viernes, 4 de agosto de 2023

Los nuevos tiempos y un pueblo buscando la verdad Por JESÚS SOSA CASTRO El 6 de octubre del 2021, el presidente López Obrador emitió un decreto para crear La Comisión de la Verdad con los siguientes mecanismos: “Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Comisión Nacional de Búsqueda, el Comité de Impulso a la Justicia y el Comité de impulso a la memoria” La creación de estas comisiones, según se ha explicado, tienen que ver con el interés presidencial de esclarecer los crímenes, desapariciones, secuestros y atropellos a la dignidad de muchos luchadores sociales que fueron víctimas de las políticas represivas y antipopulares de los gobiernos prianistas y neoliberales. Se trata de recuperar la memoria de todos aquellos, que lucharon por la libertad y la justicia y terminaron siendo víctimas de torturadores, asesinos y criminales de lesa humanidad Los nuevos tiempos que estamos viviendo explican el interés y la exigencia de amplios sectores del pueblo y del gobierno para que haya justicia. Se exige dar los pasos necesarios para poner al descubierto los atropellos que sufrieron y sufrimos todos los que padecimos vejaciones, torturas, desapariciones y/o asesinatos. Sobre estos hechos, y en mi calidad de víctima, el 3 de agosto actual rendí ante el representante del “Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico” mi testimonio de lo que viví y sufrí en las cárceles de México, particularmente en los sótanos de Tlascoaque y en el campo Militar No 1 Lo que hoy comento, es un resumen de mi testimonio personal. Las demás víctimas, lo están haciendo por su parte a efecto de registrar en la historia actual, lo que eran el comportamiento y las políticas de gobernantes, aparatos represivos y jefes policiacos, ante la rebeldía de miles de mujeres y hombres que dispusieron de su vida, para convertirla en el instrumento que dignificara la política y para alcanzar el sueño de hacer del país el paraíso en el que niños, jóvenes y ancianos podamos vivir con justicia, paz y libertad Comienzo por decir que, desde estudiante, me uní al Movimiento Revolucionario del Magisterio encabezado por Othón Salazar, que, en Tijuana B.C, con 63 compañeros encabezamos una manifestación nunca vista de apoyo a la Revolución cubana y en contra de los gusanos y gringos que invadieron Bahía de cochinos. Que, a mi regreso a la ciudad de México, dediqué mi tiempo y mi seguridad a la lucha por mejoras salariales y contra el charrismo sindical del SNTE. Que mi activismo y la represión, me llevaron con un grupo de patriotas mexicanos a intentar resolver los problemas del país al través la lucha armada. Que como consecuencia de todo esto, en octubre del 65, fui secuestrado, torturado y desaparecido por 45 días por el siniestro torturador Miguel Nazar Haro El gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, utilizó a la Dirección Federal de Seguridad, al ejército y a todos los cuerpos represivos para torturar, reprimir, desaparecer y asesinar a luchadores del magisterio, de obreros, campesinos y estudiantes. Como miembro del Comité Central del PCM formé parte del movimiento estudiantil del 68 y del halconazo del 71. Fui testigo ocular de lo que fue la represión ejercida contra trabajadores y estudiantes. Cuando el Frente Urbano Zapatista, FUZ, encabezado por Paquita Calvo, recientemente fallecida, secuestró en abril de 1971 a Julio Sheffield Almada, director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, volví a ser secuestrado por la Dirección Federal de Seguridad, encabezada por Nazar Haro. En el 65 y en el 71 fui torturado con toques eléctricos, sumergido en piletas de agua en el cuartel de la policía montada, me hicieron simulacro de fusilamiento. Esto y más en este mismo lugar En Tlascoaque como en el campo militar No. 1 policías y militares me tuvieron vendado, amarrado de pies y manos y sometido a interrogatorios permanentes. Querían saber quién y con cuanto subsidiaban a los alborotadores del magisterio y en dónde teníamos secuestrado a Julio Sheffield Almada. En la celda de Tlascoaque había 16 presos en un espacio de 4x4 metros. Un hoyo en el centro para hacer nuestras necesidades, siempre húmedo y durmiendo en el cemento. A distintas horas del día y de la noche, de las celdas vecinas se oían gritos y llantos de personas que eran torturadas. Me tocó ser aventado como una piltrafa después de las torturas. Fue en esas condiciones que conocí a un joven preso común llamado Efraín Alcaraz Montes de Oca, apodado el carrizo. Ante lo que él vio, me daba pedazos del periódico Alarma, para no pasar la noche en el frío y en la humedad. 41 años después nos volvimos a encontrar. Hicimos planes para escribir un libro sobre lo que vivimos en Tlascoaque. La pandemia se atravesó y el proyectó se truncó. Lo volveré a buscar. ¡Aprovecharemos lo que queda de los nuevos tiempos!

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