revolucionario y la nobleza de aquellos que entregan su vida a la lucha por la
revolución, vayan más allá de los que siempre dicen SÍ a los señores del poder. Hay que poner en juego lo que
señalaba Don Erasmo de Rotterdam: “Lo institucional de nada sirve, si el hombre
no hace uso de su conciencia y de su libertad”
Depender de las burocracias políticas es como depender de los capataces.
Hay que aprender de la inteligencia, no de la estupidez, como bien dijo, el
gran Pepe Mujica. ¡De lo contrario, este país no tendrá salvación!
(*) Conversación de
dos generales juaristas, narrada por Vicente Quirarte en “La isla tiene forma
de ballena”
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